Hace una semana, un niño pequeño de dos años moría por un golpe de calor en el interior del coche familiar donde su padre lo dejó olvidado durante la mañana. Pasó en Valls, y la historia la hemos escuchado otras veces en personas que, seguramente, no saben ya cómo reconstruir su vida. Al hombre, en estado de shock tras intentar reanimar al pequeño en una zona menos acalorada del polígono en el que trabaja, no pudieron tomarle declaración inmediatamente y fue a hacerlo días después a la comisaría, en ese caso ya acompañado por un abogado. Diversas fuentes han explicado que el día de autos era la primera vez que llevaba al pequeño a la escuela infantil.
Muchas cosas en un mismo párrafo, lo sé. La culpa, el dolor, la crianza, la exigencia, el olvido, la justicia, la injusticia y la rabia. Porque ese padre olvidó que llevaba al pequeño, pero ¿cuántas cosas llevaría dentro, en su cabeza, para que eso pasara? Pendiente está ese documental recomendado estos días sobre la penitencia que portan quienes han pasado por ello: Death of a Child, de 2017 y accesible en Prime Video. El estudio más reciente dice que son más de una veintena los niños fallecidos por abandono en un coche en España.

Colocar un objeto personal en el asiento de detrás puede servir de recordatorio para asegurarnos de que el niño no se quede dentro del coche
Me acordé de ese transportista que atropelló mortalmente a un ciclista y que luego se dio a la fuga, tenía 25 años y su situación legal era irregular en España. El hijo de la víctima se preguntó días después en una carta abierta en redes sociales “a qué tipo de presiones se ven sometidas las empresas de reparto para llegar a estos extremos”. Recordé aquel otro día, de madre muy primeriza, que corregí el aparcamiento de mi coche con mi hija ya sentada en el carro. Ella fuera del coche.
La salud mental ya no es un tabú, pero sigue siendo una rareza en tiempos en que la empatía y la comprensión colectiva se disuelven entre la masa tanto como ese cubito de hielo que enfría hoy tu café. Salir del coche corriendo porque llegas tarde, olvidar a quien se quedó en el asiento de atrás… no lo quiero pensar.
Olvidar a quien se quedó en el asiento de atrás… no lo quiero pensar”
Porque somos nosotros, pero nosotros y nuestras circunstancias, no lo olvidemos. Y las de ahora son asfixiantes: llega a todo, hazlo todo, no te quejes, que no se note que te molesta. Son legiones las madres, porque son ellas sobre todo, que hacen política activa en redes sobre las presiones y la carga mental que soportan, pero nadie da el salto. En las noticias no hablan, no hablamos tanto de una realidad que preocupa mucho, estoy convencida. Ojalá algún día alguien convicente, quien sea, salga a decirnos a todos y a todas que cuando votemos pensemos también en que ahora cuesta mucho tener tribu, en que criar es maravilloso pero “vas a sufrir” porque el mundo está pensado solo para producir. El matriarcado, ¿para cuándo?