Menorca tiene un potente imán para los amantes del arte. Pero no siempre ha sido así y, según algunos, ese imán se apaga en cuanto las temperaturas bajan y las playas se vacían. Aunque en el futuro podría funcionar ininterrumpidamente.

Embarcadero de la isla del Rey y acceso a las instalaciones de Hauser & Wirth; al fondo, Maó
Hace siete años, en la isla blanca había apenas siete galerías, cuatro en Ciutadella y tres en Maó, que sobrevivían suministrando a sus clientes arte decorativo y solucionándoles de paso el engorro de enmarcar las obras. El concepto de coleccionista se manejaba poco; solo Encant, dirigida por Elvira González en Maó –no confundir con la galerista homónima madrileña–, se limitaba a ofrecer obra de autor, defendiendo un catálogo limitado de artistas contemporáneos, lo que le ha valido a ojos de los que han llegado luego la consideración de pionera en la isla.
De ese panorama discreto se ha pasado en poco tiempo a un total de 21 puntos de interés, el triple, entre galerías repartidas por Maó, Ciutadella, Alaior y Es Castell, y un centro de arte privado, Numa, que se inauguró el año pasado en Ciutadella. Y salvo Cayón, que abrió en el 2018, el resto lo han hecho desde el 2021, en solo cuatro años.
En cuatro años se ha pasado de siete galerías a 21, entre Maó, Ciutadella, Alaior y Es Castell, y un centro de arte privado
¿Qué explica este súbito florecimiento, este interés de los galeristas por una isla que apenas supera los cien mil habitantes? Cierto que en verano puede pasar por poco de los doscientos mil, pero aun así la ratio sigue siendo alta.
Los motivos que argumentan los promotores suelen ser de índole personal, de arraigo. Por poner un ejemplo, Clemente Cayón había pasado vacaciones estivales en la isla. Él y su hermano Adolfo tenían ya galerías en Madrid y Manila, y cuando se les presentó la posibilidad de abrir otra en el emblemático edificio del cine Victoria, antes palacio del Barón de las Arenas, vieron las posibilidades escénicas de sus espacios, “más de museo que de galería”, y decidieron dar el paso. Allí han exhibido desde el arte minimal de Fred Sandback, que inauguró la galería, hasta el estilo geométrico de Soto en el 2024, pasando por las esculturas de Joel Shapiro y Joan Miró y las pinturas sobre papel de Stanley Whitney, que llevó sus grandes lienzos cuadriculados en el 2019 y repite este año con sus trabajos en papel en el recién recuperado sótano, bajo la gran exposición dedicada a Joan Hernández Pijuan que ocupa el espacio central en diálogo con algunas obras de Pierre Soulage, el famoso pintor del color negro.

Elvira González, directora de la galería Encant de Maó, junto a una obra de Piers Jackson
Si ellos fueron los pioneros en atraer a coleccionistas y auténticos curiosos del arte a la isla, invitando a sus clientes previos y por un fenómeno de boca a boca, también es cierto que la gran explosión se produjo a partir del 2021, y que el arraigo al que tantos promotores aluden pesa, pero no lo explica todo. ¿Por qué arrancó justo en ese momento?
“Hauser & Wirth”, contesta Pol Marbán, residente, fundador y director de Atica, que abrió en el 2022 en el puerto de Maó, frente al muelle donde hoy está atracado el Ilma, un superyate de la flota de The Ritz-Carlton Yacht Collection, con sus 224 terrazas privadas; en el espacio, Marbán muestra obra propia y de creadores locales a los que apoya. “Hauser & Wirth”, coincide Thierry Bertrand en su galería, del mismo año, junto al bello convento de las franciscanas, en un extremo de la plaza de la Constitució, que añade que llegó a Menorca de la mano de un amigo y cliente, se enamoró del lugar y compró apartamento y galería a la vez; este año expone acuarelas de Pepe Solís. “Hauser & Wirth”, afirma Almudena Angoso, menorquina y socia de Enso, con un año de recorrido, donde se puede encontrar obra de la propia Angoso y de creadores locales, tanto pintura como escultura, más los excepcionales cuencos de té de Alfonso d'Ors.
