P. Duchement,profesor y perito judicial experto en delitos en redes contra menores:

“Si el colegio no es un refugio, es parte del campo de batalla”

Tengo 41 años. Soy de Las Palmas de Gran Canaria. Estoy casado, tengo un niño con necesidades específicas de adaptación y una niña pequeñita. Soy profesor de instituto. Me preocupa mucho lo que está pasando con la educación pública, debería ser una prioridad y no se está afrontando. Soy creyente. 

¿Hay más bullying o es más ­visible?

Es más multitudinario. El caso de un acosador contra una víctima ha descendido, pero el grupo contra uno ha crecido muchísimo. Y, además, ahora no se acaba en el colegio, continúa en las redes sociales.

¿Cómo detectar el bullying?

Hay cuatro estados y son progresivos. Uno: la víctima intenta pasar desapercibida, se vuelve invisible. Dos: somatización.

¿De qué tipo?

El domingo empieza a sufrir dolores de cabeza, barriga... Tres: llega la depresión, y cuatro: la indefensión aprendida, la ansiedad, el miedo crónico e incluso el riesgo de suicidio.

¿Ocurre a menudo?

Tanto que da miedo. El suicidio infantojuvenil es la principal causa de muerte no natural en menores en España.

¿Qué lleva a un niño a ser un acosador?

Una autoestima dañada. Busca validarse intimidando y dominando. No es un monstruo: es un niño que repite patrones.

¿Por qué toda la clase le sigue?

Es natural querer formar parte del grupo vencedor, está en nuestro código genético. Cuando el acosado está ya estigmatizado, su situación de víctima se generaliza y se acepta por parte de todo el grupo. Yo lo sufrí.

¿Durante cuánto tiempo?

Sufrí bullying 11 años, seis de los cuales con agresiones físicas. Casi me matan delante de todos. El agresor se puso a saltar encima de mi cabeza cuando yo ya estaba inconsciente.

Eso debe dejar secuelas emocionales.

En los casos que trato, muchos jóvenes de 30 años todavía cambian de acera cuando se encuentran un grupo de personas; o ven a un grupito hablando y automáticamente piensan que están criticándoles. Tienen comportamientos evasivos, y miedo, mucho miedo.

¿Cómo sales de ahí?

Has de dejar de ser una víctima y convertirte en un superviviente. Pero eso puede llevar años y requerir la ayuda de un psicólogo. A mí lo que más me sirvió fue ayudar a otras personas que lo han sufrido.

Parece que muchos colegios no sepan o no quieran saber...

Si el colegio no es un refugio, entonces es parte del campo de batalla. Algunos colegios lo esconden por no adquirir mala fama.

“Mamá, prefiero que no digas nada en el colegio porque será peor”.

Hay que saber muy bien lo que se está haciendo. Y no saben. A veces el mero hecho de intervenir provoca represalias y la situación empeora. La intervención tiene que ser muy rápida, efectiva y contundente.

¿Y los profesores saben?

Muchos no saben verlo. Y no es culpa suya: nadie les enseña. Revisé los planes de estudio de los grados de Magisterio. Solo en dos universidades había una asignatura sobre bullying , y por iniciativa de un profesor ­con­cienciado.

La mayoría de los padres acaban cambiando a la víctima de colegio.

Se ven obligados por pura supervivencia, y es tristísimo, porque ese niño ya entra en el otro colegio con la autoestima destrozada, de manera que si hay otro agresor o grupito buscando víctima, le escogerá, porque siempre buscan al más vulnerable.

Dígame cómo hacerlo bien.

Lo primero es proteger a la víctima. Si hay que mandar al agresor un par de días a casa mientras se estudia el caso, se hace. Si la víctima requiere que siempre haya un profesor en clase, en el recreo y en el comedor, se hace.

Muchos compañeros ven y callan.

Necesitamos que entiendan que lo que está ocurriendo es una injusticia, como mínimo tenemos que salvar a unos pocos para que den apoyo a la víctima.

¿Qué pueden hacer los padres cuando el colegio no hace nada?

Deben conocer el protocolo, exigir su aplicación. Y si hace falta, denunciar. Existe la dejación de funciones. Existe la omisión de auxilio. Aunque pocos padres se atreven porque es un camino largo y caro y muchas familias no pueden pagarlo.

Qué triste.

Como perito judicial, me ofrezco a trabajar gratis para las familias de las víctimas, aunque debería ser un servicio del Estado.

¿Y la criatura que está sufriendo debe seguir yendo al colegio?

Si tu hijo tiene miedo de ir al colegio, no esperes a que le rompan un hueso: ya está roto por dentro. La sensación de estar solo entre iguales es peligrosa. Hay opciones como que venga un profesor a casa, pero están muy ocultas.

¿Qué podemos hacer por ellos?

Buscar un grupo de iguales que no esté todavía intoxicado: un deporte federado o los scouts... Darle la oportunidad de que empiece a generar sus propias redes.

¿Y si el acosador es tu hijo?

Toca asumirlo, avisar al centro, pedir ayuda. A veces el agresor es una víctima de maltrato. Y si no se trata, seguirá dañando a otros.

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