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Àbalos y las cenizas

Diario de València

Salvador Enguix Periodista

“”Yo nunca pierdo una batalla política”. La frase la pronunció José Luís Ábalos a un grupo reducido de periodistas en una comida en el año 1999, y vuelvo a recordarla. Era concejal del Ayuntamiento de València y un año después presentó candidatura a dirigir el PSPV, la segunda federación socialista española. No lo logró, pero dejó clara su ambición política y su capacidad para forjar complicidades a prueba de fuego, tal vez gracias a las lecciones aprendidas en la escuela que supuso formar parte del Partido Comunista cuando era casi un adolescente. Creó su propia “familia” política en el socialismo valenciano, junto a otros grupos que como los “lermistas” o “ciscaristas” se dedicaron durante 20 años, desde la derrota de Joan Lerma de 1995 hasta la victoria de Ximo Puig de 2015, a una ejemplar guerra fratricida que dejó abundantes cadáveres políticos. Resistió no pocas conspiraciones del aparato, estableció intensas relaciones con actores clave de la prensa valenciana, supo siempre moverse bien en Madrid y cada vez que algunos le consideraban acabado renacía de las cenizas cual Ave Fénix. Aunque su mayor proeza fue la de apostar por Pedro Sánchez cuando este había sido sacrificado en aquel famoso Comité Federal.

El exministro José Luis Ábalos durante una rueda de prensa en el Congreso

Fernando Sánchez - Europa Press / Europa Press

Juntos, él y Sánchez, recorrieron en coche España, partiendo de la población valenciana de Xirivella, para reconquistar, meses después, la secretaría general del PSOE y, desde ahí, alcanzar la presidencia del Gobierno, con una autoridad desconocida en el socialismo español desde los tiempos de Felipe González. Aquella aventura, de tonalidad épica, nunca ha sido detallada, pero tuvo muchos e interesantes episodios, con intervención de actores políticos que ahora buscan, desesperadamente, el anonimato. Seguro que Sánchez completó su particular “manual de resistencia” observando las habilidades de ese valenciano de mirada grave, jacobino, pragmático, y actitud de “guardia de seguridad”, muy dado a fajarse cara a cara, y que tenía amigos, como se suele decir, hasta en el infierno.

Morirá matando o, como el ave mítica antes citada, intentará sobrevivir y, si no lo consigue, lo más probable es que todo a su alrededor quede hecho cenizas”

Después llegó la gloria del poder, en el Consejo de Ministros como titular de Fomento y en la secretaria de Organización del PSOE, desde donde intentó descabalgar a Ximo Puig con unas primarias forzadas en 2017, sin éxito. El paraíso duró poco, porque llegó, primero, el declive y, después, el escándalo, aderezado ahora por la filtración de Whatsaps que trasladan, al margen de los contenidos, que entre ambos había una excelente relación antes del caso Koldo. Pero los que conocimos el origen de su largo y convulso camino, sabemos que Ábalos siempre fue un enemigo incómodo, difícil, dotado de un acusado instinto de supervivencia, que se mueve cómodo en la trinchera. En otras palabras: morirá matando o, como el ave mítica antes citada, intentará sobrevivir y, si no lo consigue, lo más probable es que todo a su alrededor quede hecho cenizas.