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Estefanía Badia (29 años), española en Australia: “Aquí no hay pensión pública tradicional como en España. Cada trabajador deposita parte de su salario en su cuenta personal, donde el dinero crece, está a su nombre y se gestiona de forma transparente”

Española en Australia

“Valoro mucho la cantidad de oportunidades de crecimiento profesional. La formación continua no es opcional, es parte esencial del trabajo”, cuenta Badia para La Vanguardia

Estefanía Badia (29 años), española en Australia

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De Málaga a Australia, con el inglés como su “talón de Aquiles”, Estefanía emprendió un viaje sin billete de vuelta. Actualmente, vive en un pueblo remoto, muy lejos de lo que conocemos como la Gold Coast. A sus 29 años trabaja como docente de infantil y, guiada por la aventura y la invitación de su pareja, decidió hacer las maletas para iniciar una nueva etapa en este país. Al principio vivió en la zona costera, donde la adaptación fue sencilla gracias a su mente abierta y a la ausencia de expectativas.

Pero el verdadero reto llegó en la zona más remota, el “bush”, donde lleva ya dos años. “Adaptarme fue mucho más difícil: es un lugar solitario, seco y salvaje, convives con animales peligrosos como la serpiente Eastern Brown, y el inglés es más informal y difícil de entender. La vida gira en torno a la agricultura, la ganadería y la minería, y la gente se viste y se comporta de manera distinta. Al principio fue un choque en todos los sentidos y me costó establecer mi rutina y sentirme cómoda”, cuenta en entrevista para La Vanguardia.

Pinturas de los Aborígenes de Australia

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 “No me limito a cuidar a los niños: planifico, implemento y reflexiono sobre experiencias de aprendizaje significativas”

¿Cuál es su rol como maestra de infantil en Australia?

Como ECT (Early Childhood Teacher), mi trabajo no se limita a cuidar a los niños: planifico, implemento y reflexiono sobre experiencias de aprendizaje significativas que favorezcan su desarrollo integral: emocional, cognitivo, social y físico. Observo y documento sus progresos, guío al equipo educativo, colaboro con las familias y promuevo la inclusión y el bienestar.

Estefanía Badia, docente española

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En Australia, también hay niveles inferiores de formación: se puede trabajar como “assistant educator” con un certificado3, luego Diploma y finalmente Bachelor, que es equivalente a la carrera universitaria y requiere experiencia y nivel de inglés. Mi papel es de liderazgo pedagógico: conectar el juego con el aprendizaje, fomentar la reflexión del equipo y asegurar que el programa educativo tenga un propósito claro.

¿Qué diferencias ha encontrado entre la educación infantil en Australia y en España?

La diferencia más significativa no está tanto en recursos o metodología, sino en la mirada hacia la infancia. En España se priorizan los aspectos académicos tempranos, mientras que en Australia se valora el juego, la exploración, la autonomía y la conexión emocional. Aquí, el aprendizaje nace de la curiosidad y del sentirse seguro y escuchado.

También hay diferencias en el cuidado: en España el cariño suele ser físico y expresivo; aquí, sobre todo en zonas rurales, el afecto se muestra de otras formas. Mi manera de enseñar ha tenido que transformarse: aprendo a crear vínculos desde la calma, la constancia y la presencia. Además, el ratio educativo es menor: un educador por cada 11 niños de 3 a 5 años, y aún menos con los más pequeños. Esto permite una atención más individualizada.

¿Qué le ha sorprendido del sistema educativo australiano?

Me sorprendió la importancia del juego libre y la exploración en la primera infancia. Todo se basa en la curiosidad: los niños aprenden tocando, experimentando y observando la naturaleza. Además, se respeta mucho la individualidad: no se obliga a participar en actividades si no quieren.

Estefanía Badia, docente española

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El ratio reducido permite atención personalizada. No se usan fichas ni libros impresos: todo se observa, documenta y reflexiona para adaptar la enseñanza a cada niño. Hay mucha formación continua, influencia Montessori en los materiales y la autonomía, y respeto por los tiempos de cada niño. Las familias, en general, están menos involucradas que en España, pero en conjunto, este enfoque me ha hecho crecer como maestra y persona.

¿Cómo describiría su experiencia trabajando en un entorno rural?

Si tuviera que resumirlo en una palabra, diría que ha sido “desafiante”. Todo es diferente y no ha sido fácil. Los niños crecen en un contexto distinto: muchos viven en granjas, trepan árboles, cazan insectos, pero a veces carecen de estimulación emocional o acompañamiento constante.

Las familias viven ritmos complicados: padres que trabajan catorce días seguidos en las minas, problemas económicos, adicciones o rupturas. También hay presencia de familias aborígenes, lo que enriquece el trabajo, pero requiere sensibilidad cultural.

He gestionado situaciones complicadas: niños intentando escaparse, comportamientos agresivos, grupos de edades mezcladas y recursos limitados. En estos casos, mi trabajo consiste en mirar más allá de la conducta y comprender el “por qué”. Lo más bonito es ver cómo niños que al principio apenas podían expresarse, poco a poco encuentran en mí una figura de seguridad y afecto. Este entorno me ha enseñado que educar comienza muchas veces con presencia, cariño y paciencia.

