Del publicitado moderantismo de Juan Manuel Moreno Bonilla al convulso hiperliderazgo de Isabel Díaz Ayuso, pasando por el cuestionado Carlos Mazón o por el conservadurismo decimonónico de Alfonso Rueda, el PP español ha logrado definir una versatilidad regionalista que supera, en cuanto a autonomía de las organizaciones periféricas, al pretendido e inexistente federalismo del PSOE. Por eso Alberto Núñez Feijóo tiene “barones”, en plural, mientras a Pedro Sánchez solo le habla al oído, desde la distancia, Salvador Illa (Page, directamente, le grita), al tiempo que permanecen en el olvido los órganos “federales” del partido. Es tal la cualidad o habilidad del PP, que puede exponer un discurso neoliberal en Madrid, otro conservador en Galicia y otro liberal en Andalucía, sin que la organización sufra con la excepción del caso valenciano, que es donde se ha vendido el alma a la derecha extrema y se ha observado que esta adaptabilidad puede modificar la doctrina de esta formación hacia el involucionismo.

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo
Feijóo afronta así su congreso, del que saldrá reforzado, consciente de dos cosas: que no podrá afrontar unas elecciones generales con el asunto de Carlos Mazón sin resolver y que el pacto del presidente valenciano con Vox para garantizarse los presupuestos, aprobados este miércoles en las Corts Valencianes, es material inflamable para una campaña electoral a la presidencia del Gobierno, como lo fue el pacto del presidente valenciano con la derecha extrema tras el 28-M, con grave enfado de Génova. Por eso, los referentes de ese congreso serán dos barones Juanma Moreno y Fernández Mañueco, que para Feijóo son la referencia deseada en un ecosistema polarizado donde Ayuso diluye el protagonismo de Vox y donde Mazón puede ser la pieza que dificulte el objetivo final; son los casos extremos.
Tan centrados están los socialistas en cuanto sucede en torno a Sánchez, que cada vez más parecen alejados de los intereses de unas periferias donde el PP, en algunas con el permiso de Vox, consolida posiciones a la espera del asalto final en la capital”
Con esta habilidad el PP podría, incluso, mejorar la presencia de este partido en algunas autonomías, principalmente en aquellas donde el PSOE ha impuesto líderes regionales tutelados por el Gobierno, dificultando las capacidades decisorias de unas federaciones sometidas al criterio de una estructura jerarquizada, justo lo contrario de lo que hasta no hace mucho se pretendía. Tan centrados están los socialistas en cuanto sucede en la atalaya del poder, y en torno a su presidente, que cada vez más parecen alejados de los intereses de unas periferias donde el PP, en algunas con el permiso de Vox, consolida posiciones a la espera del asalto final en la capital. Feijóo lo sabe, y por eso “su” versatilidad ha alcanzado la categoría de posibilismo: está en juego, como está sucediendo en otros estados europeos, un cambio de ciclo que dejaría a las izquierdas fuera del Gobierno, por mucho tiempo. De no ser por su déficit de reconocimiento de la España plural, con el caso de Junts y PNV como ejemplos (por eso no presenta una moción de censura) y por la coacción que se anuncia de Vox si Abascal es necesario para el premio mayor, el camino para el líder del PP estaría mucho más despejado.