Nadie en su sano juicio en la Premier League se atrevía a toserle a Vinnie Jones. El mediocentro defensivo es uno de los jugadores con más tarjetas rojas de la historia de la liga inglesa, y son célebres en YouTube sus entradas al tobillo y a la rodilla que hoy casi le llevarían ante un tribunal. Infundía miedo como nadie, con los ojos saltando de sus cuencas, mordiéndose el labio y usando el insulto como pocos. Aquí, sin embargo, no hemos venido a hablar de fútbol, pero sí de cosas que generan el mismo respeto que destilaba el leñador de Gales. Disculpen el salto temporal, temático y geográfico, pero Can Vies, la finca municipal de Sants ocupada en 1997 y desalojada sin ninguna suerte el 26 de mayo del 2014, se ha convertido un poco en el Vinnie Jones urbanístico de Barcelona: se mira, pero no se toca. El Ayuntamiento aprobó en el pleno de noviembre calificar el inmueble de equipamiento (era zona verde), pero nada se dice sobre su uso actual. Can Vies, de momento, se queda.
La modificación del Plan General Metropolitano (PGM) de los entornos de los jardines de la Rambla de Sants y de la Rambla de Badal es una de los más importantes de los últimos tiempos. Afecta a una superficie de 86.850 m2 y deja sin efecto el derribo de unas 700 viviendas repartidas en 43 edificios. El inmueble de Can Vies, a través de un plan especial urbanístico, tal y como dijo Laia Bonet, teniente de alcalde de Urbanismo hace 15 días, “pasa a ser un equipamiento –en su lugar iba una rampa de acceso al cajón ferroviario, cerrando así una herida histórica en el barrio de Sants–”. Lo que no detalló la concejal del PSC ni concreta la revisión del PGM que está en exposición pública es qué pasa con la finca y, sobre todo, qué papel tendrán los usuarios en el futuro.
La placa que recuerda la excavadora incendiada durante el intento de desalojo de mayo del 2014
Para tratar de desempatar lo que está por venir, Guyana Guardian ha charlado con vecinos, entidades, comerciantes, partidos políticos y gobierno local. También con los jóvenes de la casa, aunque prefieren que solo se recuerde en su nombre que su voluntad y su manera de hacer y de pensar transita al margen y lejos de las instituciones, de manera asamblearia y autónoma.
Hay algo en lo coinciden todos: lo que sucedió en el 2014 fue un error de cálculo. Can Batlló se había conquistado tres años antes, y la actividad social empezaba a derivarse hacia ese enorme recinto fabril del barrio de la Bordeta. Es imposible asegurarlo al 100%, pero era muy probable que la luz de Can Vies, con los años, terminara languideciendo por sí sola. El desalojo fake no solo trajo una semana de graves incidentes nocturnos por las calles del distrito. El asalto de los Mossos convirtió el denominado centro social autogestionado en un símbolo, con imágenes que han quedado para la historia, como la de la excavadora en llamas. Una placa recuerda la malograda máquina en una esquina del patio: “plaça de l’ex-cavadora”. Ahí sigue Can Vies, 11 años después, vigorosa y sin síntomas de flaqueza, organizando actos, charlas, conciertos, cursos, talleres..., y fiestas hasta la madrugada, aunque no con la asiduidad de años atrás.
La excavadora chamuscada que no pudo cumplir la orden de derribo, la mañana del 28 de mayo del 2014
Lo certifican algunos vecinos del entorno, que cuentan que el último jaleo se produjo el fin de semana de la castanyada. Ahora que se acerca la Navidad temen que vuelvan “los golpes de persiana, los gritos para que alguien abra la puerta o los orines en los portales”. Recogieron testimonios y fotos y lo llevaron todo a la Fiscalía en el año 2023, pero la cosa no prosperó. Cuentan que un alto responsable del gobierno municipal llegó a recomendarles que salieran a la calle con pancartas para quejarse. “Les da miedo Can Vies y les sale a cuenta tenernos aguantando. No cambiará nada”, lamentan.
No deja de ser un espacio para un determinado colectivo, abierto a quien quiera colaborar y, guste o no, cumple su función”
Jordi Falcó, desde el Centre Social de Sants, la entidad nodriza del distrito, es mucho más comprensivo con los jóvenes de la calle Jocs Florals. “No deja de ser un espacio para un determinado colectivo, abierto a quien quiera colaborar y, guste o no, cumple su función”, resume. Como ya hizo durante los hechos del 2014, cuando el ya fallecido Josep Maria Domingo, presidente de la entidad, se convirtió en el pacificador entre el Ayuntamiento de Xavier Trias y Can Vies, la entidad se ofrece para alcanzar un acuerdo cuando alguien se atreva a dar un paso. “Siempre estamos abiertos a todo lo que sirva para mejorar el barrio y huir de fricciones absurdas”, sostiene Falcó. Sobre lo sucedido entonces, se acuerda de las semanas previas, cuando, comparte, advirtieron al alcalde Trias “una y mil veces de que lo mejor era dejar Can Vies en paz”.