Los responsables de los nuevos proyectos nacidos a partir del 2021 coinciden en que Hauser & Wirth es la causa de la expansión
También están de acuerdo en que el proyecto de la isla del Rey es el responsable de esta explosión Pablo Pedronzo, uruguayo que vivió y estudió dos años aquí en su adolescencia y abrió en el 2024 una sucursal de su Galería de las Misiones, y Pau Escat, barcelonés con raíces familiares en la isla y presente en la capital de poniente con su propio apellido por tercer año consecutivo. Pedronzo ha llevado esta temporada a la isla las esculturas geométricas de Arturo Berned, mientras que Escat cada año acoge a un artista en residencia durante unos meses y al llegar el verano acuerda visitas a la sede de Maó de sus clientes en Barcelona para ver el resultado de ese proyecto.
¿Pero qué es Hauser & Wirth y por qué tiene tanto tirón?
En el puerto de Maó existen una serie de islas que los ingleses, durante la ocupación, destinaron a usos sanitarios: muy descriptivamente se llaman isla del Lazareto, isla de la Cuarentena e isla del Hospital o del Rey. En esta última se halla el viejo hospital naval del siglo XVIII, que quedó en abandono después de que en los años setenta se desechase la idea de convertirlo en parador nacional, y luego, en hotel privado. Tras años de desidia y destrozos, de la naturaleza y humanos, un grupo de voluntarios empezó a rehabilitarlo sin más recursos que los propios. En el 2005 se constituyeron en fundación y en el 2017 llegaron a un convenio con el Ayuntamiento.

Una de las obras de Mika Rottenberg que exponen este año Hauser & Wirth; la artista ha empleado plástico de uso doméstico reciclado molido y enredaderas invasoras del norte del estado de Nueva York
Ese año, Iwan y Manuela Wirth, fundadores junto a Ursula Hauser de la galería suiza Hauser & Wirth (con once sedes repartidas por todo el mundo), visitaron la isla con los voluntarios y conocieron su esfuerzo. Vieron también que junto al hospital había unos hangares igualmente abandonados que en principio no interesaban a nadie y pensaron que eran ideales para replicar allí su proyecto de Somerset (Inglaterra), iniciado en el 2014, que aunó la creación de una galería en una granja rehabilitada con la recuperación de un espacio y con proyectos educativos dirigidos a la comunidad local, además de residencias de artistas. Presentaron la idea al Ayuntamiento y llegaron a un acuerdo que les permitió abrir en el 2021, tras una rehabilitación dirigida por el arquitecto argentino Luis Laplace y un proyecto paisajístico orquestado por el holandés Piet Oudolf, el creador de la High Line, el parque urbano que creció sobre la antigua línea de tren elevada de Nueva York.
El resultado es hoy un exitoso punto de atracción a la vez turístico y educativo –el año pasado recibieron 90.000 visitantes y 18.000 participantes en las actividades educativas– que cuenta incluso con restaurante. Las actividades y las visitas son siempre gratuitas. Mar Rescalvo, la directora, menorquina, explica que aquí “el arte es la base de un proyecto que genera sinergias” y que lo que los hace diferentes de otras iniciativas es “esta manera de hacer que la gente pueda disfrutar del arte, abrir la visión y llegar al arte desde diferentes perspectivas en relación con el lugar donde están”, porque están implantados en un lugar y una sociedad concretos. En sus salas, este año los visitantes encontrarán obras subversivas: las de Mika Rottenberg, en formato escultura, pintura y videoarte, cuestionando el universo del consumo, y las fotografías-performance de Cindy Sherman, en una magna exposición de la creadora que engloba cuarenta años de trabajo.
