El verano acaba de arrancar y Catalunya suma ya alrededor de 10.000 hectáreas de campos de cereales, bosques y monte bajo arrasadas por las llamas. Es la mayor superficie quemada, entre un mes de junio y julio, desde que se tienen registros (1986) en un inicio de campaña estival. Han bastado diez días y un “cóctel perfecto” para desbaratar la estadística. Tras un mes de junio muy tranquilo –se habían quemado menos de 10 hectáreas– los grandes incendios de la Segarra y del Baix Ebre han dado un vuelco a la situación. Esos fuegos han entrado, además, en la lista de los cinco peores incendios forestales en Catalunya desde el año 2000, o lo que es lo mismo del siglo XXI.
Dos preguntas, ahora, obligadas tras esta realidad. ¿Qué condiciones han provocado la propagación de esos devastadores incendios? ¿Qué cabe sperar de lo que queda de verano? Responde Josep Vilalalta, subinspector del Área de Prevención e Investigación de Incendios de Agents Rurals.
La situación ahora se ha relajado después de que 200 municipios estuvieran en riesgo muy alto de incendio
A la primera pregunta, Vilalta responde con una paradoja: “Veníamos de una de las primaveras más lluviosas que se recuerdan y hemos empezado el verano con la peor cifra de superficie quemada desde que hay registros”. ¿La explicación? En los dos fuegos de la Segarra y el Baix Ebre esas precipitaciones –aunque no fueran tan generosas en esos dos territorios, como en el resto– generaron “mucho combustible”. En Lleida en forma de cereal, aún no recolectado, y en Tarragona con monte bajo.
Con ese material inflamable esperando la primera chispa, llegó la ola de calor. “Un terreno que estaba hidratado se secó con mucha rapidez”, continúa Josep Vilalta. Pero aún faltaba otro ingrediente para “el cóctel perfecto”. En ambos fuegos, recuerda el mando de los Agents Rurals, “se desataron tormentas de viento con rachas de hasta 100 kilómetros por hora y parar las llamas al juntarse todos esos elementos ha sido muy complicado”.
Con las lluvias más recientes, la situación ha mejorado muchos en los últimos días, “pero eso no quiere decir que haya que bajar la guardia”, alerta Vilalta. Hace poco más de una semana “teníamos en Catalunya 200 municipios en riesgo muy alto de incendio y hoy (por el pasado jueves) esa alerta no pasa de moderada-alta”. Es un respiro al haber cambiando las condiciones meteorológicas, “pero el combustible acumulado por la primavera lluviosa sigue estando en el terreno y si el clima vuelve a cambiar en los próximos días se puede entrar otra vez en la máxima alerta”. Así que este subinspector de los Agents Rural insiste en el mensaje a la ciudadanía que también llega desde la Conselleria de Interior y Bombers: “extremar durante todo el verano la precaución en los espacios abiertos”.
Máxima precaución
Con la mirada puesta en Tarragona y Lleida
Las comarcas del sur de Tarragona y Lleida son las que menos lluvia han recibido esta primavera. De ahí que estos territorios estén ahora en el punto de mira de los Agents Rurals, que son los que pisan el terreno y advierten de las alertas. Las zonas boscosas y campos de esas áreas están más secas que la zona del norte de ambas provincias, donde el riesgo de incendio es en estos momentos moderado al estar el monte más hidratado. Lo lluvia que cayó en el sur, aunque fuera en menor cantidad, ha hecho crecer la vegetación
Si se echa la vista atrás lo ocurrido estas dos semanas a caballo entre junio y julio solo puede compararse con el peor año de este siglo, en superficie quemada, que fue el 2012. Durante todo ese verano ardieron en Catalunya 18.000 hectáreas. Hay que destacar que este año la estadística anima poco al optimismo, pues a 13 de julio de 2025 se han quemado ya más de la mitad de las hectáreas arrasadas durante el 2012. El año 1994, con casi 77.000 hectáreas de superficie forestal arrasada, y 1998, con 21.000, han quedado, por su parte, grabados en la lista de los ejercicios más negros con el fuego de la historia reciente.