La amenaza que sobrevuela el proceso judicial abierto por la dana del 29 de octubre se cifra en un verbo tan inquietante como preciso: “desestabilizar”. Para el periodista valenciano Lucas Marco, que acaba de publicar 20:11. Reconstrucció judicial al minut de la DANA (Sembra), lo que está en juego no es solo el esclarecimiento de la gestión de una catástrofe, sino también la fortaleza de una magistrada que ha dirigido el foco de su instrucción hacia la responsabilidad autonómica. “Creo que el objetivo de esa ofensiva, que tiene muchos componentes —política, mediática y de otros ámbitos incluso más oscuros—, es desestabilizarla y, por tanto, desestabilizar esa investigación”, advierte.
En el centro de la tormenta se encuentra una jueza que, lejos de ejercer una instrucción rutinaria, ha practicado lo que Marco define como “una justicia restaurativa”, escuchando a las víctimas y a sus familias, mostrándose empática con quienes perdieron a los suyos o vieron truncada su vida en cuestión de minutos. Esa actitud, unida al refuerzo que le permitió dedicarse de lleno a la causa, ha convertido su juzgado en un escenario incómodo para los poderes políticos. “Es una jueza que ha hecho una instrucción muy activa y me da la sensación de que, como la inmensa mayoría, venía de su mundo cerrado, del juzgado. Ni conocía cómo funcionan los medios de comunicación ni cómo funciona la política. Y, al haber centrado el foco de su instrucción en la responsabilidad autonómica, sencillamente porque la competencia es autonómica, eso le ha acarreado una ofensiva brutal, una ofensiva que no se ve todos los días”, resume Marco.
El libro que acaba de publicar nace de una obsesión: fijar con la máxima precisión los tiempos de la tragedia. “Igual que en un homicidio la pistola humeante puede ser el cuchillo o la prueba de ADN, en un caso de corrupción las comisiones rogatorias o las escuchas, aquí la clave de todo está en la cronología”, explica. Por eso decidió reconstruir al minuto lo que sucedió: el avance de las aguas, la parálisis institucional, los silencios, las pausas, los errores que convirtieron una emergencia en una catástrofe aún mayor.
El libro que acaba de publicar nace de una obsesión: fijar con la máxima precisión los tiempos de la tragedia
La conclusión que el lector extrae, apunta, es demoledora: “La catástrofe no fue tanto la DANA, que también, sino la propia gestión de las autoridades. Perdieron prácticamente la mitad del día hasta las cinco de la tarde, hasta convocar la reunión del CECOPI. Y, por tanto, el aviso a la población, además de muy tardío, fue erróneo”. La jueza instructora ha calificado esos hechos como un posible homicidio imprudente, lo que abre un horizonte penal inédito para los responsables políticos de aquel 29 de octubre.
El periodista Lucas Marco.
El relato que construye Marco recuerda por momentos a una película de terror psicológico. Mientras sobre el terreno las aguas desbordadas arrasaban casas, calles y vidas, en la sala del CECOPI —el centro de coordinación de emergencias— el tiempo se disolvía en debates estériles. “Es evidente que aquella reunión fue un desastre. Se convocó muy tarde, cuando grandes zonas de la provincia de Valencia ya estaban completamente inundadas, y además fue una reunión muy poco ágil”, resume el periodista.
Uno de los episodios más llamativos fue la discusión sobre el envío de la alerta masiva a los teléfonos móviles, el llamado ES-Alert. Se debatió su conveniencia, el idioma en el que debía transmitirse, el alcance geográfico… “Un debate que, en condiciones normales, habría tenido sentido, pero que se convirtió en una trampa mortal al haberse perdido horas preciosas”. “Ese debate no me parece loco en sí mismo, pero con más tiempo todo se habría gestionado mejor. Lo incomprensible son las pausas, los cortes de comunicación con organismos esenciales como Aemet, la Confederación Hidrográfica del Júcar o la Guardia Civil. Son decisiones que cualquiera con dos dedos de frente no habría tomado”, sostiene el periodista.
Es evidente que aquella reunión fue un desastre. Se convocó muy tarde, cuando grandes zonas de la provincia de Valencia ya estaban completamente inundadas”
En esa cadena de despropósitos desempeñó un papel clave el entonces inspector jefe del Consorcio Provincial de Bomberos, José Miguel Baset, que puso reparos al envío de la alerta. Marco recuerda que su nombre aparece en el recurso de defensa de la exconsellera Salomé Pradas, imputada en la causa, como si en él se concentrara parte de la responsabilidad técnica de lo sucedido. Pero la cuestión, admite, es más compleja: “El delito que se imputa, de manera indiciaria, a Pradas y al ex secretario autonómico Emilio Argüeso depende del nexo causal entre sus decisiones y las muertes. Y acreditar ese nexo es muy complejo”.