La diferencia entre los proyectos es una de las claves de que el aumento de oferta no haya ahogado la demanda
La diferencia entre los proyectos es una constante en las manifestaciones de los entrevistados y una de las claves de que el aumento de oferta no haya ahogado la demanda, porque lo lógico, como dice Toni Salord, responsable de Vidrart, en Ciutadella, sería pensar que “los clientes se agotan porque se quedan sin espacio donde colgar los cuadros”.
Sin embargo, la aparición de la figura del coleccionista ha ensanchado y enriquecido el mercado y, contra visiones pesimistas como la de Sebastià Moll, que con sus 40 años de presencia en el sector piensa que “no hay mercado para tantos”, lo cierto es que los recién llegados van encontrando su público o lo crean. En muchas ocasiones, porque se lo traen, como Pedrozo, que invita a clientes latinoamericanos a visitar la isla y la galería; clientes que de paso hacen una ruta por las otras galerías, como explica Angoso, lo que beneficia a todos y va creando un hub cultural y un turismo de calidad específico, y un runrún que resuena en las cabezas de los aficionados: sol, Mediterráneo, buena vida y arte de calidad.

Almudena Angoso, delante de la entrada de la galería Enso
Para el futuro queda consolidar esa propuesta. Pero para eso la iniciativa privada queda corta, y salvo las autorizaciones para actuar, los entrevistados no relatan por ahora mayores implicaciones de la Administración. Aunque algunos ya ven que las instituciones han detectado el fenómeno y quieren potenciarlo.
Pedronzo explica que el año pasado el Consell contactó con ellos para elaborar materiales promocionales centrados en el arte. Y en mayo, en la presentación de la exposición Hiroshi Kitamura en Numa, el conseller insular de Cultura, Joan Pons Torres, insinuó que había llegado el momento de que la Administración respaldara económicamente el esfuerzo inicial de promotores privados como esa fundación.
Menorca se está convirtiendo rápidamente en un destino apasionante para el arte”
Si eso es así, si con el esfuerzo de todos se acaba consolidando un turismo de calidad atraído por el arte y el coleccionismo, quizá se hará realidad también un viejo deseo de los menorquines: que la isla no se vacíe de vida cultural al llegar septiembre. Porque, como dice Elvira González, cuando “los nuevos” cierran al final de la temporada y se van, “se pierden la época más bonita de la isla, cuando vuelve a su ser habitual”, pero también dejan a los locales con la miel en los labios.
Es una idea que está en el ánimo de muchos, como Camille Cohen, parisina fundadora de la galería Cohle con su marido, Michael Le Goff, que se casaron en Menorca en el 2022 y decidieron abrir aquí una sucursal veraniega de su negocio como “una continuación natural de esa conexión personal” y que, visto que “Menorca se está convirtiendo rápidamente en un destino apasionante para el arte”, indica que “nos encantaría abrir más a menudo en la isla, más allá de los meses de verano; también estamos explorando la idea de crear una residencia artística en Menorca durante el invierno”.
Por ahora, los que se mantienen todo el año son los de siempre y los residentes: los históricos Retxa y Vidrart en Ciutadella, más las galerías unipersonales Pedrín y Rovellart y el centro Numa con sus programas educativos; los veteranos Encant, Kroma y Artara y los nuevos Atica y Enso en Maó, más Albarrán Bourdais, que ha hecho una apuesta por la continuidad, como explica Marta Coll, su jefa de comunicación, otra menorquina que ha podido regresar a su tierra gracias a este movimiento que considera “muy positivo: se está creando un ecosistema, hay más gente; en Maó se ha llegado a las 30.000 personas también en invierno”.
Y eso es por ahora lo más positivo de este fenómeno: las personas, creadores y gestores, que no han tenido que marcharse o que han podido regresar a trabajar en el mundo del arte: Pol Marbán, Almudena Angoso, Mar Rescalvo, Marta Calvo o los empleados de Numa, que lo son todo a la vez, son ejemplos claros de lo que puede ser un futuro luminoso en la isla blanca.