La capacidad de perdón de una hija a unos padres que la han dejado sola en el momento crucial de la vida es probablemente el aspecto más desgarrador de esta novela que narra la soledad de una adolescente embarazada.
Un perdón que no se explicita en ningún momento. Estamos en Valencia en1945 y el silencio y el no hablar de las cosas es lo habitual. No hay nada que dialogar, nada que consensuar. La decisión de unos padres se impone a la voluntad de una hija que la mandan al convento para alejar del barrio la vergüenza del embarazo. Durante un año no mantiene ningún contacto con su familia. Las angustiosas cartas que les escribe nunca tienen respuestas. No hay llamadas de teléfono ni visitas. Se siente sola y huérfana de unos padres vivos.

Portada del libro La soledad del pecado, de Mercedes Caballero
El niño nace muerto, o eso le hacen creer, y regresa a su casa igual que salió: sin una conversación que explique las ausencias y los abrazos cuando más los necesitaba. Y el cronómetro de su vida se vuelve a poner a cero y a empezar como si nada hubiera ocurrido.
Pero parir un hijo no es algo que una mujer pueda olvidar. No lo hablará, pero el recuerdo le acompañará hasta el final. Otros embarazos, otros partos y otros hijos no anularán al primero.
Pero parir un hijo no es algo que una mujer pueda olvidar. No lo hablará, pero el recuerdo le acompañará hasta el final. Otros embarazos, otros partos y otros hijos no anularán al primero.”
La periodista Mercedes Caballero se ha estrenado en el mundo literario con ‘La Soledad del Pecado’, una historia sobre el diferente concepto de la maternidad y las relaciones de familia, que transcurren en paralelo a la evolución moral de la sociedad, ahondando en el comportamiento de unos padres que supeditan el señalamiento social al bienestar de su hija, una hija que acepta el desamparo de los padres sin reproches y una nieta que se revuelve contra el desprecio que sus abuelos infringieron a su madre joven.
Las cartas que envía cuando está en el convento y a su hijo muerto nos describen el sufrimiento y desesperación por la que atraviesa la protagonista que añora el cariño de su familia y padece la hipocresía de su entorno.
María es obediente por puro practicismo: le permite mantener una convivencia tranquila y asegurarse una existencia apacible. Objetivo que consigue gracias a la paz que encuentra en su marido, un hombre que escucha el secreto de sus labios, la comprende y la ama.
El desprecio que la protagonista sufre de sus padres no socava el respeto que siente hacía ellos como manda las reglas impuestas: les mima cuando son viejos y permanece servicial en el lecho de muerte. Una actitud que bien resumen la novela con la frase: “Con el paso del tiempo se blanquean las vidas rememorando los buenos momentos, y obviando, incluso por olvido no mediato, las amarguras”.
Ficha del libro
La soledad del pecado. Mercedes Caballero. Mascarón de proa (2025).