Dentro del ambicioso proyecto 'Lux', la cantante catalana Rosalía se adentra en un terreno emocional y artístico poco habitual en las tendencias musicales actuales. Si en ‘Motomami’ deconstruyó el reguetón para convertirlo en arte experimental, en Lux juega con lo espiritual, lo místico y lo íntimo. Uno de los momentos más comentados es la canción ‘Dios es un stalker’, ubicada en el tercer movimiento del disco, donde según el analista musical Alberto Palao, se entrelaza la búsqueda divina con la exposición pública: “Es una crítica hacia la fama, y lo hace de una manera muy sutil”, afirma el experto.
Una mirada crítica disfrazada de espiritualidad
Lejos de una crítica directa, Rosalía emplea la ironía y una estética religiosa para hablar de un tema terrenal y universal: la vigilancia constante. Como explica Palao, “Este tema tiene dos lecturas posibles. Por un lado, Rosalía como devota que persigue a Dios con admiración, como si fuera una fan, como Macarena García en 'La Llamada', con ese punto naíf y encantador. Pero por otro lado, y ahí está la carga, lo que plantea es que la fama convierte a las personas en entidades omnipresentes que también son observadas sin cesar, como si ellas fueran Dios”.
En el centro de la canción aparece una línea clave: “La omnipresencia me tiene agotada”. Un suspiro disfrazado de oración que revela el desgaste emocional de la artista. Como señala el artículo publicado por Rolling Stone, Lux es un viaje “por la fama, el star system y una gira mundial de localidades agotadas”, pero también es un intento de limpieza interna, de poner orden en el caos que conlleva la exposición mediática constante.
Rosalía se permite jugar con lo sagrado no para burlarse de ello, sino para reconfigurarlo. En este tema lo hace de forma juguetona, incluso divertida, pero el fondo se plantea: ¿hasta qué punto puede alguien mantener su identidad cuando el ojo público lo invade todo? Palao lo expresa así: “Es como la segunda parte de la canción ‘La fama’. Allí anticipaba lo que no le gustaba, y aquí lo reafirma. Ella misma es consciente de su posición. Hay momentos que no le gusta”.
La propuesta estética y sonora de Lux puede desconcertar. Cuerdas orquestales, fragmentos en 14 idiomas, referencias místicas y confesionales, y una intención clara: tocar lo trascendental sin renunciar al arte pop. ‘Dios es un stalker’ se convierte así en una conexión entre el cielo y la tierra, entre la artista y la figura pública. No es casual que esta canción forme parte del tercer movimiento, un bloque donde, según el análisis de Palao, “Rosalía cierra conflictos antes de alcanzar el cielo”.


