La visita del presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, y el rey Felipe VI a Gernika ha dejado la histórica imagen de los dos jefes de Estado rindiendo homenaje, en el cementerio de la localidad vasca, a las víctimas del bombardeo sobre la población civil de 1937 y, posteriormente, una declaración de desagravio por parte del mandatario alemán. En un momento de auge de la extrema derecha y de los discursos negacionistas sobre lo que fue el fascismo, los actos han tenido un componente simbólico relevante. En el País Vasco, no obstante, la posición del monarca ha sido cuestionada, al acompañar al presidente alemán, aunque sin pronunciar una petición de perdón o una lectura crítica en términos similares al mandatario alemán.
Los dos momentos centrales de la visita han tenido lugar en el cementerio Zallo de Gernika y en el Museo de la Paz de la localidad. En el camposanto, junto a un mausoleo en recuerdo de las víctimas del bombardeo, los dos jefes de Estado, acompañados por el lehendakari, Imanol Pradales, y otras autoridades, se han acercado a dos supervivientes del bombardeo, Crucita Etxabe y María del Carmen Agirre, y han homenajeado también, de manera solemne, a las víctimas mortales de la masacre, mientras se interpretaba la obra Gernika, de Pablo Sorozabal.
La mirada empañada de las supervivientes ha dejado entrever la dimensión de lo que se rompió en Gernika, lugar extraordinariamente simbólico para el pueblo vasco antes del bombardeo y, aún más, después del mismo.
El lehendakari, el presidente Frank-Walter Steinmeier y Felipe VI, con Crucita Etxabe y Mari Carmen Agirre, supervivientes del bombardeo
El emotivo momento se ha cerrado sin discursos, en silencio y de manera sobria y solemne. El mandatario alemán, además, ha dejado una corona de flores y ha hecho una reverencia frente al mausoleo en honor a las víctimas del bombardeo.
Posteriormente, en el Museo de la Paz de Gernika, en el centro de la localidad, los dos jefes de Estado han vuelto a rendir homenaje a las víctimas de la masacre y han charlado con las dos supervivientes del mismo que han acudido a esta cita con la memoria.
Tras este acto, el presidente alemán ha pronunciado unas palabras de condena con respecto al papel que su país jugó en el bombardeo, siguiendo el camino emprendido por su país ya en los años noventa, cuando tanto desde el Gobierno alemán como desde su Parlamento se pidió perdón por el bombardeo.
Steinmeier ha reconocido que el bombardeo “fue un crimen brutal” cuyo “único objetivo era la población civil”: “No olvidaremos el sufrimiento que se causó. Me inclino ante las víctimas y expreso nuestra solidaridad con los supervivientes”. El presidente alemán también ha lanzado una “advertencia para defender la paz, la libertad y la democracia”. “Ese es el mensaje que nos transmite hoy Gernika”.
GERNIKA (BIZKAIA), 28/11/2025.- La ertzaintza protege el paso del coche del rey Felipe VI ante una concentración por su visita a Gernika, este viernes. EFE/Miguel Toña
Es en este punto donde se ha quebrado la unidad que se le quería otorgar a los actos, organizados por la jefatura de Estado alemana dentro de la visita de Estado a España. Si bien la mera presencia del monarca se interpreta como un alineamiento con ese desagravio y ese reconocimiento a las víctimas, con el valor añadido de que se produce en un momento de auge de la extrema derecha y de los discursos revisionistas sobre el fascismo, en los últimos días se han multiplicado las voces que pedían al Rey que siguiera los pasos del jefe de Estado alemán y pronunciase un discurso de petición de perdón o de condena por el bombardeo, ejecutado por la Legión Condor alemana y la aviación italiana en connivencia con Franco.
¿Debe el Rey, como representante de la permanencia del Estado, pedir perdón por el bombardeo? Poco antes del inicio del acto de desagravio, Aitor Esteban, presidente del PNV, ha dejado clara la opinión de su partido: “Si Alemania, con un presidente que no tiene nada que ver con el régimen nazi, pide perdón, lo que no entendemos es que el Rey español venga a Gernika y no haga el mismo gesto”.
Mientras, EH Bildu, segunda fuerza en el Parlamento vasco, ha evitado participar en los actos de desagravio al considerar “hiriente” la presencia de Felipe VI. “El objetivo último del bombardeo era la humillación del pueblo vasco y atacar su corazón simbólico. El Estado español sigue sin asumir su responsabilidad al respecto”, han indicado al hilo de la visita. El diputado Oskar Matute ha ido un paso más allá: “Felipe VI, PP y Vox son los herederos de los responsables del bombardeo de Gernika, y ante ellos no cabe la equidistancia ni el blanqueamiento”.
La coalición abertzale ha participado en una de las concentraciones convocadas contra la visita del monarca, que a su llegada al centro de la localidad, a la espera del presidente alemán, ha escuchado las sonoras protestas. Algunos jóvenes han sido identificados en el contexto de una de las concentraciones, aunque no se han registrado altercados de calado.
Gernika, símbolo de las libertadas y el autogobierno vasco, referencia universal por el padecimiento de la población civil cuando se convirtió en banco de pruebas del fascismo, e icono de la paz gracias a la emblemática obra de Picasso, ha sido de nuevo un símbolo que se alza contra el negacionismo y el revisionismo. Contra las mentiras que a menudo acompañan a las mayores atrocidades.
Cumplidos 88 años desde aquella masacre, Crucita Etxabe y María del Carmen Aguirre han encarnado la memoria viva de la masacre y el relato de un trauma primero negado y después relativizado. Y su testimonio, amplificado por la presencia de dos jefes de Estado, ha servido para poner coto a la desmemoria.
El contexto
Los precedentes de Alemania
La cuestión de la petición de perdón por parte de España en relación con el bombardeo de Gernika es una cuestión controvertida y que colea desde hace años. En este caso, tiene mucho que ver con el contraste con la lectura crítica del pasado que ha realizado Alemania, también con respecto a Gernika. En el año 1997, el presidente de la república federal entonces, Roman Herzog, escribió una carta al Ayuntamiento en la que reconocía expresamente “la culpa” de su país en el bombardeo. Además, el Gobierno germano aprobó enviar 3 millones de euros, que se invirtieron en el polideportivo municipal, y el Bundestag, el parlamento alemán, emitió en 1998 una petición de perdón oficial.



