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Jesús Romero, 24 años, español en Australia: “España me parecía aburrida antes, pero viviendo fuera lo único que quería era volver. Echo de menos los bares de tapas del pueblo y desayunar en Sevilla una tostada”

Español en Australia

“Estuve un mes sin casa, con las maletas a cuestas y en sitios que no sabía ni donde estaba. Fue una prueba mental dura y ahí entendí por qué muchos vuelven a España”, cuenta Romero

Jesús Romero, 25 años, español en Australia

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“A veces toca elegir entre disfrutar el presente o construir el futuro que sueñas, y yo elegí lo segundo. No fue fácil ver cómo la vida seguía en mi ciudad mientras yo estaba a contrarreloj, pero cuando logras vivir lo que imaginabas, entiendes que cada ‘no’ valió la pena”, cuenta Jesús Romero, un sevillano de 24 años. Cuando tienes un sueño y no se te va de la mente, es porque hay algo dentro de ti que sabe que eres capaz de cumplirlo. Y aunque en ocasiones pueda parecer complicado, el instinto te empuja a hacerlo: cambiar de trabajo, mudarte, empezar una nueva relación, emprender el negocio que tanto deseabas… El caso de Jesús Romero no es distinto. Decidió dejar su vida en España para cruzar el mundo y reinventarse en Australia. Pero este no fue su primer destino: el joven también ha vivido en Estados Unidos y Argentina.

Cuando te mudas, lo primero que debes hacer es encontrar un trabajo que te permita sobrevivir en el extranjero. Romero comenzó trabajando en discotecas y bares; el sector hostelero abre muchas puertas, aunque también plantea desafíos a los que enfrentarse desde el primer día. “El acento australiano fue un problema al principio; literalmente me daba miedo que un cliente viniera a la barra porque pensaba que no iba a entenderlo”, cuenta a La Vanguardia. Además, se sentía perdido, ya que tenía que preguntar constantemente a sus compañeros qué era lo que pedían los clientes, sumado al ruido constante de la discoteca.

Jesús Romero trabajando en Australia

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A pesar de ello, la adaptación llegó rápido: “En la segunda semana ya me acostumbré a lo que la gente solía pedir y a los nombres de las bebidas”, confiesa. Con las personas, tampoco le ha resultado complicado: “No me cuesta hacer amigos, y conocer gente nueva es una de las cosas que más me gusta de viajar”, explica. Pero sí hay momentos duros por la distancia con quienes más quiere: “Si tuviera que elegir un momento difícil, serían las fechas importantes: los cumpleaños de mis padres, la Navidad o los momentos familiares que sé que me estoy perdiendo y no volverán. Es el precio de perseguir mis sueños lejos de casa”, añade.

Pese a todo, sabe que emigrar jamás fue un error. “Hay momentos complicados: mudarte tres veces en un mes, no tener suficientes horas de trabajo o ir saltando de un empleo a otro sin descanso. Pero lo veo como parte del proceso y del crecimiento personal. Si quisiera comodidad absoluta y una vida lineal, me habría quedado en España”, afirma.

Choque cultural en el trabajo y cómo reinventarse en Australia

Aunque pueda sorprender, una de las cosas que más valoran en muchos trabajos en el extranjero es la actitud. No importa tu experiencia ni lo completo que esté tu currículum. Jesús explica que la actitud es la puerta de entrada a muchas oportunidades: “Aunque no tengas experiencia, si ven que trabajas con ganas, los australianos confían en ti y te ayudan a mejorar”, aclara.

Jesús Romero trabajando en Australia

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Pese a haber tenido buenas oportunidades laborales, también ha enfrentado situaciones injustas que en su país natal no habría vivido. Por ejemplo, en algunos trabajos le daban menos horas por ser extranjero: “Empezaba el último y me iba el primero, para que los australianos acumularan más horas”, cuenta. Además, trabajando como casual, los turnos pueden recortarte cuando quieren: “Me ha pasado que me asignaran ocho horas y me mandaran a casa a las tres porque había pocos clientes”, añade.

Su primer turno fue un desastre, pero también un aprendizaje: “Me entrevistaron para trabajar en eventos en el casino y me dijeron que me entrenarían con la bandeja… pero no fue así. Era un evento enorme, más de dos mil personas, todo muy formal. Y justo a mí se me cayó la bandeja entera de bebidas encima de la cabeza de una señora. Quería que me tragara la tierra. Pensé que me iban a echar, pero al final se lo tomaron con humor. Desde ese día entendí que aquí están acostumbrados a todo con los backpackers”, recuerda.

