Un Morante sublime abre, por primera vez en su carrera, la Puerta Grande de las Ventas en la corrida de Beneficencia

Feria de San Isidro

Fernando Adrián corta una oreja; esfuerzo sin recompensa de Borja Jiménez y buena corrida de Juan Pedro

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El diestro Morante de la Puebla en la faena a su segundo toro durante la Corrida de la Beneficencia, en San Isidro (Madrid)

JUANJO MARTIN / EFE

La Corrida de Beneficencia, cuyos orígenes datan del siglo XVII y el motivo que la da nombre hace décadas que se perdió, tiene la vitola de ser la más importante de la temporada, pues en ella se acartelaban los toreros más destacados en San Isidro y la preside el gobernante del momento, de Felipe II a Felipe VI (salvo excepciones como la de hoy).

Ocurre que desde hace unos años la Beneficencia se anuncia en el mismo pack que la Feria de San Isidro, tres o cuatro meses antes de que esta comience, y así, claro, resulta difícil mantener tal premisa.

En la de hoy, Morante de la Puebla (deslumbrante en su única tarde isidril), Fernando Adrián (tercera tarde en la Feria y tercera Beneficencia consecutiva) y Borja Jiménez (en un tris de abrir la Puerta Grande hace unos días). Se echaba en falta a Fortes e incluso los hay que hubieran optado por Morante en solitario.

¡Ah!, los toros para la ocasión, de Juan Pedro Domecq. Y la plaza ... abarrotá.

Acabado el paseíllo, la terna saludó una clamorosa ovación, algo poco usual en Las Ventas.

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Azul oscuro y azabache el vestido, azul la montera dieciochesca, Morante de la Puebla saludó al que abría plaza con cuatro verónicas que fueron caricia, tres chicuelinas arrebujás, una airosa revolera y los olés sonaron con fuerza, como en las verónicas del quite tras el primer puyazo. Después, en su turno, quitó por ajustadas gaoneras Fernando Adrián.

Brindó Morante a la Infanta Elena, en una barrera y el inicio de faena con ayudados por alto fue cualquier cosa.

Redondos, girando sobre los talones, acompasados cuerpos y alma, que el toro tomó con vibración, cambio de mano y naturales, corazón y muleta por delante, ajustados, solemnes y uno de pecho catedralicio.

Estoconazo fulminante, locura en los tendidos y oreja como premio (rácano) al prodigio. La vuelta al ruedo lenta y solemne, como su toreo, la sonrisa en el rostro, las flores y el romero en la mano, los puros guardados en el bolsillo de la chaquetilla.

El cuarto bajó en presentación, para deleite de unos cuantos que lo hicieron patente con sus ¡miaus!, más aún con la debilidad que mostró.

No hubo lucimiento posible con el capote y el gesto amostazado de Morante lo decía todo.

Pese a ello y los miaus, Morante arrancó olés en el torerísimo inicio de faena y en los redondos acinturados.

Embroque y ligazón como argumento. De uno en uno tiró de las embestidas en los naturales que pusieron la plaza en pie, como en los derechazos que siguieron, ya los “gatos” escondidos en su silencio. Adornos, torería impar, enfrontilados naturales, arrebato.

La estocada caida no restó para que la petición de oreja fuera atendida por el presidente ( con los discrepantes de guardia haciéndose oir ) y Morante, roto de emoción, paseó el trofeo que le abría, por primera vez , la puerta grande de Las Ventas. Justicia poética para un torero de época que aúna y trasciende todas las épocas del toreo.

Templado recibo capotero por verónicas de Fernando Adrián rematado con una media a la cadera en el primero de su lote y chicuelinas de mano baja de Borja Jiménez en el quite. El brindis, a la misma destinataria que el anterior.

Rodilla en tierra el inicio de faena previo a derechazos de mano baja con el toro embistiendo humillado y largo. Buen trazo en los naturales y mejor cuando volvió a la diestra, rematando con bernadinas y uno de pecho muy largo. Estocada algo defectuosa pero de rápido efecto y petición de oreja suficiente para que el usía sacara su pañuelo. Aquello de las comparaciones son odiosas, pues eso.

Con tres faroles de rodillas recibió Fernando Adrián al quinto y ya de pie con variedad de lances. El toro tomó dos varas mostrando buena condición y esta vez fue Díaz Ayuso la agraciada con el brindis. Pues nada.

De rodillas, Adrián llamó al toro, se lo pasó por la espalda y de tal guisa toreo en redondo muy templado y largo. De pie, en el mismo son aunque el toro pareció ir a menos, agudizándose cuando cambió de mano y pitón, por lo que optó con el toreo de cercanías, sin mayores logros. Un metisaca dejó todo en silencio.

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El diestro Fernando Adrián

JUANJO MARTIN / EFE

Verónicas de suerte cargada de Borja Jiménez para saludar al tercero, que tomó bien el capote y apretó con fijeza en el caballo, cuidando mucho el castigo. Tercer brindis, igual receptora.

El inicio de faena por doblones no parecía el más adecuado a la justeza de fuerzas del toro y Borja pasó pronto a torear a media altura con la diestra con el de juampedro venido a menos. Naturales de uno en uno de buen dibujo y una última serie de redondos ya metido entre los pitones

intentando aprovechar embestidas ya cansinas. Se atascó con el estoque, el toro se echó y no hubo otra que apuntillarlo de tal guisa.

El mejor trance de los primeros tercios del que cerraba festejo se vivió en el tercio de varas, con fijeza y empuje el toro y picando en lo alto y medido Tito Sandoval.

Borja Jiménez aperturó faena con derechazos mandones y el toro respondió con fijeza y repetición. Más parado por el pitón izquierdo y naturales asentados de uno en uno.

Tampoco en este la espada funcionó.

La salida a hombros -que lo hace en parigüelas- de Morante de la Puebla premiaba lo hecho esta tarde, pero era también el reconocimiento a un torero que hace de cada una de ellas, triunfos o broncas al margen, un paréntesis de tiempo detenido entre tanta vorágine y sinrazón.

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