Transformar el mundo
De jovencito, mi madre me habló un día de una vecina del bloque que –cara agria– en el ascensor jamás había correspondido ni con media palabra a su sonrisa y su “buenos días”. “¿Y qué harás tú?”, recuerdo que le pregunté. “Pues seguiré con mi ‘buenos días’”, sonrió mi madre, y añadió: “Y algún día me responderá”. Nunca he olvidado esa conversación con mi madre (nadie ha sonreído más y mejor en esta vida: su sonrisa ha sido su legado, con el que seguro que ha mejorado un poco el mundo). Lo he pensado a propósito del libro de Ana Merlino Kindfulness (Urano), subtitulado Un viaje para transformar el mundo a través de la amabilidad. Merlino propone una gimnasia de amabilidades cotidianas y sostiene que “ser amable es la única revolución benefactora”.
¿Qué es el kindfulness?
Un neologismo, anglicismo para amabilidad consciente.
¿Qué es la amabilidad consciente?
Una actitud revolucionaria.
¿Revolucionaria?
La última revolución, la única revolución pendiente, necesaria, benefactora e inteligente. Hoy le dedico mi activismo.
¿En qué consiste ese activismo?
¡En ser amables!
Ser amables. ¿Eso es todo?
¿Le parece poco? Ser amable a conciencia. Ser amable a tiempo completo. Si fuésemos todos amables así con todos...
¿El mundo mejoraría?
¡Radicalmente!
¿Por quién empiezo a ser amable?
Primero sé amable contigo mismo. Piensa que estarás contigo toda tu vida.
Eso espero.
La vida es un regalo: agradécela. Y sé amable con todo el mundo.
¿Cómo sé si soy amable conmigo?
Pregúntate: ¿me trato bien?
Creo que sí.
Si te tratas bien, vivirás más años. Se activan endorfinas desinflamatorias, mejorará tu salud. Así que vuelve a preguntarte: “¿Me trato como a la persona que más amo en el mundo?”.
¿No es eso egoísmo?
¡Todo lo contrario! Si vas por el mundo enfadado contigo, amargarás la vida de los demás a tu alrededor.
Seré avinagrado, lo decía Francisco.
Y si eres amable contigo mismo irradiarás bienestar y simpatía, derramarás alegría alrededor. ¡Gracias!
¿Debo ser amable con mis ofensores?
¡Más que con nadie!
No lo merecen, buf.
¿Conoces las circunstancias adversas que han empujado a esa persona a ser desabrida? No. Y ahí... ¿qué puedes hacer?
Eso, ¿qué puedo hacer?
Una cosa: puedes ser amable tú. Sé amable con esa persona. Quizá eso interfiera en su negrura y la desvíes hacia la amabilidad. Ganará él, ganarás tú, ¡ganamos todos!
¿Esta es su revolución?
La revolución de la amabilidad: es sutil, es silenciosa. Y percibimos sus efectos en todas las casas.
Deme algún consejo.
Se trata de que todos nos sintamos especiales, distintos, amados. Y las ondas de la amabilidad así se multiplicarán.
¿Con qué objetivo final?
Un mundo en el que todos nos sintamos interconectados y sabedores de que nadie tiene toda la razón.
Es nómada digital: ¿vive bien así?
Mi casa está en mi interior, esté mi cuerpo donde esté. Practico el ayuno material: no me compro ropa más que una o dos veces por año, cuatro cositas buenas.
¿Y ya está?
Voy desapegándome de presiones familiares y de creencias adquiridas, también. Y me centro en cultivar relaciones y amistades por todo el planeta.
Y si un día se siente usted mal, ¿qué?
Me lo permitiré, daré lugar a esa emoción.
¿Y luego?
Luego me pregunto: “¿Para qué he venido aquí?, ¿qué hago yo aquí?”. Y me reinterpreto: para eso somos adultos, ¿no?
Deme una clase de amabilidad.
“¿Quieres la mitad de mi bocadillo?”, dile al de tu lado. Dar de corazón... Te lo llenará de gozo. Pruébalo.
Parece fácil.
Ser amable es una responsabilidad social. Es un poder ¡y lo tienes tú!
¿Seremos así más felices?
Hay estudios que lo prueban. Y sabemos que las personas somos contagiosas, ¡muy contagiosas!
¿Qué quiere decir?
Que si estás tú feliz, lo contagias alrededor.
Procuraré acercarme a personas felices, pues.
¡Harás bien! Un pensamiento positivo desemboca en bienestar, y eso se traduce en salud física y emocional.
Procuraré pensar en positivo.
Pregunté a mi abuela cómo logró llevar sesenta años de feliz matrimonio. “Fui comprensiva y paciente”, me dijo.
Y su marido bajaba la tapa del váter.
Los detalles ayudan, aunque nunca a base de chantajes y amenazas, sino solo en función del amor.
¿Algún lema o máxima?
“Si buscas algo bueno en los demás, ¡cuidado!: puede que lo encuentres en ti”.
¿Y si alguien me cae mal?
Eso es que tu cerebro reptiliano ve amenazas. Pero impón tu voluntad de aprender: mira con buenos ojos, porque tu mirada sobre el otro ¡cambiará al otro!
