Descenso de ríos, tirolina, montar a caballo, vías ferratas, parapente, cañones, observación de aves… Desde la pandemia, las actividades de ocio en el entorno rural cotizan al alza en Aragón. Una realidad de la que ya eran conscientes en el sector, pero a la que ahora un informe ha puesto cifras concretas: más de 140 millones de euros de negocio anual, medio millón de turistas y 4.800 trabajadores, la gran mayoría en pequeños municipios.
“Ya intuíamos su importancia, pero estos datos demuestran que somos una de las principales industrias de las zonas despobladas, sobre todo en el Pirineo”, cuenta a este diario Eduard Jubert, uno de los coordinadores del ‘Estudio del impacto económico y socia de la actividad empresarial del turismo activo en Aragón’.
Con 624 empresas registradas, Aragón es la tercera comunidad con más firmas de turismo activo registradas, solo por detrás de Canarias (795) y Andalucía (714), y representa un 12,5% del sector nacional. Del total, un 80% se concentran en la provincia de Huesca, epicentro de estas actividades en la región.
Entre otros datos, el informe, pionero por su alcance y metodología, consiga que el volumen de usuarios de estas empresas ascendió en 2023 a 542.000 personas, el 14% del volumen turístico total en la comunidad. Esta cifra no incluye a los turistas procedentes de la actividad ligada a las estaciones de esquí.
Turismo activo
Tras Canarias y Andalucía, Aragón es la tercera comunidad con más empresas del sector registradas
Más allá del volumen de negocio y su impacto en otros sectores –hostelería, restauración, transportes-, el estudio también destaca que un 74% de esos 4.800 empleos son residentes locales o que se instala de manera temporal en la zona.
Este hecho, aseguran, facilita un conocimiento más profundo del entorno, favorece la calidad de la prestación de servicios y contribuye a dinamizar la economía local. “Es un sector que fija población y ofrece una oportunidad laboral, sobre todo a los jóvenes”, asegura Jubert, que también pone el acento en su contribución a cuidar el medio ambiente.
Pero el “buen momento” que atraviesa el sector no esconde sus debilidades. Entre ellas, se cita que la mayoría de su masa laboral son trabajadores por cuenta propia, la elevada edad media de los directivos, la estacionalidad del modelo de negocio -una media de cinco meses y medio por temporada- o la baja rentabilidad de las empresas, que deja escaso margen para invertir y crecer. “Esto hace que los profesionales que quieren formar una familia o tener una estabilidad se replanteen su situación y opten por otro tipo de trabajos”, analiza Jubert.
Entre las posibles soluciones a adoptar, propone el volver a un IVA reducido del 7% o del 10%, similar al de las actividades culturales y deportivas –ahora es del 21%-, que permitiría a los autónomos tener margen para reinvertir y a las empresas dar estabilidad a las plantillas.
Turismo activo
El sector pide una rebaja del IVA o su reconocimiento como actividad industrial
También se baraja un aumento de sus tarifas, aunque no lo ven claro. “El miedo es que se convierta en un producto exclusivo y se pierda parte importante del mercado, que ahora son sobre todo familias con niños en verano”.
Además, consideran que los datos avalan la reclamación del sector del turismo activo para ser reconocidos como actividad industrial por las autoridades competentes. Esto les permitiría tener voz y voto en organismos como la Confederación Hidrográfica del Ebro, al mismo nivel que “regantes o hidroeléctricas” a la hora de tomar decisiones que les afectan.