Ciudades radiador
Fundó y dirige un laboratorio de investigación en la Universidad Europea para desarrollar el urbanismo del siglo XXI. “Partimos de una nueva teoría urbana llamada “superorganismo”. Este enfoque toma como base el crecimiento celular programado, y trabajan en colaboración con disciplinas como medicina, sociología, antropología, filosofía, arte e ingeniería. Para Penelas la vegetación ocupa un lugar prioritario en su enfoque urbanístico atendiendo a las olas de calor, cada vez más largas, y el aire contaminados de las ciudades. Asegura que para revertir la cantidad de muertes causadas por ambos no basta con plantar árboles de forma aislada, “la vegetación urbana debe entenderse como parte estructural de la ciudad. “La ciudad debe dejar de ser un radiador y empezar a enfriar el planeta y sabemos cómo hacerlo”.
Parece que las olas de calor van a ir a más.
Sí, hay datos y hechos. Van a ser periodos más largos de calor. Sólo en Madrid en el 2024 murieron mil personas por golpe de calor, tres fallecimientos al día.
¿Las ciudades están preparadas?
No, una ola de calor oficialmente dura tres días, pero ahora pueden superar los diez o quince días, y se están poniendo parches como toldos y cubiertas temporales.
¿Los toldos no son eficaces?
No resuelven el rebote del calor del pavimento, ni refrescan el aire. Se necesita crear estructuras naturales, como pérgolas con cañas huecas para que pase el aire.
Su propuesta va mucho más allá.
Sí, yo propongo una transformación radical. Necesitamos reverdecer las ciudades. No se trata de plantar más árboles en aceras, sino de proyectar la ciudad como un bosque humanizado. Donde los edificios sean los que ocupan los claros de ese bosque.
Suena utópico.
Diseñamos para Seúl una ciudad nueva de 35 km sobre el estuario de Saemangeum, pensada para ser invisible desde el aire. Una ciudad que si se llevara a cabo sería bosque, naturaleza y agua, todo integrado.
¿Qué soluciones maneja para las viejas capitales?
Espacios públicos bioclimáticos como las pérgolas y mobiliario conectado con sensores que anticipen el calor y actúen generando vapor frío, sombra, ventilación; y crear hipercorredores verdes .
¿ Hipercorredores ?
Grandes bulevares que conectan parques y zonas verdes, eliminando coches del centro urbano. Y, además, recuperar canales de agua históricos que integren paisaje microclima y vida silvestre urbana.
¿Es viable económicamente este modelo?
Un parque cuesta entre 60 y 100 €/m² y su mantenimiento anual entre 1 y 10 €/m² (unos 3 €/m² de media). Si lo comparamos con los costes del asfalto y urbanización convencional, es más económico y sostenible.
¿Son sostenibles los techos vegetales?
Sí, las cubiertas vegetales en edificios son fácilmente implantables y mucho más baratas de mantener que un parque. Aunque requieren vegetación liviana y un mantenimiento comunitario, son totalmente factibles en edificios residenciales.
Usted habla de conectarlas.
Una ciudad puede tener azoteas transitables, verdes, conectadas entre sí con pasarelas. No es utópico. Técnicamente es fácil. Legalmente es más complicado, pero se puede.
¿Cómo introducir humedad en ciudades secas como Madrid?
Con corredores verdes y sistemas de agua subterránea recuperada, generando microclimas más frescos. En el parque Juan Carlos I de Madrid transformamos antiguos vertederos en zonas verdes con lagos y corrientes, mejorando la temperatura hasta 10 °C.
¿Y la movilidad?
Ahí viene otro cambio. La movilidad aérea ya está en marcha. Drones que transporten paquetería o personas liberarán espacio urbano. La UE ya está trabajando en esto. En 25 o 30 años será una realidad cotidiana.
¿Y qué haremos con las carreteras?
Convertirlas en jardines. Reutilizar puentes como corredores verdes. Reconquistar el suelo urbano. Es una revolución que apenas empieza.
¿Cómo serán los edificios?
Actualmente son grandes radiadores de calor, como el asfalto. Las fachadas deben tener pieles móviles, vegetales o técnicas, que se adapten al clima, generen sombra, filtren el aire. No es sólo estética, es salud.
También propone recuperar canales de agua antiguos.
Sí, e integrarlos como corredores naturales. El Parque Juan Carlos I se construyó sobre una escombrera. Al añadir agua, vegetación y lagos artificiales, apareció fauna, se generó un microclima. Las temperaturas bajaron hasta 10 grados en el entorno.
¿Propone un cambio radical?
Un cambio de paradigma urbano similar al que Oswald Spengler describió cuando la gente pasó de ser aldeana a ciudadana. Necesitamos una visión en la que ciudades y bosques se fundan, habitables y humanos, cambiando la forma de vivir y pensar el espacio.
¿No se trata de vivir en una jungla?
No, es un bosque humanizado: transitable, amable, sin calles como las conocemos hoy.
¿Qué le diría a los alcalde?
Que piensen en estrategias a largo plazo, que no todos los edificios son intocables, la ciudad necesita oxígeno, corredores verdes, una visión radicalmente nueva.
¿Y por dónde empezamos?
Por los grandes paseos verdes, por recuperar el agua, por reverdecer patios, cubiertas, fachadas. Y por dejar de pensar en calles como ejes duros. Lo que necesitamos son bosques habitables.