“Oye, este carrito lleno de cartones no puede estar ahí” le espeta Cote a un comerciante de origen paquistaní, que acababa de incumplir la ordenanza municipal. “Sí, sí, perdona, no volverá a pasar”, responde este. Cote Amaya es uno de los agentes cívicos que el Ayuntamiento de Sant Adrià de Besòs (Barcelonès Nord) ha desplegado en el barrio de la Mina, en concierto con el Servei Públic d’Ocupació de Catalunya (SOC) y que ha sorprendido por el alto grado de aceptación entre los vecinos del arrabal que ya supera los 10.000 habitantes. “Nunca antes un programa social había tenido tanto éxito en la comunidad de la Mina” se sorprenden desde el Consistorio.
La clave del éxito del programa, a criterio de Cristina Obregón, concejala de Drets Socials, es que “a diferencia de otras ocasiones, los que actúan de agentes cívicos son vecinos del propio barrio”. Apoya esta aseveración Paco Vargas, concejal del barrio de la Mina que pone como ejemplo que “hace dos años implantamos el mismo programa, pero los agentes, que no eran de aquí, no querían ni entrar en el barrio”.
Ahora, en cambio, desde el pasado mes de diciembre, los cinco agentes, dos mujeres y tres hombres, contratados durante nueve meses se han convertido en una pieza esencial en la convivencia y la cohesión social, que además ejercen de nexo entre el barrio y el gobierno municipal.
Cote Amaya, es miembro de una de las familias gitanas más conocidas del barrio, pero además es pastor de la Iglesia Evangélica y fundador del popular torneo de fútbol Gipsy King que “cada fin de semana deja el barrio desierto, todos están en el polideportivo”. Si para el miembro de los Amaya el deporte es un gran motor de integración también lo es el civismo. “Desde que se ha desplegado el programa ya no ves bolsas de basura esparcidas por el suelo”.
Los agentes cívicos repartiendo los programas de actividades en comercios .
Iván, otro de los agentes cívicos que acaba de finalizar un máster en antropología y que a diario recorre el barrio hasta más allá del mediodía, pese a no ser de La Mina, corrobora el cambio que ha propiciado la presencia de los chalecos amarillos por las calles.
“Están consiguiendo cosas que ni el propio ayuntamiento podía llevar a cabo”, pequeños conflictos enquistados que contribuían a la degradación del espacio. Un claro ejemplo es la necesidad que tenía la compañía Aigües de Barcelona de proceder al cambio de los contadores por otros más modernos. “Era imposible acceder a los domicilios, nadie les quería dar la llave de los contadores”, pero todo cambió cuando los agentes “que en realidad somos más mediadores” intercedieron. Como reconocimiento, la empresa ha enviado una carta al Ayuntamiento loando la labor de los agentes cívicos, “sin los que hubiera sido imposible trabajar aquí” escriben. Muchos de estos contadores estaban en situación irregular, “pinchados” reconoce Amaya. A nosotros “nos hacen caso porque somos del barrio y saben que no les vamos a engañar”. Pero además “a los que más lo necesitan les ayudamos a tramitar los bonos sociales en la compañía”. “Esta es otra de las labores más apreciadas” incide Adriana Oltra, la técnica municipal que coordina el programa: “Son conocedores de la administración y pueden intermediar con las oficinas municipales para ayudar a los vecinos”.
La armilla amarilla ayuda, pero no lo es todo
Una situación que ejemplifica Jessica, otra de los agentes cívicos, es el mal estado en el que se encontraba el tramo final de la Rambla del Camarón, entre el edificio Venus y Marte. “Era una reclamación recurrente e insistimos con los servicios técnicos para que la reparasen”. Hace pocos días una brigada de operarios empezó a reponer los adoquines en mal estado. “Mandan más que la alcaldesa” ironizaba uno de los obreros mientras cimentaba la base del adoquinado.
“Nuestro trabajo va más allá del civismo” razona Iván, otro de los contratados temporalmente. “Nuestra implicación es mayor porque somos vecinos y sabemos muy bien lo que necesita y de lo que carece el barrio”. En este sentido subrayan que “la armilla amarilla ayuda, pero debemos actuar con mucho tacto porque a los vecinos no les gusta que se les imponga la autoridad y por ello intentamos hacerles ver que somos uno más”.
La clave del éxito es que, a diferencia de otras veces, los agentes cívicos son vecinos del barrio
Desde el Ayuntamiento de Sant Adrià, el programa inicialmente se enfocó a dar oportunidades reales a las personas en situación de desempleo o riesgo de exclusión, con el ánimo de reactivar la vida económica y social de barrios como la Mina. Pero el éxito abrumador de la iniciativa, como admite Obregón “nos hace replantearlo y hacer un esfuerzo para que tenga continuidad”.
El programa ‘Treball als Barris, Civisme al Barri’ resume Adriana Oltra “es mediación, es comunidad, es lograr acuerdos, es acoger, es transformar el diálogo, es coordinar, resolver, es enriquecer y dignificar el barrio”. Es un ejemplo de política pública que apuesta por la proximidad, la justicia social y el desarrollo local.
El programa empezó en diciembre y finaliza el próximo septiembre. Los cinco vecinos “de la armilla” como así les llaman algunos: Israel, Jessica, Cote, Aurora e Iván, volverán a estar desocupados y ya sufren por ver aproximar la finalización del contrato. “Nos sentimos tan satisfechos por el trabajo hecho que nos gustaría que esto no se acabase y que lo logrado pueda permanecer”. Una aspiración que pretende asimilar el Consistorio y “consolidar iniciativas de éxito como los agentes cívicos” reconoce Paco Vargas, para lo que asegura “llamaremos a todas las puertas para que los agentes cívicos no dejen de patrullar por nuestro barrio”.


