María Macaya,terapeuta experta en trauma, aplica el yoga sensible al trauma:

“A través del movimiento y la postura se puede cambiar el sentir”

Tengo 50 años. Nací en Madrid, he vivido en muchos sitios y ahora vivo en Barcelona. Estoy casada, tengo tres hijos, dos hijastros y un perro. Licenciada en Relaciones Internacionales e Historia del Arte. Nunca he dejado de estudiar. Quiero eliminar el estigma en torno a la salud mental. Creo en algo superior. (Foto: Xavier Cervera)

¿Hacer yoga puede curar un trauma?

Esa es mi apuesta, yoga sensible al trauma (YST), una metodología basada en evidencia científica que permite gestionar los efectos del trauma utilizando los sentidos.

Hábleme de esa metodología.

El YST fue descrito por el psiquiatra Bessel van der Kolk, que defiende que hay que integrar el cuerpo en la terapia de trauma y que para ello el mejor vehículo es el yoga.

Explíqueme las evidencias científicas.

El clásico estudio es el de dos grupos: a uno solo se le da terapia y al otro, terapia e YST. El segundo grupo se recupera antes y la recuperación es más duradera.

¿Algún otro estudio significativo?

Se realizaron estudios de terapia y medicación, y terapia e YST. De nuevo, fue más eficaz la terapia junto con YST.

¿En qué consiste el YST?

En cultivar la presencia a través del movimiento. Una parte esencial es la relación que se establece entre facilitador y practicante: en una clase de yoga, el profesor te va a decir qué hacer; en una de YST, vas a conectar con tus necesidades y a responder a ellas.

¿Y qué tiene que ver con el trauma?

Un trauma nos desconecta del cuerpo, es una pérdida de poder, algo que te ocurre a lo que no puedes responder y que se queda gravado en tu cuerpo.

¿Y el movimiento ayuda a reconectar?

El movimiento consciente crea cambios en nuestro sistema nervioso y en nuestro cerebro. Todos tenemos eventos traumáticos, el trauma ocurre cuando no hemos podido responder. El trauma es una respuesta que se queda estancada dentro de ti y el movimiento es una forma de volver a darle voz.

La narrativa sobre lo que nos ocurre la cambiamos en el diván.

Sí, y desde el YST lo que se pretende es que vuelvas a conectar con el cuerpo, que es donde se guardan la memoria implícita y las emociones, son terapias complementarias.

Póngame un ejemplo.

Mi mente ya ha entendido que porque una vez me mordiera un perro no debo temer a todos los perros, pero mi cuerpo sigue re­accionando cuando ve un perro, ya que mi sistema nervioso lo identifica como un peligro y, hasta que no lo integre en todo mi cuerpo, seguiré respondiendo fisiológicamente.

¿Tiene movimientos específicos el YST?

Utilizamos posturas tradicionales, pero sabiendo que distintas posturas despiertan distintas emociones. Hay gente que vive replegada con los hombros hacia el pecho, otros caminan con los puños cerrados, podemos quedarnos estancados ahí, en una forma de movernos por el mundo.

¿Y?

Si cambio mi forma corporal, cambiaré mi estado mental, están en el mismo lugar del cerebro. Cuando me llevo las manos al corazón después de un susto o una emoción fuerte, con ese gesto mi cuerpo me está diciendo: “Ya pasó, te puedes calmar”.

¿Funciona a la inversa?

Sí, yo puedo incitar esa misma reacción de consuelo en cualquier situación llevándome las manos al centro del pecho. A través del movimiento y de la postura puedo cambiar mi narrativa interna, mi estado mental, mi sentir y mi sentido de identidad.

¿A usted qué le pasó, cuál es su trauma?

Justo antes de nacer murió mi padre mientras mi madre conducía el coche embarazadísima; esa pérdida y crecer en una casa en duelo me ha formado como persona.

A menudo no somos conscientes del trauma; ¿usted lo era?

Durante mucho tiempo no conecté con mi cuerpo y me convertí en una coleccionista de diplomas porque vivía más segura en mi cabeza, en la parte lógica de la vida; quería entender lo que pasa, y eso es lo que ocurre con el trauma complejo, que es el que sobreviene en la infancia. Estás en la cabeza y te alejas de tus emociones.

¿Qué dice la neurociencia del YST?

Que tiene efectos sobre la amígdala, que es la central de alarmas, lo que me hace luchar o huir ante un peligro. Sabemos que el trauma hace que la amígdala crezca, de manera que la persona que vive un trauma reacciona a cosas pequeñas de manera exagerada. El YST la reduce.

¿Tenemos estudios solventes?

Sí. Y el hipocampo, responsable de la memoria, reduce su actividad con el trauma, y con el YST podemos incrementarla. Es simple: vivo cualquier situación desde mi postura corporal, porque ese es mi estado mental, pero si cambio mi postura corporal, inmediatamente cambia mi perspectiva.

¿Hasta qué punto?

Sabemos, por ejemplo, que las personas que llevan bótox, al no poder hacer ciertos gestos con la cara, tienen menos emociones. Si cambiamos nuestra postura facial o corporal, cambiamos nuestra perspectiva del mundo y cómo lo entendemos.

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