El arco mediterráneo pierde terreno frente a Madrid, según un informe del IVIE

Informe

El documento señala que el centralismo inversor y la falta de innovación frenan el potencial del eje mediterráneo, mientras Madrid consolida su ventaja.

Vista de las obras del Corredor Mediterráneo, en el Puente de la Av. Fernando Abril Martorell, a 23 de septiembre de 2024, en Valencia, Comunidad Valenciana (España).  El movimiento #QuieroCorredor ha reunido hoy en València a empresariado, sociedad civil, Generalitat y Ayuntamiento de València para reivindicar que las obras del Corredor Mediterráneo tienen que acelerarse más, con el foco puesto en un túnel pasante

Vista de las obras del Corredor Mediterráneo en València 

Jorge Gil - Europa Press / Europa Press

El Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) acaba de publicar un informe exhaustivo, coordinado por Francisco Pérez y Silvia Mollà con la colaboración de la Generalitat Valenciana, sobre el Eje Mediterráneo que no deja lugar a dudas: si las regiones que conforman este arco litoral quieren recuperar su papel de motor económico en España, es imprescindible actuar con decisión y rapidez. El estudio ofrece un mapa de fortalezas, debilidades, amenazas y oportunidades, pero sobre todo arranca con un conjunto de propuestas que funcionan como hoja de ruta. La advertencia es clara: sin un cambio profundo en las políticas públicas, en el modelo productivo y en la manera de relacionarse con el Estado, el Mediterráneo español corre el riesgo de perder definitivamente el liderazgo que en otro tiempo ostentó.

Las recomendaciones del IVIE se articulan en cuatro grandes ejes. El primero pasa por atraer inversión y factores de producción capaces de generar valor. No se trata solo de captar capital privado, sino también de exigir un compromiso mayor al Estado en materia de infraestructuras y de financiación. La mención al Corredor Mediterráneo ferroviario es inevitable: su finalización, tantas veces retrasada, es vista como la pieza clave para articular de norte a sur a las comunidades ribereñas y darles una competitividad internacional de la que hoy carecen. En paralelo, el informe defiende reforzar las políticas educativas —sobre todo en competencias digitales y formación en la empresa— y aumentar el esfuerzo inversor en investigación y desarrollo, en particular desde el sector privado. A este primer bloque se suma la necesidad de conservar los recursos naturales y prepararse ante catástrofes climáticas, que en esta franja geográfica son cada vez más frecuentes.

El IVIE subraya  la importancia de atraer inversión y factores de producción capaces de generar valor

El segundo gran frente es el cambio tecnológico y la especialización productiva. El IVIE señala que las economías mediterráneas siguen demasiado ancladas en sectores de baja productividad como el turismo masivo o la construcción. La transición hacia actividades de mayor intensidad tecnológica y de conocimiento avanza demasiado lenta. Por eso reclama un impulso decidido a la inversión en intangibles: innovación, digitalización, capital organizativo, marca, todo aquello que da solidez a las empresas y las prepara para competir en un entorno global. También urge a diversificar el tejido productivo, facilitando la entrada de nuevos sectores y promoviendo que las empresas se integren en cadenas de valor internacionales en tareas de mayor sofisticación.

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El tercer bloque de propuestas incide en mejorar la asignación de recursos y el funcionamiento de los mercados. Aquí el informe lanza un mensaje directo contra el centralismo madrileño. Las comunidades mediterráneas, asegura, sufren un doble castigo: infrafinanciación autonómica y un sesgo negativo en la distribución de las inversiones estatales. Mientras tanto, la capital concentra no solo centros de decisión políticos y empresariales, sino también gran parte de la contratación pública y de la inversión en investigación. Para revertir esta situación, el IVIE propone políticas de desconcentración administrativa, mayor equidad en la financiación autonómica y un marco regulador que favorezca la competencia y elimine barreras innecesarias. Además, apuesta por un mercado laboral más flexible y seguro que permita la movilidad y la adaptación a los cambios tecnológicos sin dejar a los trabajadores desprotegidos.

El último apartado se centra en la internacionalización y la atracción de talento. El Mediterráneo español, recuerda el informe, siempre ha sido un espacio abierto al mundo, con puertos que canalizan la mitad de las exportaciones nacionales. Pero ahora se trata de ir más allá: no basta con vender más al exterior, es necesario ocupar posiciones más complejas dentro de las cadenas globales de producción. Para ello se necesitan políticas comerciales activas, una estrategia de captación de inversión extranjera en sectores de alto valor añadido y, sobre todo, una política migratoria ordenada. El IVIE distingue entre dos tipos de flujos: los que aseguran mano de obra en agricultura, hostelería y cuidados, imprescindibles para el funcionamiento diario, y los que aportan capital humano cualificado, capaz de transformar el modelo productivo. Ambos son necesarios, pero el equilibrio debe inclinarse hacia el talento especializado.

La Comunitat es la bisagra central del Eje Mediterráneo

La respuesta no admite matices: la Comunitat es la bisagra central del Eje Mediterráneo. Su ubicación geográfica, entre Cataluña y Andalucía, junto a la proximidad de Baleares y Murcia, la convierte en un nudo estratégico. El informe subraya que reforzar la inversión en territorio valenciano tendría efectos positivos de arrastre sobre todo el arco mediterráneo. Sin embargo, también advierte de que el potencial de liderazgo no puede convertirse en retórica vacía. En las últimas décadas, la Comunitat ha mejorado en muchos indicadores, pero ha perdido posiciones relativas dentro de España. La razón es que otros territorios, empezando por Madrid, han avanzado más rápido.