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Además, a veces los expatriados no son tomados muy en serio y se les etiqueta como “el chico nuevo que viene y se va”. “He tenido jefes que no respondían mensajes o compañeros que te trataban con distancia. Pero aprendí a no verlo como rechazo, sino como un reto: demostrar que puedes destacar incluso en un lugar donde nadie te conoce”, añade.

Sacrificios, choque cultural y nostalgia por la tierra natal

Uno de los mayores sacrificios que ha hecho Jesús para vivir esta experiencia es dejar a sus personas más queridas. “También renuncié a muchas cosas que me gustaban. Durante meses me enfoqué solo en trabajar, ahorrar y preparar todo para este cambio de vida. Tuve que decir que no a planes, viajes y relaciones que en otro momento habría aceptado”, cuenta.

Jesús Romero recogiendo para mudarse

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Extraña muchas cosas de España, como la facilidad para coincidir con la gente. “En España todo fluye: tienes tu grupo, tus planes, y puedes improvisar sin pensarlo demasiado. Aquí, en cambio, todos tienen horarios diferentes y menos tiempo libre”, explica. También recuerda cómo en España podías conocer tu ciudad, vivir con tus padres, estudiar o tener un trabajo estable sin tantas preocupaciones. “Aquí todo gira en torno a sobrevivir al ritmo diario. 

Y aunque me encanta esta vida tan movida, a veces echo de menos esa rutina que antes parecía aburrida, pero que en realidad era un pequeño lujo”, declara. Otro aspecto que extraña son los bares y el hábito de salir a comer o tomar algo de manera auténtica: “No hablo de copas, sino de tapas, de bares de pueblo. En Sevilla es normal ir a desayunar una tostada con café o tapear con amigos. Esa cercanía no existe aquí. En Australia casi todo son cadenas de restaurantes con gente de todo el mundo. Está bien, pero no hay esa conexión cálida y familiar que tenemos en España”.

Uno de los momentos más duros fue quedarse sin casa durante casi un mes. “Llegamos con alojamiento, pero tuvimos que dejarlo y no encontrábamos nada nuevo. Pasábamos el día moviendo maletas, durmiendo en hostales o en casa de amigos, incluso en sitios donde ni sabían que estábamos. Dormíamos mal, pasábamos el día buscando hogar y no había suerte. En ese punto entendí por qué muchos se vuelven a España. Pero yo estaba convencido de que todo saldría bien, y así fue. Aunque fue una prueba mental muy dura”, recuerda. A pesar de las dificultades, Jesús tiene claro que ha nacido para esta vida: “Me encanta lanzarme sin tener nada preparado, sin conocer a nadie, y construir mi vida desde cero. Siempre que las cosas se complican, aprendo y crezco. 

Nunca he tenido miedo de no poder con algo, porque sé que de una forma u otra lo voy a solucionar”, comenta. También aclara que la vida fuera de España no siempre es tan idílica como las redes sociales pueden hacer creer: “Estaba en Miami, en pleno verano, y de repente me di cuenta de que, aunque tenía todo lo que muchos sueñan, lo único que quería era volver a España. Viajar y vivir fuera te enseña muchísimo, pero también te desgasta. Al final, como en casa no se está en ningún sitio. España me parecía aburrida antes, pero entendí que no era el lugar, sino lo que necesitaba aprender. Vivir fuera no es una vida perfecta, solo diferente”, concluye.

Jesús Romero, 25 años, español en Australia

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Jesús también anima a quien tenga la oportunidad de vivir fuera a que la aproveche: “Le diría que se lance, pero sin idealizarlo. Vivir fuera no es una película, es una montaña rusa. Hay días increíbles y otros muy duros. Pero lo mejor llega cuando te das cuenta de que, a pesar de todo, estás creciendo. Intento transmitir eso con mis vídeos: que lo más bonito de emigrar no es el destino, sino el proceso. Si eres capaz de enfrentarte a todo en otro idioma y en otra cultura, entonces ya puedes con casi cualquier cosa. Después de eso, los problemas dejan de parecer tan grandes. No es que la vida se vuelva fácil: es que tú te haces más fuerte”, concluye.