La histórica librería Sant Jordi echó este viernes el cierre tal y como estaba previsto. Ya terminó la prórroga de su contrato de alquiler. Pero este adiós puede convertirse muy pronto en un hasta luego. Estos días se desarrollan unas negociaciones tremendamente delicadas entre los propietarios del local, los familiares del malogrado librero Josep Morales y una entidad dispuesta a alquilar el establecimiento a fin de darle usos culturales.
El asunto se dirimirá para bien o para mal en los próximos días. En todo caso, el histórico, catalogado y protegido mobiliario de la librería continúa allí. Los familiares de Morales no se lo llevaron. Se trata de un detalle que alimenta muchas esperanzas. Porque lo último que querría quien fue el alma de este negocio sería que sus estantes acabaran atestados de souvenirs, gafas de sol, camisetas con mensajes groseros...