En 20:11 hay una metáfora central: la hora exacta en la que se envió el mensaje de alerta. Un técnico de telecomunicaciones del Centro de Emergencias, al declarar ante la jueza, afinó la cronología hasta el segundo: el aviso se transmitió a las 20:11 y ocho segundos. Para Marco, esa cifra es el símbolo de todo el proceso. “Si hubo un delito, se cometió a esa hora y en esos ocho segundos”, escribe. El título del libro condensa así la tragedia “y el fracaso de la gestión pública” según insiste.
El periodista ha reconstruido la secuencia gracias al sumario judicial, un caudal de documentos, informes y testimonios que solo ha aflorado por la vía de la instrucción. “Si no se hubiese judicializado, no conoceríamos absolutamente nada de esto. O conoceríamos un porcentaje mínimo”, advierte. “La opacidad de la Administración autonómica, dice, solo se ha roto porque una jueza se ha empeñado en reclamar cada documento, cada grabación, cada acta”.
Si no se hubiese judicializado, no conoceríamos absolutamente nada de esto. O conoceríamos un porcentaje mínimo”
Y no han faltado sorpresas. Durante meses se creyó que apenas existía un testimonio audiovisual de la reunión del CECOPI: un breve vídeo de un minuto grabado por un técnico de Aemet. Luego aparecieron imágenes de cámaras de À Punt, de una productora externa contratada por la propia Conselleria de Emergencias… Todo un tesoro probatorio que permaneció oculto casi un año. “Es impresionante. A mí no me parece justificable que una televisión pública no remitiera esas imágenes al juzgado. Pero lo más grave es que la Conselleria las mantuviera en un cajón durante diez meses”, lamenta Marco.
Imagen de la portada del libro de Lucas Marco.
El libro también indaga en las causas culturales y políticas que condicionaron las decisiones. Baset, por ejemplo, justificó sus dudas sobre el envío del ES-Alert recordando el precedente de Madrid un año antes, cuando se emitió una alerta que resultó exagerada y desató críticas. Aquella polémica, bautizada por el periodista Enric Juliana como el “pitido orwelliano”, generó un clima de desconfianza hacia el sistema de alertas que, según Marco, estuvo presente en el CECOPI valenciano. “Baset lo expresó abiertamente: la experiencia de Madrid demostraba que enviar un ES-Alert no era cualquier cosa. Temía un efecto estampida. Venía a decir: si te aviso mal, mal; si no te aviso, peor”, recuerda.
La instrucción todavía aguarda testimonios decisivos, como los de Baset o el veterano técnico Jorge Suárez, que podrían aclarar hasta qué punto las dudas técnicas se convirtieron en freno político. Marco sospecha incluso que la exconsellera Pradas pudo estar condicionada por consultas a instancias superiores, quizá al propio presidente de la Generalitat, Carlos Mazón. “No digo que el presidente pusiera reparos, pero no es descabellado pensar que se le consultara en una decisión tan trascendental”, apunta.
Ese posible vínculo abre otro escenario político: la eventual imputación de Mazón, aforado ante el Tribunal Superior de Justicia valenciano. La jueza lo ha invitado ya en varias ocasiones a declarar voluntariamente, un gesto nada habitual. “Sospecho que sí, que la jueza podría acabar elevando la exposición motivada al TSJ. Pero para eso se requieren indicios muy sólidos”, explica Marco. En cualquier caso, advierte, el coste político para el presidente sería enorme: “Cada vez que Mazón se aleja de las principales decisiones de aquella tarde, como el envío de la alerta, en términos judiciales gana margen, pero en términos políticos y morales su figura se debilita aún más”.
20:11 no es solo un ejercicio periodístico, sino también una pieza de memoria colectiva. Marco ha sacrificado vacaciones para ordenar informes, declaraciones y grabaciones, montando un puzle que retrata a una sociedad desbordada por la naturaleza y por la inoperancia de sus instituciones. “Cuando te sientas tranquilamente y empiezas a hilar relatos e informes, entiendes muchas cosas. Una de las que más me sorprendió fue el papel de los técnicos del centro de emergencias: gente con mucha experiencia que, sin embargo, quedó totalmente desbordada”, confiesa.


