Carlos Mazón afronta en los próximos días, y semanas, el tramo decisivo de su corta presidencia de la Generalitat Valenciana. Octubre se convierte para él en un campo de pruebas, tal vez de minas, donde se entrelazan la exigencia parlamentaria, la liturgia institucional y la memoria de la tragedia que causó 229 muertos. Tres escenarios de distinto signo, pero de enorme carga simbólica, se sucederán a lo largo del mes, marcando un itinerario que pondrá en juego tanto su capacidad de liderazgo, condicionado por las críticas de la gestión de la dana, como la estabilidad de un Gobierno que aspira a agotar la legislatura.
El inicio del ciclo estará marcado por el debate de Política General, que tendrá lugar el martes en Les Corts. Esta cita, siempre determinante en el curso político valenciano, adquiere este año una especial relevancia por cuanto constituye el primer examen global al que Mazón se enfrenta tras la devastadora dana del pasado 29 de Octubre. El president reivindicará su trabajo en la reconstrucción y, al mismo tiempo, deberá enfrentarse a las críticas de una oposición que encuentra en la gestión de la catástrofe un terreno propicio para cuestionar la eficacia del Consell. El tono del debate, los gestos de Mazón, incluso los silencios, servirán como un barómetro para medir hasta qué punto su liderazgo logra sobreponerse a las acusaciones y construir un relato de futuro. Y esta misma semana, el domingo, se celebrará una nueva manifestación para pedir la dimisión del president. Tendrá dos columnas, una desde València y otra desde Paiporta.
Apenas unos días más tarde, el 9 d’Octubre situará al president en un escenario aún más delicado: la calle. La fiesta grande de los valencianos es también, desde hace años, un ritual de tensiones políticas y sociales. El acto institucional de la mañana, con la entrega de las altas distinciones de la Generalitat, se presenta rodeado de especulaciones sobre un posible traslado del Palau de la Generalitat al Palau de les Arts. Pero será, sobre todo, la procesión cívica de la Senyera desde el Ayuntamiento a la estatua de Jaume I en el Parterre al mediodía la que concentre las miradas. Tradicionalmente convertida en un espacio de protesta ciudadana, la cita amenaza con intensificarse este año al calor de las críticas por la gestión del Consell de Mazón de la catástrofe natural. La vicepresidenta Susana Camarero ya ha dejado entrever que el president participará en la procesión, siguiendo la tradición de sus antecesores, y ello lo situará en el centro de una tensión que mide tanto la autoridad institucional como la resistencia personal de un dirigente expuesto al escrutinio directo de la ciudadanía.
La Generalitat da a entender que el president participará de la procesión cívica del 9 d´Octubre
El mes culminará con un recuerdo luctuoso. El 29 de octubre se cumplirá el primer aniversario de la dana. Se ha anunciado un funeral de Estado con la presencia del presidente del Gobierno y de los Reyes, un marco solemne que convertirá a Mazón en anfitrión de una ceremonia de duelo colectivo. No será un simple acto conmemorativo. El peso simbólico de este acto resulta difícil de exagerar: de su capacidad para representar a todos los valencianos en un momento de duelo dependerá en buena medida el grado de legitimidad que logre consolidar en el ámbito institucional.
Superado este itinerario, se abre para Mazón un horizonte más despejado. Su propósito declarado es agotar la legislatura, y la relativa calma que podría seguir a las efemérides de octubre le permitirá abordar cambios internos de calado. La salida del vicepresidente Francisco José Gan Pampols, prevista para el 5 de noviembre, abrirá la puerta a una remodelación del Consell que podría alcanzar a varios consellers. Lejos de limitarse a un relevo puntual, esta operación constituye una oportunidad para reordenar el equipo de gobierno y ajustar el equilibrio político interno de cara al futuro inmediato. La remodelación no será solo un movimiento administrativo, sino un gesto de autoridad con el que Mazón aspira a reforzar su posición dentro del propio Partido Popular valenciano, que ya empieza a otear su próximo congreso. Ese foro marcará otro momento decisivo: si puede consolidar su liderazgo orgánico con vistas a las elecciones autonómicas de 2027.
El verdadero reto de Mazón, sin embargo, trasciende la inmediatez de los acontecimientos. No se trata únicamente de superar el debate parlamentario, los abucheos de la procesión o la solemnidad de los funerales de Estado. Se trata de proyectar una imagen de estabilidad, de cohesión y de continuidad en un Gobierno de coalición con Vox, donde la complicidad es la norma. La política valenciana, tan expuesta a los vaivenes del tablero estatal, ofrecerá claves sobre cómo se va a desarrollar lo que queda de legislatura
Octubre se convierte así en un mes de tránsito, un tiempo de pruebas en el que Mazón debe demostrar que no solo gobierna la coyuntura, sino que es capaz de encarnar un proyecto duradero. El debate de Política General, el 9 d’Octubre y el aniversario de la dana conforman un tríptico de exámenes que pondrán a prueba su temple institucional, su capacidad política y su proximidad a la sociedad valenciana. Solo después de atravesar ese umbral podrá iniciar una etapa de mayor calma, reordenar su gobierno y preparar, si puede, el camino hacia 2027. La política, sin embargo, rara vez concede treguas, y lo que en apariencia se presenta como un mes extraordinario puede terminar revelándose como el patrón que acompañe a toda su presidencia.