El centenario del metro de Barcelona, que celebrará oficialmente su aniversario el próximo 30 de diciembre, está dando no poco que hablar. A las iniciativas ya organizadas —la exposición de cinco convoyes que llevaban años criando telarañas en las cocheras, una muestra en el Palau Robert que recorre el siglo de historia o las puertas abiertas en las estaciones fantasma de Gaudí y Correos — hay que sumarle desde hoy una nueva propuesta que afectará de forma directa a unos 22.000 pasajeros diarios.
Es sabido que uno de los tramos más tediosos del transporte público de la ciudad es sin duda el eterno pasillo de 237 metros que conecta las línea verde (L3) con las líneas lila (L2) y amarilla (L4), en el intercambiador del metro de paseo de Gràcia. Pues bien, el Ayuntamiento de Barcelona anunció a principios de año su intención de intervenir en ese punto negro con una iniciativa destinada a hacer el trayecto algo más ameno. Esta mañana se ha presentado y puesto en marcha una instalación interactiva, sonora y visual, que incorpora inteligencia artificial, y que actúa sobre 35 metros del recorrido. La prueba piloto, que tiene un coste de 50.000 euros, estará activa durante los próximos tres meses.
La iniciativa, bautizada como Ars Gràcia, nace con la voluntad de “alterar la percepción del tiempo y del espacio” mediante un sistema que reacciona al movimiento de las personas y que evoluciona en función del flujo de usuarios. El proyecto es obra de Artificia y ha sido seleccionado entre las 60 propuestas presentadas a una convocatoria impulsada por TMB y el Ayuntamiento.
La instalación sonora y visual reacciona en función del flujo de usuarios
Más allá de la capa tecnológica, uno de los ejes centrales es la música en vivo y el papel de los intérpretes que actúan habitualmente en el metro. La instalación incorpora un pequeño escenario equipado con sistema de amplificación y pantallas LED que ha de permitir a los músicos de la Asociació de Músics del Carrer i del Metro de Barcelona actuar, según sus responsables, “con mejores condiciones acústicas y visibilidad”. El espacio también muestra información sobre los artistas, como datos de contacto, e incorpora un código QR con sistemas de pago digital, lo que eliminará de un plumazo el eterno argumento, verdadero o no, de no llevar dinero encima.
Cada músico cuenta con una tarjeta personalizada que le identifica al llegar al espacio. A partir de este momento, se activa su perfil en las pantallas y se gestiona su turno de actuación, que será alrededor de dos horas. Una vez finalizado, el sistema pasa automáticamente a una suerte de modo autónomo en el que la inteligencia artificial tomará el relevo y generará imágenes y música a partir del movimiento de los pasajeros.
David Hernández, director del proyecto, dice que el sistema no recoge datos personales, pues funciona mediante sensores que interpretan el flujo sin identificar a nadie. Además, uno de los objetivos de la instalación —subraya— es reforzar la percepción de seguridad en este tramo en franjas horarias con menor afluencia, especialmente de madrugada. Durante el acto de presentación, Hernández ha defendido el proyecto como un paso hacia la “dignificación y profesionalización” del músico en el metro.
En la misma presentación, el alcalde Jaume Collboni ha recordado que el metro sigue siendo la principal forma de desplazamiento de los barceloneses y ha enmarcado la prueba dentro de la apuesta de la ciudad por la innovación aplicada a lo cotidiano. “Uno siempre intentaba ahorrarse este pasillo eterno y buscaba cualquier alternativa posible; con esta instalación, todos los pasajeros tendrán ganas de pasar por este tramo”, ha subrayado Collboni, quien ha expresado su confianza en poder prolongar este proyecto en el futuro.