El diagnóstico es severo: el primer objetivo de la Comunitat debe ser converger con la media nacional y, en algunos aspectos, parecerse más a las regiones más dinámicas. Para lograrlo, el IVIE plantea tres prioridades. La primera es el capital humano: mejorar el nivel educativo de la población, reforzar la empleabilidad de los jóvenes y convertirse en polo de atracción de talento, tanto para el sector privado como para el público. La segunda es la transformación productiva: acelerar la transición hacia un modelo basado en tecnología y conocimiento, con empresas más grandes y competitivas. La tercera es la financiación: lograr un trato más favorable del Estado que permita desplegar políticas de desarrollo regional ambiciosas, sin que la losa de la infrafinanciación siga limitando las posibilidades.

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La proximidad a Madrid y Cataluña se presenta como una oportunidad que la Comunitat no debería desaprovechar. Aprovechar los desbordamientos económicos, tecnológicos y laborales de estos polos puede generar un efecto multiplicador en el tejido productivo valenciano. Para ello, es fundamental poner en valor los recursos existentes y las ventajas de costes, sin caer en la tentación de resignarse a un papel secundario.

Más allá del caso valenciano, el informe ofrece un análisis global del Eje Mediterráneo. Lo primero que destaca es su enorme peso en el conjunto de España: concentra al 51% de la población, genera el 47% del PIB y canaliza la mitad de las exportaciones. Se trata, en definitiva, de una economía mayor que la de muchos Estados europeos. Pero este músculo demográfico y productivo no se traduce en un mayor nivel de renta: el PIB per cápita y la productividad siguen por debajo de la media nacional. La paradoja es clara: un gigante en volumen, pero con pies de barro cuando se comparan los resultados.

El estudio repasa con detalle las fortalezas que sostienen al Mediterráneo español. La primera es su localización privilegiada, que lo convierte en un territorio atractivo tanto para el turismo como para la residencia. A ello se suma un potencial enorme en energías renovables, especialmente solar y eólica, todavía infraexplotado. Las infraestructuras de transporte y comunicaciones constituyen otro punto fuerte, con puertos y aeropuertos de primer nivel, además de una red viaria amplia y una buena dotación en telecomunicaciones digitales. También es reseñable el capital humano: la población joven alcanza altas tasas de escolarización universitaria y en formación profesional, lo que asegura un stock de talento disponible a costes laborales todavía competitivos. El sistema educativo y el sanitario se encuentran entre los más desarrollados del país, con universidades prestigiosas e institutos de investigación punteros, así como hospitales de referencia. Por último, el tejido productivo es diversificado, con experiencia acumulada en agricultura, manufacturas y servicios, lo que constituye una base sólida para futuros desarrollos.

El estudio repasa con detalle las fortalezas que sostienen al Mediterráneo español

Pero junto a estas fortalezas aparecen debilidades estructurales que limitan el potencial. La más evidente es la lentitud en el cambio productivo. Mientras Madrid y País Vasco se han especializado en sectores de alto valor añadido, las regiones mediterráneas siguen ancladas en actividades poco sofisticadas tecnológicamente. El bajo aprovechamiento del capital humano es otra carencia: aunque la población cuenta con niveles educativos cada vez más altos, el mercado laboral no absorbe adecuadamente a los titulados. La estructura empresarial es fragmentada, con pocas compañías medianas y grandes capaces de invertir en intangibles y liderar procesos de innovación. Y, como telón de fondo, aparece la infrafinanciación autonómica y el sesgo centralista en las inversiones estatales, que restan capacidad de maniobra a las comunidades ribereñas.

El IVIE también identifica amenazas que podrían agravar la situación. La primera es quedarse rezagados en la transformación digital, un tren que no espera. La segunda es la competencia global en cadenas de valor cada vez más tecnológicas y coordinadas a través de las TIC. A estas se suman la presión demográfica y turística, que puede limitar la mejora de la renta per cápita, y la atracción de talento por parte de otros polos como Madrid, País Vasco o las grandes metrópolis europeas. Finalmente, el cambio climático se cierne como una amenaza mayúscula: sequías, inundaciones, incendios y la subida del nivel del mar afectan de lleno a los sectores donde el Mediterráneo es más fuerte, como la agricultura o el turismo.

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Frente a estas amenazas, el informe también señala oportunidades claras. La primera es aprovechar el capital humano joven para liderar la transición digital y ecológica, que ya está generando nuevos yacimientos de empleo. La segunda es reforzar la vocación exportadora del Mediterráneo, integrándose mejor en cadenas globales de valor y ocupando tareas de mayor complejidad. La tercera es convertir la calidad de los servicios públicos —sanidad, educación, infraestructuras— en un atractivo para inversiones y talento internacional. La cuarta es explotar a gran escala el potencial de energías renovables. Y la quinta, inevitablemente, es completar de una vez por todas el Corredor Mediterráneo ferroviario, considerado la clave para mejorar la articulación norte-sur y la competitividad internacional.

El informe no se queda en el diagnóstico, sino que concluye con un llamamiento al consenso político e institucional. Muchas de las reformas que se proponen —educación, digitalización, transición energética, financiación autonómica— requieren horizontes temporales largos que superan con mucho la duración de una legislatura. Los países más avanzados, recuerda el IVIE, han conseguido resultados gracias a pactos estables entre fuerzas políticas e instituciones. Replicar ese modelo en España sería el mejor aval para que el Mediterráneo recupere su protagonismo.

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