La estación de mercancías de la Sagrera queda vacía a la espera de su demolición

Infraestructuras

Los ingenieros que trabajan en las obras de la nueva estación se han mudado, igual que los ocupas que vivían en las plantas superiores

Todos los accesos del edificio centenario desde el que se dirigía la gran obra ferroviaria han sido tapiados

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Estado en el que se encuentra una de las viviendas de las plantas superiores del inmueble

Nacho Vera

Ya no queda nadie en la antigua estación de mercancías de la Sagrera, con todas las puertas y accesos tapiados. En su interior descansan atrapados los restos y los recuerdos de una larga historia que empezó en 1922 y ha acabado en diciembre del 2025. El monumental edificio centenario está condenado a la piqueta para dejar paso a los avances en la urbanización del entorno de la futura estación de la Sagrera a no ser que llegue un inesperado indulto en el último momento.

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Operarios tapiando la entrada al edificio el pasado viernes al mediodía

Nacho Vera

En la planta baja de este inmueble ha trabajado durante los últimos 17 años el personal técnico al frente de las obras de la nueva estación. Lo han hecho en el mismo espacio donde hasta los años 90 se expedían mercancías que entraban y salían de Barcelona en ferrocarril al resto de España y al extranjero. Por aquel entonces, en las plantas superiores vivían familias de ferroviarios en unos luminosos pisos de techos altos a los que se llegaba a través de una escalera noble que no tenía nada que envidiar a los señoriales edificios del Eixample. También había un espacio más modesto de pernoctación para maquinistas y personal que debía pasar una noche allí.

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Vestíbulo que daba acceso a diversas de las viviendas para personal del sector ferroviario que luego fueron ocupadas

Nacho Vera

Cuando se fueron las últimas familias que vivían legalmente en los pisos, en el 2011, en plena crisis económica llegaron los ocupas. Un número variable de personas han estado allí incluso empadronadas hasta mayo de este año, como atestiguan varios ejemplares de Guyana Guardian abandonados en una cocina con el que se envolvieron cuidadosamente unos cuadros que alguien en el último momento de la mudanza decidió abandonar. Una olla se quedó puesta en la cocina como si fuesen a volver al día siguiente. 

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Una cocina congelada en el tiempo desde que sus habitantes se fueron en mayo

Nacho Vera

La parte habitada por familias contrasta con otra más problemática en la que sus inquilinos dejaron jeringuillas usadas y todo tirado por el suelo. Arriba, una azotea con vistas privilegiadas en las que se instalaba una gran piscina en verano.

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La convivencia tranquila de algunas viviendas contrastaba con la droga y la vida más agitada de otras

Nacho Vera

En el edificio convivían dos mundos paralelos, cada uno de ellos con una entrada distinta: ingenieros y jefes de obra en la planta baja, ocupas en las superiores. Los de arriba sabían cuando podían hacer ruido y cuando era mejor pasar desapercibidos, como hicieron en los días señalados en la historia de este lugar, como fueron el registro de la Guardia Civil por sobrecostes que detuvieron las obras dos años en el 2016 o la presentación del plan de Rodalies con el entonces ministro José Luís Ábalos en el 2020.

El coordinador de las obras de la Sagrera, Luis Ubalde, que ahora también es el jefe de la oficina técnica del plan de Rodalies, ejerce de guía para este diario por todos los espacios del inmueble minutos antes de que sea tapiado. Sus habituales explicaciones técnicas e históricas muy meticulosas las impregna esta vez de historias más humanas vividas en este inmueble, “donde los de arriba tenían a favor la ley... De la gravedad”, según cuenta con una sonrisa. Esto es, que si en algún momento los ocupas se enfadaban por algo y querían hacerse notar, colapsaban los bajantes y las aguas fecales inundaban las oficinas de la planta baja.

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Mobiliario abandonado por los últimos ocupantes del edificio

Nacho Vera

Ubalde fue el último en salir el viernes del edificio en el que ha trabajado los últimos 15 años. El personal técnico de las obras de la nueva estación de la Sagrera ya ha trasladado todos sus documentos, planos y maquetas con los que trabajaban en este privilegiado mirador desde el que han visto avanzar el proyecto de infraestructuras de mayor dimensión que hay en marcha en Catalunya. 

“La estructura del edificio ha impulsado un trabajo sin parcelas, con una comunicación transversal entre los diferentes equipos que ha impulsado la coordinación y la motivación para hacer avanzar las obras”, destaca Ubalde, que trata de imponer su habitual posado de ingeniero serio. Lo consigue de aquella manera, ya que acaba visiblemente emocionado al recordar el paso de la vida durante todo este tiempo: aquellos que ya no están y los que han ido llegando.

El edificio propiedad del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) ahora pasa a manos del consorcio Barcelona Sagrera Alta Velocidad (BSAV), que es quien ya ha encargado el proyecto ejecutivo del derribo. Si nada lo evita, en el lugar se levantarán pisos y un terraplén que unirá con la futura estación y el parque lineal proyectado en su cubierta.

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