La actriz Elena Jordi debutó en escena en 1909. Pronto ganó una popularidad envidiada; se reveló capaz de actuar al lado de la gran Margarida Xirgu, pero también aparejada con el rey del vodevil Josep Santpere. Triunfó con dimensión espectacular en el Paral·lel.
Todo ello explica que, a diferencia de otras artistas, pronto ambicionara independizarse y afincarse en un espacio recién surgido: Via Laietana.
La popular actriz solo logró comprar la finca y levantar el edificio, pero no pudo inaugurarlo
Era 1918 cuando no dudó en comprar la finca del número 53 por medio millón de pesetas, cantidad más que respetable. Allí pretendía levantar un teatro propio para convertirlo en su altar y poder así decidir cuanto le viniera en gusto interpretar.
El arquitecto Josep Bona proyectó el edificio, con una fachada clásica protagonizada por tres arcos que recordaban los del Liceu o el Principal; malicio que era un parecido buscado y hasta anhelado.

El cine, al poco de ser inaugurado
Faltaba poco para ser cumplidamente terminado cuando la obra fue suspendida; la sospecha de que se reemprendería a renglón seguido resultó infundada. No quedó claro el motivo, aunque el capital allí invertido y también en la producción de su película Thais le había provocado una situación financiera insostenible. Su figura casi desapareció del firmamento estelar y al morir en 1945 nadie la recordaba. La impecable y exhaustiva biografía que le dedicó en el 2021 Josep Cunill Canals la hizo reaparecer con sus luces bien merecidas.
Aquel edificio pasó a manos de Vilaseca y Ledesma Cinematógrafos y Películas SA para convertirlo en su sede empresarial poco después de haber inaugurado la sala en 1923; el pretendido teatro Elena Jordi pasaba a ser Pathé Palace.
Fue promocionado desde un buen principio como “catedral de la cinematografía”, una altura que pretendía competir con la aparición del Coliseum, pero la verdad fue que no lo consiguió. Lo más relevante fue el estreno del ambicioso y vanguardista Napoleón de Abel Gance.
En 1940 fue españolizado como Palacio del Cinema. Pasó sin pena ni gloria hasta que el incendio devastador padecido en 1962 permitió a renglón seguido una reforma total, con una pantalla gigante y la oferta de las más grandes proyecciones cinematográficas.
La última etapa discurrió al amparo de películas más o menos eróticas. Cerró en el 2001.
Cuaderno barcelonés
Lo poco que queda
Recordar cuánto encajó el palacete Frederic Marcet proyectado en 1890 por Tiberi Sabater permitirá valorar el peligro acechante. Fue vendido y destruido el interior para acoger en 1941 el teatro Comedia. La puerta del chaflán, pues la principal estaba en el jardín, fue deformada y agrandada bajo una visera. En 1960 fue transformado en cine y la fachada central acabó ocultada tras la gigantesca publicidad que ascendía hasta casi el frontón. En los años 90 fueron reducidos al mínimo los cartelones anunciantes y rodeados con gran aplacado marmóreo blanco, disonante con la piedra. En 1995 fue ampliado el edificio hasta tocar el hotel. La porción histórica de la fachada ya había quedado reducida en su día a menos de la mitad al introducir las tiendas. Restaurada hace pocos años, apareció disfrazada con un color moniato; lo denuncié y fue corregido. El museo Thyssen pretende encajar detrás una gigantesca volumetría que humillará lo poco que resta del palacete: una bochornosa y ridícula actuación urbanística. Prefiero el derribo de la reliquia y levantar así un edificio de gran categoría.