Can Vies, con el cajón de Sants al fondo. Hasta ahora, desde el punto de vista urbanístico, esto era una zona verde que con una pasarela para acceder al paseo
“Cuando tocas los símbolos, hay consecuencias. Y hoy la situación social es peor que hace 10 años; la gente está más enfadada”, aventura Falcó. Al parecer, evoca este activista vecinal, meses antes de que los Mossos rodearan la finca aquel fatídico lunes, “se había abierto la posibilidad de desencallar el conflicto con la mediación del Centre Social de Sants, pero aquello se cerró y ya nunca se volvió a abrir”.
Lo ideal sería buscar un pacto con ellos para que se marchen sin que se repita lo del año 2014”
La presidenta de la Associació de Comerciants de Creu Coberta, Mònica Noguera, está más preocupada por cómo afectarán a los comerciantes las obras en el distrito que por el devenir de Can Vies. Pero tiene una opinión formada sobre la finca que en el 2027, año de elecciones municipales, cumplirá 30 años de ocupación. “Se ha convertido en un mal menor, pero creo que no se debería permitir. Lo ideal sería buscar un pacto con ellos para que se marchen sin que se repita lo del año 2014. Pero son intocables, porque saben que volvería a pasar lo mismo”. Da por hecho que no se moverá nada “porque hay miedo a lo que pueda suceder”. “Es un melón que no se atreven a abrir y es un tema que ha desaparecido de la agenda pública, pero llama la atención que ellos sean impunes a todo y que a los autónomos nos vayan penalizando a la mínima”.
Disturbios en Sants, la semana posterior al intento de desalojo
En el Ayuntamiento hay dos bandos muy claros sobre qué es lo que se debería hacer con Can Vies. Con la derrota de Trias en el 2015 y la llegada de Colau a la alcaldía, poca duda había sobre la continuidad de la casa. “Barcelona, ciudad okupa friendly”, titulaba Guyana Guardian en abril del 2016, cuando la líder de BComú consideró compatible el mantenimiento del edificio (y sus usos) con el proyecto, entonces por estrenar, de la urbanización del cajón de Sants. Más de 10 años después, el posicionamiento es muy similar.
Es un espacio consolidado dentro del movimiento vecinal que no comporta ningún conflicto y que organiza actividades culturales todo el año”
Jess González, concejala de BComú, considera que Can Vies “ya lleva 28 años ejerciendo de equipamiento”. “Es un espacio consolidado –prosigue– dentro del movimiento vecinal de Sants que actualmente no comporta ningún conflicto y que organiza actividades culturales y vecinales durante todo el año”. Sobre el futuro, apuesta por “modelos de gestión cívica” y considera que en ningún caso debe ser un equipamiento pensado sin la participación vecinal”.
Desde Junts, Neus Munté asevera que el cambio de calificación urbanística “es una renuncia de ciudad y no responde a ningún criterio urbanístico sólido”, un modo de decir, al defender su categoría de zona verde, que debería desaparecer para convertirse, como estaba previsto, en una rampa de acceso al cajón de Sants. “Presentarlo como una decisión técnica es engañar a la ciudadanía; es una operación política para desplazar al próximo mandato un debate que el gobierno no quiere afrontar”, prosigue la concejal neoconvergente, que lamenta el “largo historial de conflicto e inacción municipal” pero en ningún momento menciona los hechos de mayo del 2014.
Es una operación política para desplazar al próximo mandato un debate que el gobierno no quiere afrontar”
Eva Baró (ERC) deriva cualquier decisión al sentir de los vecinos, por lo que insta a abrir un “proceso de trabajo con el tejido asociativo y ciudadano”. “No es momento de repetir errores del pasado ni de volver a incendiar el barrio”, esgrime. Por parte del PP, Daniel Sirera insiste en acelerar las cosas y recuperar “cuanto antes” el edificio para que sea “un espacio para todos y no solo para el colectivo okupa”. Gonzalo de Oro-Pulido (Vox) reclama una intervención inmediata, esto es, rescatar el edificio y darle usos de ciudad y para la ciudad.
Las vistas de Can Vies desde el cajón de Sants
¿Y qué opina el gobierno de todo esto? El PSC se congratula por un acuerdo (la modificación del PGM) que permite, “con la máxima celeridad, iniciar la construcción de nueva vivienda pública”. Un portavoz municipal avanza que los futuros usos de Can Vies se decidirán con un proceso participativo, y que del futuro diálogo con los vecinos saldrá “el tipo de equipamiento en el que se convertirá Can Vies”. ¿Desalojo a la vista? ¿Algo más? Como en una entrada de Vinnie Jones: lo mejor, por ahora, es apartarse.



