Hay un crack valenciano del 29 y en él vive enmarañado Carlos Mazón desde ese aciago día de octubre. En cualquier caso, su último enredo —acatar el ideario de Vox en materias capitales como la inmigración o el cambio climático— supone un formidable salto cualitativo. El precio a pagar por la aprobación de los presupuestos es altísimo: deja muy maltrecha la presidencia de la Generalitat, provoca el sometimiento del autogobierno valenciano y transforma el Palau en una suerte de jaula experimental. Más de cinco millones de ciudadanos serán sus conejillos de Indias.
El president Carlos Mazón
La monitorización de Mazón por parte de Vox resulta elocuente. Santiago Abascal le felicitó al minuto de concluir su declaración institucional en Les Corts, y el portavoz de la formación, Ignacio Garriga, le aplaudió públicamente a continuación por haber traspasado algunas líneas rojas: “Ha visto que Vox tenía razón, ha rectificado”. Esa frase plasma la huida hacia adelante del president casi tanto como aquella en la que él mismo justificó su prolongada ausencia en el Cecopi durante la jornada de autos: “Es imposible llegar tarde a un órgano al que no se pertenece”. Una y otra reflejan el estado de excepción que atraviesa la política valenciana, con un máximo mandatario que no solo elude todo tipo de responsabilidad en la protección de la vida de sus gobernados, sino que se empapa de una semántica ultra que conecta con los postulados de Trump, Milei o Orbán. Con la sede central de Vox ejerciendo de orwelliano Gran Hermano, escrutando cada declaración y cada medida del jefe de un Consell al que bien podríamos rebautizar como Voxsell.
Si el marco discursivo general ya sorprende, lo hará aún más la letra pequeña; el desarrollo del acuerdo, cifra a cifra. El hemiciclo valenciano legislará desde Madrid. En la mesa de negociación presupuestaria, Vox campará a sus anchas, consciente de la debilidad de Mazón y de su necesidad imperiosa por validar las cuentas públicas. Quienes alardeaban de haber sustituido la “imposición” del valenciano por su “promoción”, ahora se verán obligados a reducir ese apartado, el de la promoción de la lengua, de una forma sustancial. De igual modo, las oenegés que desde hace tiempo reclamaban dedicar el 0,7% autonómico a la cooperación internacional, quizás deban conformarse con el 0,07%.
Eso es lo que Mazón, quien se intitulaba liberal, cree estar ganando con la normalización de un lenguaje pernicioso que equipara inmigración a inseguridad y el peligro de futuras danas al “dogmatismo climático”"
Tiempo. Algo de tiempo. Eso es lo que Mazón, quien se intitulaba liberal, cree estar ganando con la normalización de un lenguaje pernicioso que equipara inmigración a inseguridad y el peligro de futuras danas al “dogmatismo climático”. Pero, en realidad, el tiempo del president se paró en seco el pasado 29 de octubre. Todo gira y girará en torno a su desaparición inexplicable de la sala de mandos. Ese crack valenciano del 29 que la jueza de instrucción de Catarroja pretende desenmarañar.