Las encuestas electorales no dicen (toda) la verdad

Cuadernos del sur

“Nunca se miente tanto como antes de unas elecciones, durante una guerra y después de una cacería”. Que sepamos, el presidente de la Junta de Andalucía y candidato a su tercera reelección, Moreno Bonilla, no tiene costumbres cinegéticas, aunque cuide mucho a este colectivo por aquello de ponerle una vela a Dios y otra a Vox, que nada más fundarse hizo de la caza una cuestión de alta política.

Las costumbres que sí practica el cabeza de lista del PP meridional son el estudio de las encuestas y el arte de la simulación, así que comparte la idea de Otto von Bismarck, el gran canciller prusiano, de que en tiempo electoral cualquier exageración es conveniente y viene bien simular que nuestra guerra no está ganada de antemano.

Moreno Bonilla en la inauguración de Belén navideño del Palacio de San Telmo

Moreno Bonilla en la inauguración de Belén navideño del Palacio de San Telmo

Junta de Andalucía

Es justo lo que está haciendo el Quirinale a seis meses –quizás menos, pero esto depende de Moncloa– para los comicios regionales en Andalucía, que es la meta volante de la carrera que empieza este domingo en Extremadura, proseguirá en Aragón, se desviará hacia Castilla y León y debe llegar a Sevilla antes del verano.

El presidente de la Junta ha ocupado sus últimas semanas en presentar su Biblia –el libro Manual de Convivencia (Espasa), unas memorias escritas al dictado por cuatro de sus evangelistas (que pagamos todos)– y a celebrar el bondadoso espíritu de la Navidad.

La gira de promoción ha llevado al Gran Laurel a Barcelona y a Cádiz, donde se buscó a un humorista del carnaval que trabaja en Canal Sur como presentador, cosa que dio a sus adversarios para un buen rato de bromas. En ambos sitios celebró la paz y la concordia.

El presidente de la Junta en Monserrat durante los actos conmemorativos de la abadía catalana, en los que participó la cofradía de esta advocación mariana de Sevilla

El presidente de la Junta en Monserrat durante los actos conmemorativos de la abadía catalana, en los que participó la cofradía de esta advocación mariana de Sevilla

Junta de Andalucía

Moreno ha decidido alejarse por completo del duro potro de la crisis por el deterioro de la sanidad y permanecer ajeno tanto al escándalo de presunta corrupción que tiene como epicentro la Diputación de Almería como a las acusaciones de supuesto acoso sexual contra el alcalde de Algeciras, que ha dejado el partido pero no la alcaldía ni su acta como senador en Madrid.

Ambas cuestiones han sido orilladas de su agenda oficial. No existen. En el Palacio de San Telmo, que tiene una preciosa capilla desconsagrada dedicada a los marineros de Indias, se oyen estos días los versos devocionales de Santa Teresa: “Nada te turbe, / nada te espante, / todo se pasa, / Dios no se muda; / la paciencia todo lo alcanza. / Quien a Dios tiene, / nada le falta: / Sólo Dios basta”.

Si sustituyen Dios por mayoría absoluta tendrán una idea bastante exacta de cuál va a ser la estrategia (electoral) del presidente de Andalucía: fe, confianza y un sostenido desapego por lo mundano. Moreno Bonilla cree que con la mística de los belenes podrá seducir a los andaluces.

Teodoro García Egea, Juan Manuel Moreno Bonilla, Francisco Serrano y Javier Ortega durante la firma del acuerdo parlamentario de 2018 entre el PP y Vox

Teodoro García Egea, Juan Manuel Moreno Bonilla, Francisco Serrano y Javier Ortega durante la firma del acuerdo parlamentario de 2018 entre el PP y Vox

EFE

Claro que en estas lides también ayuda no caer en el triunfalismo. La llaneza es una virtud política. De ahí que el PP andaluz difunda con inteligencia en sus sondeos oficiales –que también pagan todos los contribuyentes andaluces– una cierta debilidad electoral que, según la interpretación general, amenazaría su hegemonía parlamentaria.

Que el ascenso de Vox es la preocupación electoral de San Telmo es tan cierto como que al día sigue la noche. Pero también lo es que, aunque esta tendencia se cumpliera, en Andalucía puede suceder de forma mucho menos intensa que en el resto de España, como ya ocurrió en diciembre 2018, el invierno de la Grande Carambola.

Al PP le conviene, sin embargo, alimentar este negro augurio. Se preguntarán ustedes por las razones de esta contradicción. Es fácil de entender: Moreno obtuvo su mayoría absoluta en junio de 2022 gracias a muchos votos prestados y a un trasvase (del orden del 14%) de votantes que en otras ocasiones habían apoyado a los socialistas.

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Su mejor baza para conseguir que se repita este mismo resultado, aunque sea de forma un poco menos acusada, es justamente situarse en el escenario de conseguir una victoria sin mayoría suficiente.

De esta forma, ante la posibilidad de que Vox pudiera condicionar su tercer mandato, muchos de estos votantes de aluvión, que no son devotos del PP pero prefieren la derecha amable de Moreno a la fatídica hipoteca de Vox, podrían volver a respaldarle.

La táctica tiene sentido, aunque no podamos medir sus resultados hasta la noche electoral. San Telmo confía en que los votantes socialistas críticos con Pedro Sánchez, escandalizados con los casos de corrupción que cercan al PSOE y enfadados por las denuncias de acoso sexual que afectan a dirigentes cercanos a la Moncloa, especialmente las mujeres, no cuenten con otra mejor alternativa.

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Parte de estos votantes pueden quedarse en casa, votar en blanco o refugiarse en las candidaturas de las minorías de izquierdas –IU, Podemos y Adelante– que concurrirán por separado.

Pero el resto de estos indecisos, contrarios a los ultramontanos, sí podrían confiar otra vez en el PP de Moreno si lo ven como un mal menor, pero necesario, ante el riesgo de una coalición con Vox.

De suceder, la erosión que la crisis sanitaria ha causado en la imagen de Moreno podría revertirse en el grado suficiente para que pueda permanecer en el Quirinale en solitario. Sin ataduras.

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En política conviene desconfiar de las apariencias. Las encuestas de San Telmo no mienten, pero tampoco dicen toda la verdad. Y, como decía Mies van der Rohe, menos (a veces) acaba siendo más. 

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