Premio Christa Leem
El asesinato del estudiante Enrique Ruano (21) marcó de modo siniestro los estertores del franquismo. He conocido, 56 años después, a su hermana Margot, testigo de primera fila del espanto. Me cuenta que Enrique, antes del FLP, se metió en un seminario para ser sacerdote... Margot recoge en Barcelona el premio Christa Leem, que conceden las asociaciones Un dels Nostres (Barcelona), liderada por Joan Estrada, y Defiéndete en Derecho (Madrid): con Margot Ruano han recogido asimismo el premio Christa Lem las abogadas Paca Sauquillo, Cristina Almeida y Manuela Carmena. La autopsia de Enrique fue falseada por los médicos forenses para no desmentir la versión del suicidio. Los asesinos quedaron libres y uno de ellos, Celso, fue guardaespaldas del rey Juan Carlos I.
¿A qué edad murió Enrique?
Tenía 21 años. Le asesinaron. Era mi hermano mayor. Yo tenía 19 años.
¿Quién le asesinó?
Tres policías de la dirección general de Seguridad (DGS), el 20 de enero de 1969.
¿Sabe el nombre de los tres policías?
Francisco Luis Colino Hernández, Jesús Simón Cristóbal y Celso Galván Abascal.
¿Cómo le asesinaron?
Torturado en un piso de la calle General Mola, 60, planta séptima: pinchazos con estiletes, golpes con toallas mojadas... y un balazo a la altura de la clavícula.
¿Qué querían de Enrique?
Datos sobre los felipes , sus compañeros del Frente de Liberación Popular, escisión del PCE, al que criticaba su rigidez.
¿Y se les fue la mano al torturarle?
Aquella policía franquista era asesina. Muerto Enrique, le tomaron en brazos y salieron a la baranda de la corrala...
¿Cómo sabe eso usted?
Una vecina lo vio y me lo contó, aunque se negó a declarar ante el juez ni entonces ni veinte años después, al revisarse el caso.
¿El miedo?
¡El miedo es más poderoso que todo!
Salieron a la baranda de la corrala...
Y desde la altura de siete plantas arrojaron el cadáver de Enrique al patio interior. Así mataron a Enrique, un estudiante de 21 años en quinto de Derecho...
¿E impostaron que él había saltado?
Sí, dijeron “el chico saltó, se suicidó”.
Endeble hipótesis.
Manipularon una carta de Enrique dirigida al psiquiatra Carlos Castilla del Pino...
¿Se conocían Enrique y Castilla?
Por militancia comunista, sí. Enrique le había pedido por carta unas pastillas contra el insomnio. Y Fraga ordenó manipular esa carta para argumentar que Enrique era un débil mental y un suicida.
Canallada sobre salvajada.
Torcuato Fernández Miranda tildó de “pelele” a mi hermano en un artículo del Abc . Mi padre le demandó, ¡hasta ahí podía llegar! Más adelante, en otro artículo, Fernández Miranda se retractaría.
¿Llamó el juez a declarar al psiquiatra Castilla del Pino?
Sí, y declaró que el suicidio era incompatible con la personalidad de Enrique.
¿Cómo detuvieron a Enrique Ruano?
El 17 de enero caminaba por la plaza de Castilla con su novia, Lola González Ruiz... ¡Mire qué guapos! Sus ojos azules...
¿Lleva siempre encima esta foto?
Siempre. Y pienso en Enrique cada día de mi vida.
¿Qué pasó con Lola?
Aguantaron dos días antes de confesar la dirección del piso de General Mola: dieron tiempo así a que se fueran los amigos que allí residían y evitarles la detención.
¿Eran violentos, Enrique y sus amigos?
¡Jamás! Enrique repudió siempre cualquier violencia. Por eso yo rechazo que se le compare con Salvador Puig Antich, que desde el MIL sí abrazó la violencia, y los atracos, y las pistolas... ¡Enrique nunca!
¿La policía se llevó solamente a Enrique a ese piso donde le machacaron?
Sí. Lola, desde la celda de la DGS, le vio pasar entre dos guardias y gritó: “¡Enrique, Enrique, ¿adónde te llevan?!”.
Escalofrío... ¿Cómo sabe eso usted?
Porque yo estaba allí: era mediodía del día 20 y llevé a mi madre y a la madre de Lola a la DGS, por si nos dejaban verles... En ese momento dos policías lo sacaban de la DGS y mi madre se abalanzó y le abrazó. Y él solo dijo: “¡Cuidad mucho a Lola!”.
Intuyó que él no saldría vivo.
Yo esa tarde acudí a un examen de la facultad pero no pude completarlo: rompí a llorar a la mitad, salí y corrí hacia casa...
¿En qué momento supo lo peor?
Al poco rato sonó el teléfono. Descolgué. Una voz preguntó por Enrique Ruano. “¿Padre o hijo?”, pregunté. “Padre”, dijo. “Se pone ahora, dígame qué pasa”, pedí. Y oí esto: “Su hijo se ha suicidado arrojándose por una ventana del 7ºC de General Mola 60”. ¡Y se lo repitió igual a mi padre!
El redactado del mantra policial.
Mi padre no pudo sobrellevar esa muerte: murió de dolor y pena seis años después en el día del cumpleaños de Enrique.
¿Y su madre?
Era fuerte. Toda su vida repitió: “A mi hijo le torturaron y le mataron”. El día antes Enrique le había mostrado un listado de torturados por la policía, porque Enrique nos lo contaba todo a mi madre y a mí.
¿Y cómo vivió Lola desde entonces?
Los asesinos de Atocha la hirieron en 1977 y mataron a su marido, Javier Sauquillo, amigo de Enrique con el que se casó. Toda su vida Lola fue abogada laboralista.Trabajé 50 años con ella. Murió en el 2015.
¿Cómo saludaron la Constitución?
Dulce y amarga, por el crimen impune.