El cautiverio de Helena de Troya y el pozo del PSOE

Cuadernos del Sur

El cautiverio de Helena de Troya y el pozo del PSOE
News Correspondent

A siete meses escasos para las próximas elecciones en Andalucía, la segunda estación del inminente nuevo ciclo electoral en España, si no media una convocatoria súbita de las generales, los socialistas y las tres izquierdas meridionales continúan atrapados en el mismo punto del tablero político que al comienzo de esta legislatura.

Han transcurrido ya más de tres años y medio desde la batalla de junio de 2022, que disparó a Moreno Bonilla desde una minoría dependiente hasta la histórica mayoría absoluta que le liberó del acoso de Vox, y todo sigue prácticamente igual. Sin cambios.

Los socialistas no salen del pozo y las minorías de izquierdas, que entonces concurrieron mal avenidas, cuando no enfrentadas, ante las urnas, han hecho todo lo posible por disgregar sus apoyos hasta una atomización que hace imposible que juntas, o en una alianza de hecho, tengan opciones de influir en la gran autonomía del Sur.

'El rapto de Helena', de Juan de la Corte

'El rapto de Helena', de Juan de la Corte

Wikipedia

Los socialistas, cuya intención de voto no alcanza ni un 24%, su peor suelo histórico, han retrocedido a pesar de la sustitución del senador Juan Espadas por la vicepresidenta primera del Gobierno. Su patología es metafísica. Incluso puede calificarse de orfandad.

No pueden acogerse a su mensaje tradicional –Andalucía como fiel de la balanza y antídoto contra la asimetría autonómica– al mismo tiempo que su jefa de filas nominal negocia el nuevo modelo de financiación territorial (una de las bazas para que el PSOE recupere el apoyo perdido de los independentistas catalanes).

María Jesús Montero no pisa prácticamente Andalucía. Sus tareas como ministra de Hacienda la retienen en Madrid. Sus actos en el Sur, más virtuales que efectivos, son puntuales y contados. Apenas si cuentan con un grado suficiente de verdadera relevancia social.

La vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en Madrid

La vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en Madrid

JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)

La oposición al Quirinale tiene que trasladarla al Congreso de los Diputados. Allí se diluye porque su adversario –el presidente de la Junta– está a quinientos kilómetros de la Carrera de San Jerónimo.

Montero dirige el partido por personas interpuestas y no lidera la acción de los socialistas en la cámara de las Cinco Llagas. Ni siquiera ha conseguido atraer la atención durante la crisis de credibilidad que ha erosionado a Moreno tras las protestas por el deterioro de la sanidad y la presunta corrupción en la Diputación de Almería.

El presidente de la Junta se ha encontrado por primera vez en siete años dentro de dos turbulencias políticas consecutivas y, enfrente, no había nadie. La ausencia de la candidata del PSOE no puede remediarse a distancia ni a través de los medios de comunicación.

El problema de los socialistas es que su situación no tiene remedio. La vicepresidenta no va a dejar sus cargos en Madrid hasta que comience la campaña electoral –en mayo, si la convocatoria de las andaluzas se dilata hasta junio– y, cuando esto suceda, si sucede, la suerte de la batalla probablemente ya haya quedado establecida.

El presidente de la Junta, Moreno Bonilla, en la cámara de las Cinco Llagas

El presidente de la Junta, Moreno Bonilla, en la cámara de las Cinco Llagas

PEPO HERRERA (EFE)

Cada votación que la ministra Montero pierde en el Congreso reduce sus opciones electorales en el Sur. Toda la debilidad parlamentaria de la Moncloa recae sobre cuestiones vinculadas a su cartera.

No es un currículum prometedor para sacar del arroyo a un partido que en tres años ha perdido cuatro veces en Andalucía. Cada vez que se ha votado. Nadie piensa en el PSOE en ganar los comicios autonómicos. Todos los dan por perdidos. La resignación es total.

Lo que el socialismo meridional trata de conjurar es la posibilidad de que Andalucía signifique un hundimiento categórico del sanchismo. La paradoja es que esto sólo puede lograrse precipitando un adelanto de las generales para que coincidan con las andaluzas.

A más participación, menor quebranto, creen en la sala de máquinas del PSOE. Movilizar al partido desde los ayuntamientos y las diputaciones es una estrategia limitadísima, dado que los últimos comicios municipales dejaron a los socialistas sin el control de los presupuestos de buena parte de estas instituciones.

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Sin este dinero (público) el predicamento social de los dirigentes socialistas mengua y su ascendente orgánico se debilita sin remedio. El PSOE ya no cuenta con un ejército político en Andalucía. Su tropa se ha convertido en una constelación de taifas y guerrillas.

La posibilidad de que los socialistas sean superados en votos por Vox (como segunda fuerza) en Huelva y Almería no es abstracta. Se trata de un pronóstico más que realista, aunque el ascenso de los ultramontanos, que en el Sur no parece tan agudo como en otros territorios, sea peor para el PP que una recuperación del PSOE.

El panorama electoral para el resto de las siniestras meridionales tampoco es optimista. La designación de Antonio Maíllo, líder de IU y un histórico de la izquierda andaluza, para volver a las Cinco Llagas es un decisión inteligente, pero llega lastrada por la división entre Por Andalucía (Sumar e IU), Podemos y Adelante Andalucía.

La pérdida de votos del PSOE por su izquierda no alcanza los dos puntos de diferencia con respecto a los registros de hace tres años y queda neutralizada por la multiplicación de candidaturas.

La batalla política en Andalucía, sea en clave estatal o autonómica, se reduce a un pleito familiar: un duelo entre las dos derechas con la mayoría absoluta de Moreno como Helena de Troya, la cautiva.

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