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¿Qué retos ha tenido que superar para trabajar como maestra en Australia?

El proceso es largo y requiere paciencia. Hay que homologar títulos, tramitar certificados, verificaciones policiales, cursos de primeros auxilios y cumplir requisitos específicos de cada estado. Todo esto puede resultar abrumador, pero con organización y asesoramiento se consigue.

Además, la formación continua es obligatoria: cada año debemos completar horas de desarrollo profesional para mantener la acreditación. Aunque exige trabajo, lo valoro mucho porque la empresa financia estos cursos y me permite seguir creciendo como profesional.

¿Qué valora del desarrollo profesional en Australia?

Valoro mucho la cantidad de oportunidades de crecimiento profesional. La formación continua no es opcional, es parte esencial del trabajo. Mi empresa ofrece cursos sobre desarrollo infantil, inclusión, manejo de emociones, planificación, pedagogías alternativas y estrategias para niños con necesidades específicas.

Mi rol de ECT implica liderazgo pedagógico: guiar al equipo, compartir conocimientos y reflexionar en conjunto. Estando en zonas remotas, muchos cursos los hago online, y cuando es necesario, la empresa paga viajes y alojamiento para reunirme con otras maestras. Esto me permite aprender, compartir experiencias y crear comunidad.

El inglés, el “talón de Aquiles” de Estefanía: la adaptación al país

¿Cómo ha sido su aprendizaje del inglés en Australia?

El inglés siempre fue mi “talón de Aquiles”. He tenido poca suerte con los profesores y siempre he sido insegura. Australia no fue mi primer país de habla inglesa, pero sí el que más me ha enseñado. Empezar de cero lejos de casa me obligó a hablar, equivocarme y volver a intentar muchas veces. He llorado, pero ha valido la pena: he mejorado mucho, ganado soltura y seguridad. En mi trabajo me exigía demasiado, pero al final he demostrado que soy capaz y competente. El inglés es clave, y aprenderlo me ha ayudado a crecer profesional y personalmente.

Fotografía de Estefanía

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¿Qué le ha aportado vivir en Australia a nivel personal?

Vivir aquí me ha dado una sensación de libertad y calma. Todo va a otro ritmo: menos prisa, más contacto con la naturaleza, más equilibrio entre trabajo y vida personal. En la costa disfrutaba del surf, mercados y brunch; en la zona rural, actividades como pesca, rodeos o acampadas. Ambos estilos tienen aspectos positivos.

Aquí puedo centrarme en crear rutina, mejorar como maestra y explorar la región. Además, los gastos son menores. Lo más complicado ha sido adaptarme a la falta de cultura y tradiciones locales; Australia es un país joven, y se echa de menos la riqueza cultural española.

Una mirada al futuro: “Lo único que sé es que quiero seguir creciendo y viviendo experiencias que me hagan sentir viva”

¿Cómo funciona el sistema de jubilación australiano?

En Australia cada trabajador tiene una cuenta personal llamada “superannuation” o “super”, donde el empleador ingresa un porcentaje del salario. Ese dinero se invierte y crece con el tiempo. También se pueden hacer aportes voluntarios.

Al principio cuesta entenderlo para quienes venimos de Europa, porque no existe una pensión pública tradicional. Pero, una vez te adaptas, ofrece ventajas: el dinero está a tu nombre, se gestiona de forma transparente y te da sensación de control. Mi empresa ingresa el porcentaje correspondiente y cada año puedo ver cómo crece.

¿Cuál es su visión sobre su futuro en Australia y España?

No tengo una respuesta cerrada sobre el futuro. No sé si me quedaré en Australia o volveré a España, pero sí sé que quiero seguir creciendo y viviendo experiencias que me hagan sentir viva. Mi objetivo a corto plazo es conseguir la residencia y luego pasar un tiempo en España para evaluar posibilidades.

Estefanía en Australia

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Cuando llegué, no planeaba quedarme más de un año, pero ahora estoy cerca de obtener la residencia y me da tranquilidad saber que tengo un plan B. Me gustaría vivir en España, pero no tengo prisa: aquí disfruto de mi estilo de vida, trabajo y oportunidades por descubrir. Cuando consiga la residencia, planeo volver a la costa australiana, que es algo que echo mucho de menos.

¿Qué consejo daría a otras maestras que piensen en trabajar en el extranjero?

Recomiendo salir de la zona de confort y probar suerte en otros países. En muchos lugares puedes ejercer tu vocación con menos competencia y requisitos. Australia no es el más fácil, pero ofrece sueldos atractivos, flexibilidad, libertad y apoyo.

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Les diría que se atrevan, aunque no se sientan completamente preparados. Trabajar en otro país da miedo al principio, pero es una de las experiencias más enriquecedoras a nivel personal y profesional. En lugares pequeños se aprende a valorar lo esencial, conectar con la comunidad y vivir una educación más auténtica y humana. Cada día es un reto, pero también una recompensa: los niños enseñan tanto como tú a ellos.