Rappel,futurólogo:

“Frank Sinatra me dijo: ‘Tú eres la luz’”

Tengo 79 años. Madrileño. Estoy casado con José María, mi segundo matrimonio, 38 años juntos. Con mi primera mujer tuve 4 hijos y el segundo murió. He sido modisto, trabajé con Balenciaga, fui relaciones públicas de la sala Florida Park de Madrid y chico Hermida en la tele. Soy apolítico y muy creyente. (Foto: Xavier Cervera)

Mi abuelo le hacía los sombreros a Balenciaga, y al terminar la guerra mi familia, gracias al modista, montó una tienda de tejidos parisinos, y a mí me acogió como aprendiz.

¿Cómo se convirtió en futurólogo?

Desde muy pequeño adivinaba cosas: “Esa mujer se va a morir”, le decía a mi madre, o “este domingo no iremos de excursión”, y no íbamos porque llovía; mi madre se ponía muy nerviosa, no le gustaba nada.

Aun así persistió.

Una gitana del barrio, la Pioji, me enseñó a tirar las cartas con 9 años y, a mis 13, un día vinieron unas señoras a la tienda: “Date prisa en cobrarnos que tenemos hora con un adivino bonísimo, José María Martínez Pardo”; les pedí las señas para mi madre.

Mentira.

Claro. Me presenté en su consulta: “Yo veo espíritus, ahí hay una señora en silla de ruedas con el pelo blanco”; era su madre. “¡Anda, pasa, niño! –me dijo–, sin duda tienes un don, ven los domingos por la tarde que nos reunimos adivinos: los que leen los posos del café, o los lunares, o los pezones, los que analizan la caligrafía, espiritistas...”. Aprendí mucho.

Pero usted se hizo modisto.

Al cerrar Balenciaga monté mi propio taller con sus cinco oficialas, y el éxito fue rotundo.

¿Les tiraba las cartas a las clientas?

Sí, y como acertaba empezó a venir gente y más gente. Doña Carmen Polo y su hermana eran asiduas de mi taller y también venía a que le tirara las cartas.

¿Fue al Pardo?

Sí, Franco quiso conocerme. Me llevó a su despacho y me pidió que le hablara de sus dos nietos; adiviné que el niño tenía una lesión de corazón gravísima y le dije: “Francisco se va a recuperar, se va a casar, va a tener hijos y morirá de viejo; Carmen se casará varias veces”.

También le reclamó la Pasionaria.

Quiso conocerme, le adiviné que una muerte había marcado su vida. Entonces Dolores Ibárruri llorando me cogió la mano y empezó a besarla: “Me mataron a mi hijo”.

Y Dalí.

“Nunca has tenido el privilegio de leerle la mano al mismo Dios”, me dijo. A Gala le leí la planta de los pies por deseo de Dalí. Él era un cachondo, Gala era más estirada.

¿Christina Onassis le pidió matrimonio?

La conocí en Marbella, me recibió con un picardías y nos sentamos en el suelo para que le tirara el tarot. Después nos escapamos a comer pescadito en mi 600 que lo tenía todo, incluido el volante y el techo, tapizado en tela escocesa. “¡Me siento un bombón!”, gritó. Hicimos muy buena amistad.

¿Y continuó la amistad?

Me invitó a París, estuve un mes, y una tarde me regaló un anillo de esmeraldas. “Es que me quiero casar contigo”, me espetó. “¡Se te ha ido la olla! –le dije–, yo ya estoy casado y tengo dos niños. Llorando me dijo que yo era la reencarnación de su hermano que había muerto en un accidente de helicóptero.

¿Estaban muy unidos?

Era su confidente, y ella ya no tenía a nadie. Tuvo una niñez muy desgraciada, su madre era alcohólica. Un día me llamó su secretaria, Christina se había suicidado.

Le ha tirado las cartas a Ava Gardner, Marcello Mastroianni, Elisabeth Taylor…

Y conocí a Picasso en un tren, yo creía que era un pordiosero porque llevaba una maleta de madera. Hablamos todo el trayecto.

Alguna predicción desgraciada.

La muerte de mi segundo hijo, que fue lo que decidió mi profesión. Acababa de nacer, lo sostuve en brazos y vi que moriría antes de cumplir un año. Murió a los 11 meses de meningitis y me metí de lleno a estudiar astrología y a ampliar mis conocimientos. Quería ayudar a la gente en nombre de mi hijo.

¿Y no adivinó que aparecería José María, su actual marido?

Vino a mi consulta, salía con una chica italiana y quería saber cómo les iría. “¿A ti no te gustan los hombres? –le pregunté–. Porque vas a conocer a un señor más mayor que tú que será tu pareja”. Al cabo de un año volvimos a encontrarnos y surgió el amor.

Deme un momento inolvidable.

La boda de Lolita Flores. Resulta que Lola Flores dijo públicamente: “Mi hija se casa en Marbella y estáis todos invitados”. Si la boda era a las 11, a las 9 de la mañana Marbella estaba colapsada y en la iglesia no cabía un alfiler.

¿Y qué pasó?

Cuando entró Lolita el gentío se descontroló. La Faraona se subió al altar: “Si me queréis, irse”, pero tuvieron que casarlos en la sacristía donde estaba yo sentadito. Cuando Lola me vio, me gritó: “¡Hijo de puta, tú me has dicho que mi hija no se iba a casar en el altar!”.

Cuénteme otro momento estelar.

Cuando Sinatra estuvo en el Ritz con su mujer Barbara, hizo que le tapizaran toda la suite de naranja y negro, sus colores de la suerte. Fui a tirarles las cartas y coincidió que yo llevaba una túnica naranja y negra, Sinatra se quedó atónito: “¡Tu eres la luz!”, me dijo.

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