Con ciertas hipótesis deben articularse todas las prudencias posibles, pues se corre el riesgo de que acaben refutadas por factores no contemplados al esbozarlas. Es, por cierto, lo que suelen temer todos aquellos que trabajan en la investigación científica en campos que, como el de las humanidades, el error forma parte de la experiencia. Desde hace tiempo, se extiende en el PP, y ahora en Vox, la idea de que con más presencia del castellano será posible ampliar la audiencia de À Punt en la medida que podrá atraer a nuevos espectadores a los que, se añade, les cuesta sintonizar esta tele por tener la mayoría de su programación en valenciano.

À Punt
Es, como se señalaba, una hipótesis, en beneficio, se anuncia, de una televisión muy poco vista en proporción a otras televisiones autonómicas: de hecho, según datos de 2024, fue la tercera con menos audiencia media en España, solo un 3% frente a, por ejemplo, la TV3, la televisión de Aragón o la de Galicia, que registraron porcentajes superiores o cercanos al 10% (Barlovento). Pero es que si miran las audiencias medias de las grandes televisiones de los grupos Atresmedia y Mediaset, con todo lo que invierten, comprobarán que superar un 10% anual ya es para darse con un canto en los dientes.
Vicente Ordaz, presidente del Consejo de Administración del ente y periodista dotado de un enorme sentido común, lo defendió ayer en las Corts. En su intervención reconoció lo evidente: la existencia de À Punt tiene sentido con su doble vertiente, de “servicio público” y para “fomentar el valenciano”. Lo que implicaba reconocer que si este instrumento que cuesta más de 60 millones de euros al año no sirve para estos dos objetivos, poco sentido tiene mantenerlo. Basta ver, por ejemplo, cómo À Punt es la mejor herramienta para informar a los valencianos en momentos complejos, como ha sucedido con la dana, con audiencias que superan en esos tramos a las cadenas “nacionales”. En ocasiones se nos olvida que tal vez el problema no está en el uso del valenciano, sino en el contenido y el producto que se ofrece en esa misma banda horaria en esta lengua.
A juicio de quien esto escribe, y que siempre ha defendido la existencia de À Punt (incluso cuando desde sectores de la izquierda valenciana se pedía cerrarla en los tiempos de Francisco Camps, que ahí están las hemerotecas) ganar audiencias en un mercado tan segmentado, con nuevas formas de consumo televisivo (a la carta), con plataformas por streaming que disponen de miles de millones para producciones (series y películas) o con canales que disponen de todos los derechos para emitir partidos de fútbol es, como mínimo, complicado. Basta ver la guerra de audiencias de los programas de prime time nacionales para comprender que rascar un 0,1% supone invertir mucho dinero en este ecosistema tan saturado, incluso fichando a las grandes estrellas. Si además hablamos de una televisión que debe cumplir unos mínimos de decencia en la programación, es decir, no montar programas sensacionalistas a base de parejas retozando bajo edredones, como ejemplo, pues siempre va a ser más difícil.
En ocasiones se nos olvida que tal vez el problema no está en el uso del valenciano, sino en el contenido y el producto que se ofrece en esa misma banda horaria en esta lengua"
Vicente Ordaz tiene razón en exponer que no parece lógico mantener programas que tienen 0% de audiencia, porque un servicio público también debe buscar el objetivo de ser visto. O que la radio ha sido la gran olvidada desde hace años por los gestores del ente, criterio que comparto totalmente (la radio es barata de hacer y puede generar una excelente fidelización de las audiencias). Sorprende, como también dijo, la poca atención que en tiempos pasados se ha prestado al deporte. Pero creer que por introducir más castellano se pueden superar los porcentajes señalados es, como mínimo, arriesgado, y tal vez se pueda volver en contra de quienes lo propugnan si finalmente no se cumple el objetivo. Si me preguntan, les diré que no creo que el uso del valenciano sea un inconveniente, más bien al contrario, pues el uso de esta lengua genera proximidad en amplias capas de la población y empatía para quienes aman la lengua. La prueba la tenemos en los informativos: si se compite bien con los servicios de proximidad, la batalla se gana, la de la audiencia y la del prestigio.
Finalmente, hay una relación directa de tener audiencia con disponer de un buen presupuesto. À Punt es una de las cadenas autonómicas con menos recursos económicos, y sin dinero es imposible producir ficción o disponer de recursos humanos para los programas especiales, muy caros. Por ello, se antoja difícil que sin más recursos y sin potenciar la función de servicio público la audiencia despegue por mucho castellano que se introduzca en la programación. Otros en el pasado lo intentaron, y no les funcionó.