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Héroes de l'esmorzar

No les falta razón a quienes aseguran: “el almuerzo se nos ha ido de las manos a los valencianos”. Porque todo lo que aparece en las redes sociales, poco o nada tiene que ver con el espíritu de esta ancestral tradición.

La verdad del almuerzo se fundamenta en una necesidad biológica, que es comer para seguir produciendo sin desfallecer. Es verdad que todo se complica cuando añadimos la componente social y lúdica del comboi, siempre presente en nuestros encuentros para comer y beber. Sea la hora que sea, sea la época del año o la festividad que sea.

La verdad del almuerzo se fundamenta en una necesidad biológica, que es comer para seguir produciendo sin desfallecer

El anacronismo singular que nos invade hoy en día se denomina en la lengua vernácula: “esmorzar sense trellat”; en castellano: un sin Dios, el caos total. Por eso hemos de recuperar nuestros referentes, sobre todo, aquellos afortunados que los tuvimos pero que desgraciadamente también hemos contribuido en cierta medida, a que esto se convierta en una chanza.

Traer de vuelta los recuerdos del almuerzo más genuino, el lleno de verdades. Ese que te pone la piel de pato cuando ves a dos llauros hacerse el barrejat en la barra, o cortar el tomate que traen del huerto con las manos todavía sucias de tierra, o cuando meten trozos de bresquilla en el vaso de vino para tomarlo después como postre. Esos veteranos que se mastican un ajo con piel, y le pegan bocado a una cebolla tierna con un pellizco de sal. Esas leyendas vivas que suelen entrar en los bares con su perro fiel, porque han de saber que todos los establecimientos auténticos de esmorzars son pet friendly. Si no permiten entrar al can, es que ahí hay gato encerrado.

In memoriam Sèquia. 

@esmorzarspopulars

Un gran esmorzador, como es Àlex, buen amigo de la Ribera Baixa, una vez entró en un bar del Romaní con su perra “Sèquia”, un fantástico ejemplar de gos rater, la única raza autóctona valenciana y le invitó a almorzar. Ese día pidió medio bocadillo de longaniza para que ella disfrutara tanto como él.

Un influencer intentará hacer la misma maniobra que el perro, o sea, que le inviten a almorzar pero sin amo. Algunos de estos “esmorzadors professionals” deberían tener prohibida la entrada en los bares, si no llevan bozal y correa.

¿Y el gozo de ser el primero en entrar al bar para almorzar después de una salida nocturna a pescar? 

Otro dato importante sobre los patriarcas del almuerzo, es un relato de la memoria familiar de mi amiga @Cocadepanses, sobre su abuelo Felipe: “Después de un buen almuerzo era práctica obligada hacer la siesta del borrego”. Lógico por otra parte si estaban desde las seis de la mañana trabajando en el campo.

Otra más… ¿Y el gozo de ser el primero en entrar al bar para almorzar después de una salida nocturna a pescar? Ver salir todo recién hecho de la cocina. Eso no tiene precio.

Pero no se dejen invadir por la nostalgia, porque si algo nos devuelve al mundo real son los actuales precios del almuerzo. ¿Han subido? Sí, un poquito. Pero para nada comparable a la subida experimentada por la cesta de la compra en general. Si alguno de ustedes considera en estos momentos que entre ocho y diez euros un almuerzo es caro, hay para darle con la zapatilla de su madre en el hocico.

Mi eterno reconocimiento a la hostelería que se dedica a servir almuerzos tradicionales en la Comunidad Valenciana.

In memoriam Sèquia.