El fútbol no es nada sin su mitología. Lo entendieron muy bien los aficionados del Elche desplazados el domingo a Riazor, al mostrar su respeto por uno de los nueve equipos que ha ganado la Liga Española: el ansiado ascenso se conseguía en un templo histórico de esta fe pagana y popular que los ingleses inventaron como juego y en Latinoamérica devino en religión.
El fútbol no es nada sin mitos, pero no es fácil crecer a la sombra de uno. Lo sabe bien Eder Sarabia, que alguna vez soñó con marcar en San Mamés los goles que convirtieron en leyenda a su padre, Manu, un zurdo insólito y genial que aportaba el regate inverosímil, el taconazo mortal, en aquel Athletic metalúrgico con el que Clemente aplastaba rivales a comienzos de los 80. Uno de los héroes del 12-1 a Malta, subcampeón de aquella Eurocopa que el gran Arconada ‘regaló’ a Platini, Manolo Sarabia, la Pantera Rosa (quizás el apodo más brillante de los muchos que inventó Héctor del Mar) lloraba el domingo sobre el césped coruñés abrazado a su hijo, al que llamaron ‘hermoso’ cuando llegó al mundo en 1980 con un par de Ligas y una Copa bajo el brazo.
El fútbol no es nada sin mitos, pero no es fácil crecer a la sombra de uno. Lo sabe bien Eder Sarabia
Muy niño entonces como para recordar las diabluras de su aita en el viejo San Mamés, lo siguió con la familia en sus últimos años como futbolista en activo, donde el de Gallarta protagonizó la mejor temporada en la historia del Logroñés junto a otro jugador exquisito que se convertiría años después en un personaje clave en la carrera de Eder: Quique Setién.
Porque si el apellido le pesó en exceso sobre el terreno, el míster del Elche admite que le abrió puertas fuera de él. Tras foguearse como entrenador en el fútbol base vizcaíno, la relación de su padre con Llaneza le abrió las puertas de una de las canteras más fructíferas de España, la del Villarreal. Pero fueron sus méritos, su entrega obsesiva al estudio técnico y táctico, lo que le convirtió en un analista brillante, tanto como para que Setién confiara en él como ayudante tanto en el Betis como en el Barcelona. Luego Piqué, que lo conoció en ese último vestuario, le dio las llaves de su Andorra, y tras vivir allí los vaivenes crueles de un trabajo que te hunde más aprisa de lo que te ensalza, recibió la llamada de Bragarnik.
Sarabia es, además, algo teatral de cara a la galería, y a esos siempre hay quien los espera
El dueño argentino del Elche creyó que a la obra de su compatriota Beccacece -un juego atractivo que no encontró premio suficiente- le hacía falta un continuador de gusto similar y ambición desmedida, alguien lo suficientemente ‘loco’ para creer y hacer creer a los suyos que se puede ganar jugando bonito en un torneo donde el primer mandamiento es cortar los contraataques haciendo falta.
Tres derrotas en los primeros cuatro partidos sembraron las crónicas de dudas. Sarabia es, además, algo teatral de cara a la galería, y a esos siempre hay quien los espera. Consciente de que el público también juega, no duda en azuzar su euforia bengalera y ruidosa, como lo es la capital de la pólvora, sabiendo que su fidelidad será útil cuando vengan mal dadas. Pero Bragarnik confió y el aún joven técnico conformó un equipo que tiene todo lo que hay que tener para triunfar: un portero seguro, el menos goleado de la categoría, un central sobrio, un goleador oportuno, un puñado de chicos de la cantera, un lateral vasco y unos cuantos argentinos.
Mientras el emocionado propietario prometía ayer no vender el club y hacer todo lo posible por consolidarlo en Primera, en las calles de Elx, durante la eufórica celebración del séptimo ascenso de la historia, jóvenes fans portaban carteles mostrando a un Eder Sarabia coronado y orante: ‘De Elche al Cielo, Patrón de Elche’. Pura mitología.

Jugadores del Elche durante su recorrido ayer lunes por las calles de la localidad alicantina celebrando el ascenso a Primera División. EFE/Morell.
Celebración
50.000 personas en la calle
Unos 50.000 aficionados, según fuentes del Ayuntamiento de Elche, acompañaron a los jugadores y cuerpo técnico del equipo ilicitano durante la rúa para celebrar el ascenso a Primera División. El autocar descapotable en el que viajaba el equipo, decorado con el lema “Hemos vuelto” y las caras de los jugadores y el entrenador, llegó con más de una hora y media de retraso a la Plaza de Baix, frente al Ayuntamiento de Elche, donde le esperaban otras 5.000 personas. El motivo del retraso fue la enorme cantidad de aficionados de todas las edades que acompañaron al equipo durante el recorrido. Los aficionados del Elche tiñeron con los colores verde y blanco balcones, azoteas y terrazas de los edificios, desde donde se lanzaron globos y papelitos al paso de los jugadores. Los futbolistas, completamente entregados a la fiesta, bailaron y cantaron durante el recorrido varias consignas con los aficionados, como “som, som, som de Primera Divisió”, “adiós a Segunda, adiós” o “herculano el que no bote”, en alusión al Hércules, eterno rival.