El anuncio de la visita de Felipe VI a Gernika, con motivo de la llegada a la villa foral del presidente de la República Federal de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, invita a viajar atrás en el tiempo antes de analizar el presente. Febrero de 1981. El lehendakari Carlos Garaikoetxea recibe en el aeropuerto a la Familia Real en su primera visita oficial al País Vasco desde la proclamación de Juan Carlos I en noviembre de 1975.
Son los años de plomo en Euskadi. En los 12 meses anteriores a la visita, ETA ha matado a un centenar de personas, durante los días de la llegada del jefe del Estado al País Vasco mantiene secuestrado al ingeniero José María Ryan y, en el extremo opuesto, la actividad terrorista de grupos como el Batallón Vasco Español y la Triple A alcanza su mayor virulencia. El año 1980, de hecho, había terminado siendo el más sangriento de la transición en Euskadi.
El rey Juan Carlos en la Casa de Juntas de Gernika, donde se produjo la protesta de los abertzales en 1981
La visita de los dos jefes de Estado llega en un momento de auge del negacionismo sobre el totalitarismo
Garaikoetxea, que con todo en contra se afana en desplegar el autogobierno vasco, ejerce de anfitrión también en la Casa de Juntas de Gernika: “Bienvenidos a este pueblo que es el vuestro. Ongi etorri ”. A partir de ahí, la historia es conocida. Nada más tomar la palabra, electos de Herri Batasuna comienzan a entonar el Eusko Gudariak , el himno del soldado vasco.
Juan Carlos I responde instándoles a que canten más alto, y la Ertzaintza termina desalojándolos. Se producen forcejeos y algunos golpes entre representantes políticos. Esa misma tarde, se registran disturbios en algunas localidades vascas. Dos días después, ignorando las enormes movilizaciones en Euskadi por la vida de Ryan, ETA asesina cruelmente al ingeniero de la central nuclear de Lemoiz. Dos semanas después, el ruido de sables desemboca en España en el 23-F.
El ahora rey Felipe VI asistió a aquel viaje al País Vasco, con apenas 13 años, aunque no llegó a entrar en la Casa de Juntas. Hoy, casi 45 años después, visita Gernika en un contexto muy diferente. Las instituciones de autogobierno se han consolidado, los niveles de convivencia en la sociedad vasca son asimilables a los de cualquier sociedad europea, la violencia y el terrorismo de motivación política forman parte del pasado, y los problemas que la ciudadanía vasca identifica como más acuciantes se parecen a los de otras sociedades occidentales.
El contexto general también ha cambiado, aunque se aprecian fracturas. La visita de Steinmeier y Felipe VI a Gernika llega en un momento de auge de la extrema derecha y, en paralelo, del negacionismo y revisionismo sobre lo que fueron los movimientos totalitarios, fascistas o filofascistas, del pasado siglo, incluido el franquismo. Esta situación ha quedado en evidencia, una vez más, con motivo del 50.º aniversario de la muerte del dictador.
Gernika, 1981.Protesta abertzale en la Casa de Juntas en la primera visita del rey Juan Carlos al País Vasco. Su hijo Felipe no estuvo en este acto, pero le acompañó en aquel viaje
Atendiendo a este contexto, la relevancia política de la visita es notable. La jefatura del Estado ha dado el paso de acompañar a Steinmeier en un acto que tiene un objetivo muy concreto: “homenajear a las víctimas del bombardeo de Gernika” por parte de la Legión Cóndor alemana durante la Guerra Civil, según recoge la Casa Real en su agenda. Obviamente, el Rey no participaría en el acto si no es de una manera acordada con el Gobierno de Pedro Sánchez, que ha dejado el peso de la representación al jefe del Estado.
Frank-Walter Steinmeier, frente al 'Guernica' de Picasso, esta semana.
En un momento de revisionismo y negacionismo del dolor y la destrucción que causó el fascismo, la visita tiene un evidente componente simbólico. La villa foral no solo es un símbolo por el carácter indiscriminado de aquel bombardeo sobre la población civil, por el valor emocional que el lugar tiene para el pueblo vasco o por la dimensión icónica que le otorgó la obra de Pablo Picasso, Gernika es también un símbolo del negacionismo y de la mentira que a menudo acompañan a las mayores atrocidades. Primero se negó el bombardeo, por orden del dictador Francisco Franco, y después, una vez que el periodista George Steer contó al mundo la dimensión de la atrocidad, surgieron las corrientes revisionistas.
En principio, el Monarca se limitará a acompañar a Steinmeier, que en nombre de Alemania encabezará un nuevo acto de desagravio, gesto que se suma a los que ya han tenido lugar desde que en los años 90 pidieron perdón. El mero acompañamiento implica un alineamiento con ese recuerdo a las víctimas, si bien muchas voces en el ámbito institucional y político en el País Vasco reclaman un paso más.
Antes de que se confirmase la presencia de Felipe VI, el lehendakari, Imanol Pradales, pidió que “el Estado haga lo mismo que hará el presidente de Alemania”. Los socialistas vascos le respondieron que el Gobierno español “también fue víctima de aquellos ataques”. El PNV, sin embargo, subraya que no señalan al Gobierno, “sino al Estado”, y estiman que tendría sentido que sea el Rey quien dé ese paso, como representante de la “permanencia” del Estado.
De momento, en la cena de gala ofrecida al presidente alemán el Rey agradeció “el gesto de profundo calado simbólico y de concordia que supone la visita al País Vasco”.
Reacciones críticas
Bildu considera “hiriente” la presencia de Felipe VI
EH Bildu no participará en los actos que tendrán lugar hoy en Gernika con motivo de la visita del presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier. La coalición abertzale considera “hiriente” la presencia de Felipe VI y señala que “no pedir perdón supone seguir huyendo de sus responsabilidades como jefe de un Estado reinstaurado por Franco”. En opinión de esta formación el “objetivo último del bombardeo era la humillación del pueblo vasco y atacar su corazón simbólico” y España “sigue sin asumir su responsabilidad al respecto. Por otro lado, varias organizaciones han convocado manifestaciones contra la visita del monarca.


