Repensar el modelo de los cuidados en las zonas rurales. Éste es el espíritu de una iniciativa gerundense que busca “empoderar” a las trabajadoras para que conozcan sus derechos y “dignificar” un sector que todavía está “precarizado”.
Por eso, reclaman más compromiso a la administración ante las “nuevas necesidades”. Al frente están la cooperativa ripollesa Hèstia Benestar y el Ateneu Terres Gironines. Llevan más de dos años trabajando conjuntamente para formar a las trabajadoras y “romper su aislamiento”, no sólo porque están en zonas rurales, sino también para “hacer red”. Y es que una parte importante son personas migradas, algunas en vías de regularización de papeles. El Ripollès es la comarca más envejecida en la demarcación de Girona.
La formación es una de las acciones que están desarrollando en este proyecto transversal que quiere extenderse como una mancha de aceite a otros sitios. “Los cuidados en las ruralidades tienen unas características diferentes a las urbanas, donde ya está más trabajado”, explica el coordinador del círculo de cuidados y personas migrantes del Ateneu Terres Gironines, Xavi Iglesias.
Y pone el ejemplo del Ripollès, donde la población de más de 65 años representa el 24%, cinco puntos más que la media catalana. Y la tendencia es que siga aumentando, puesto que cada vez hay más personas longevas. Esto hace que el sector de los cuidados, señala, sea cada vez “más necesario”.
A nivel geográfico, las trabajadoras suelen estar en masías aisladas, no tienen tanta facilidad para salir y esto dificulta su acceso a “encontrarse con otras personas oa formarse”. Unas dificultades que también sufren los familiares de los mayores para acceder a los servicios públicos.
Hacer red y romper el aislamiento
En concreto, ofrecen dos cursos de 35 horas y 80 horas que están teniendo cada vez más seguimiento. Se programan en distintos lugares de la demarcación de Girona. Gracias a esta iniciativa, detalla Iglesias, las trabajadoras “hacen red” y “comparten las inquietudes y necesidades, algo que antes no podían hacer porque no se conocían”. De rebote, también afloran situaciones de “vulnerabilidad” y abusos, que hasta ahora podían sufrir en silencio.
“En trabajos de 7/24 -cuando viven en el domicilio de la persona a cuidar- nos hemos encontrado trabajadoras a las que no se les permitía el descanso que les corresponde o que se les pedía que aprovecharan para ir a recoger niños a la escuela o ir al supermercado”, un trabajo por el que no se les había contratado, detalla Txell Descarrega. Lo que han visto es que muchas accedían a hacerlo porque no conocían bien sus derechos o por miedo a ser despedidas. “La formación les da seguridad y las empoderamos”, remarca Descarrega.
En cuanto a las condiciones laborales, la mayoría son mujeres migrantes -algunas en proceso de regulación porque no tienen papeles aunque también las hay que sí las tienen-. Las formaciones también están abiertas a mujeres que cuidan a familiares. “También a hombres, un sector en el que también comienzan a trabajar porque hay familias que buscan ese perfil”, remarca.
La idea es ser punta de lanza para mejorar el sector. “Estamos abriendo alternativas al trabajo de los cuidados, queremos que sea una realidad y que no se quede en un programa piloto”, subraya Iglesias.

