'No estoy acostumbrada a la esperanza' de Everilda Ferriols

Damas y tramas

'No estoy acostumbrada a la esperanza' de Everilda Ferriols
Laia Bernet
Patóloga

Desde el espacio de “Damas y tramas”, concebido y diseñado por el periodista Salvador Enguix, tengo hoy el honor de escribir sobre el libro No estoy acostumbrada a la esperanza, de Everilda Ferriols, ya Eve para mí, amiga y compañera de escritura en esta misma sección de La Vanguardia.

Enfrentarme a la reseña del libro de Eve ha sido uno de mis mayores retos en los últimos días, no solo por el deseo de escribir con sentido y cordura de una autora singular a quien admiro por generosa, sensata, culta y leída, sino también por ser la primera vez que escribo sobre una compañera de “Damas y Tramas”, espacio semanalmente atesorado por nosotras; ojalá también por nuestras lectoras y lectores.

La portada del libro 'No estoy acostumbrada a la esperanza'

La portada del libro 'No estoy acostumbrada a la esperanza'

LV

¿Quién es esa mujer de figura longilínea, piel casi transparente y alma de mariposa? De mirada profunda y observadora, Everilda Ferriols licenciada en Filosofía y bibliotecaria, ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas y colabora en diversos suplementos culturales, contagiando una actitud reverencial por la lectura que muestra su solidez intelectual.

Su primer libro (Shangrila, 2023), titulado No estoy acostumbrada a la esperanza, nos pone en guardia ya desde el mismo título que, no por conocido y reconocido, deja de conmoverme. ¿Qué sutil contraposición de estados vitales, intuiciones, ánimos y perspectivas entrañan estos versos de Emily Dickinson que Eve toma prestados para titular su libro? ¿Puede la esperanza llegar a ser costumbre alguna vez? Maticemos.

Lejos de ser entendida como un don pasivo que se recibe desde otra persona o circunstancia ajena a una misma, Eve, siguiendo a la poeta americana, habla de la esperanza como de una decisión esforzada y consciente cuya única pretensión es la de dotar de sentido las cuestiones que plantea.

No es un giro menor ya que implica que, frente al “confía, todo irá bien”, se elige el “sigue adelante, tiene sentido”. Mientras que el “todo irá bien” no requiere más esfuerzo que el de creer y tener fe, el “sigue adelante, tiene sentido” exige una evidente voluntad de búsqueda y argumentación, independientemente de cuál acabe siendo el final del recorrido.

Creo que es ahí donde radica la fuerza de los versos de la Dickinson, pero también la de los textos que Ferriols agrupa bajo esos mismos versos en su libro.

No estoy acostumbrada a la esperanza es una selección de relatos cuidadosamente concebidos, de aparente sencillez, pero de escritura profundamente introspectiva, pensada y medida. Relatos escritos a lo largo de una amplia línea temporal, mostrando que la “esperanza activa”, esa que se consigue a base de cuestionar, proponer y elegir, lejos de ser en la autora una circunstancia pasajera, es más bien una característica estructural.

No estoy acostumbrada a la esperanza es una selección de relatos cuidadosamente concebidos, de aparente sencillez, pero de escritura profundamente introspectiva, pensada y medida

El estilo de Eve oscila, en este libro, entre lo realista y lo inexplicable, situándonos en un limbo de ineludibles certezas que, aunque serenamente aceptadas, ella hubiera elegido vivir, en ocasiones al menos, como solo imaginadas.

Un estilo que construye a partir de elementos sencillos de la vida cotidiana, su calle, su barrio, su ciudad (València), pero también de personajes anónimos, casi invisibles, con los que teje curiosas y necesarias complicidades desde la grandeza de su mundo personal, crítico y generoso, en el que no faltan ocasionales alusiones cósmicas para no ir tan terrenalmente sola en la búsqueda de su verdad.

Relatos en torno a voces de mujeres que nos hablan con etérea transparencia de la frustración, el miedo, la perplejidad; de amores difíciles (los fáciles, si existen, casi nunca se escriben), de su lugar en el mundo o sus relaciones, no solo personales sino también con objetos que cobran vida en oportunas y misteriosas alianzas desde la muda aceptación de lo que no se puede cambiar.

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Y, sobre todo, Eve nos habla del paso del tiempo, sus círculos inexorables e ineludibles, los engaños que creamos para seguir viviendo, sabedores como somos de que el tiempo, implacable, urde sin descanso, a golpe de vivencia y experiencia, una red de caminos sin retorno que atrapa cada vida, todas las vidas, también la suya, a pesar de su deseo de invisibilidad.

Relatos preñados de una serenidad que interpela y nos reposiciona y que, lejos de darse como un valor innato, ella aprehende con destreza al ir dotando de sentido cada uno de sus pensamientos.

Relatos calados de honestidad en los que Eve, de piel transparente y alma de mariposa, construye su argumentario sin prisa, pero con firme convicción, haciéndose fuerte en el exigente camino de la “esperanza difícil” la que se persigue y se captura a través de la razón como único ingenio para cualquier arquitectura posible, convenciéndonos, a través de su escritura, de que solo el esfuerzo existe, más allá de cualquier resultado.

Y es que Eve, de piel casi transparente y alma de mariposa, sabe y proyecta en su libro que solo la “esperanza activa”, a golpe de esfuerzo y coraje, puede protegernos, parafraseando a Duncan Dhu, de este “mundo de cristal / [...] frágil como el hielo / que se quiebra al pasar”.

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