Una negligencia médica ata la vida de una familia a 1.000 km de distancia: “Nuestro futuro pasa por venir a vivir a Cataluña”
Institut Guttmann
Luis Velarde quedó tetrapléjico a raíz de una mala praxis médica, y su hermano David se vuelca para que tenga una buena calidad de vida, algo que implica mudarse a Cataluña en el futuro
Una negligencia médica ata la vida de una familia a 1.000 km de distancia: “Nuestro futuro pasa por venir a vivir a Cataluña”
El 9 de abril de 2019 Luis Velarde entró en quirófano en el Hospital Universitario de Badajoz para una cirugía de corazón y salió con una tetraplejia espástica debido a una negligencia médica. En aquel momento, sin que la familia Velarde aún lo supiera, su futuro quedaría ligado al Institut Guttmann de Badalona, un centro médico a 1.000 kilómetros de su Oliva de Mérida natal, en Extremadura.
El hermano de Luis, David, de 39 años, es quien ha tomado las riendas de la familia. Desde remover cielo y tierra para conseguir que a su hermano lo trataran en el mejor hospital que pudiera encontrar, hasta organizar un futuro que le permita una mejor calidad de vida. “El futuro de mi hermano, mis padres y el mío pasa por Cataluña. La vida de mi hermano estará siempre ligada a la Guttmann y la nuestra también”.
David Velarde
“Queremos que mi hermano tenga la mejor calidad de vida y eso ahora mismo no puede ser en Extremadura”
“Llevamos unos 30 ingresos hospitalarios a más de 1.000 kilómetros de casa; esto no es vida”, resume David, que apunta: “A pesar de todo lo que ha pasado, ahora a mi hermano le dan una esperanza de vida como a una persona que no hubiera quedado tetrapléjica. Queremos que tenga la mejor calidad de vida y eso ahora mismo no puede ser en Extremadura”.
Cronología de una negligencia médica
La vida de la familia Velarde cambió en pocas horas cuando Luis, con 26 años, salió de quirófano en coma y con pocas esperanzas de sobrevivir. “Cuando éramos pequeños, nos hicieron unas pruebas y a Luis le encontraron una insuficiencia cardíaca; la válvula aorta le funcionaba más lenta”, detalla David. En este contexto, se sometió a una operación con la intención de sustituir la válvula aorta por una prótesis. La intervención acabó en tragedia: Luis quedó en coma y con daños cerebrales.
“Estuvo dos meses en coma y cuando se despertó lo recordaba todo. Sabía quién era y podía ver cómo no podía mover los brazos ni las piernas. Lo primero que me dijo fue: ‘David, ayúdame’”, recuerda el hermano, emocionado. El extremeño se ha tomado al pie de la letra la petición de su hermano. “En eso me centro, en ayudarlo. Preferiría estar yo en su situación. Me duele más que él esté así que si me pasara a mí”.
Luis ha tenido que pasar por varias cirugías para mejorar su estado
David empezó a ayudar a su hermano buscando dónde podían atenderlo mejor. “En la región tenemos un hospital de referencia, pero el caso de Luis les quedaba grande”, lamenta. Y recuerda: “Me puse a buscar como un loco y encontré el Institut Guttmann, y el médico de mi hermano estaba de acuerdo”. Ante la opción de encontrar un centro más cercano a su pueblo, como podría haber sido en Madrid, David es tajante: “Es el mejor del Estado y seguramente de Europa”.
Condena millonaria al Servicio Extremeño de Salud
En 2024, la justicia condenó al Servicio Extremeño de Salud (SES) a indemnizar a Luis Velarde con un millón y medio de euros, así como las costas del juicio, por las graves secuelas sufridas tras una fuerte hemorragia derivada de la salida de una cánula durante la cirugía cardíaca. La familia no descarta continuar con las reclamaciones por vía judicial después de esta victoria en los tribunales. “A nosotros nos reconocieron el daño causado por la mala praxis, por un momento concreto, pero las secuelas son para toda la vida y los costes, también. No me vale eso de: ‘Toma, un dinero y búscate la vida’”, reflexiona David.
La vida entre ingresos
Entre Oliva de Mérida y el Institut Guttmann hay unos 1.000 kilómetros y casi diez horas de viaje por carretera. Todo eso solo es un añadido a una vida familiar que ya había cambiado mucho desde la operación de Luis. “Mis padres son mayores, han dejado de trabajar para cuidar a mi hermano. Yo trabajo en la agricultura y, aunque es muy duro, me da flexibilidad para poder llevar a mi hermano a Cataluña y a las sesiones de rehabilitación del día a día”, detalla.
A pesar de la flexibilidad del trabajo, los viajes constantes no son solo un desgaste físico y emocional, sino también económico. “Mi hermano puede tener visitas cortas o estancias de meses. Cuando vamos a la Guttmann, dejo mi trabajo y me centro en mi familia. Por ahora nos mantenemos con los ahorros, pero es un gran coste”, explica David, que destaca la importante labor que para ellos ha tenido la Fundació Jubert Figueras, dedicada a proporcionar alojamiento a familiares y pacientes desplazados.
David es consciente del rol de liderazgo que ha asumido en el centro de su familia, y reconoce el peso que llega a ser. “Cuando pasó lo de mi hermano, mis padres, que ya son mayores, se sostuvieron en mí. Ahora soy el pilar de esta familia. Si yo flaqueo, lo hacemos todos. Puede haber momentos oscuros y difíciles en los que te sientes abrumado, pero tengo esperanza”, reflexiona el extremeño.
David Velarde
“Ahora soy el pilar de esta familia, si yo flaqueo, lo hacemos todos. Puede haber momentos oscuros y difíciles en los que te sientes abrumado, pero tengo esperanza”
Para David, todo el esfuerzo vale la pena, ya que considera que el tratamiento que está recibiendo su hermano le está cambiando la vida. “Nos recibieron con los brazos abiertos en la Guttmann. El doctor Joan Vidal y su equipo lo están apostando todo por mi hermano. Daría la vida por todos ellos”, afirma.
Luis, en una de sus varias estancias en Badalona
Volver a empezar
Para la familia Velarde, con la promesa de un futuro mejor para uno de los suyos hay más que suficiente para empezar una nueva vida en Cataluña. Con unos padres mayores, dejando una vida atrás, ¿hay vértigo por enraizar en un nuevo lugar? “Lo que más me preocupa es encontrar trabajo”, reconoce. Más allá de eso, David se muestra confiado en el cambio que planea con su familia. “Después de tantas visitas, ya tengo amigos aquí y el idioma no sería una barrera para mí. Ya entiendo el catalán, sobre todo el acento del área metropolitana; no creo que tuviera dificultades con la lengua”, reflexiona. De hecho, David tiene palabras en catalán tatuadas, concretamente una frase corta que se convirtió en un mantra en 2020: “Tot anirà bé” (“Todo irá bien”).
David Velarde
“Vivir en Cataluña nos facilitará muchas cosas, podrán hacer un tratamiento más complejo e ir a rehabilitación será más fácil gracias al transporte público”
Más allá de las preocupaciones por reconstruir su vida laboral en un nuevo entorno y de las dificultades que tiene para encontrar un piso para comprar, el optimismo planea sobre sus planes de futuro. “Vivir en Cataluña nos facilitará muchas cosas, podrán hacer un tratamiento más complejo a mi hermano sin sufrir por desplazarnos. Ir a rehabilitación será más fácil, porque aquí el transporte público funciona muy bien”, enumera David, que también señala que tendrá que gestionar menos papeleo, ya que ahora el tratamiento de su hermano depende de la aprobación de la administración extremeña. Toda una serie de trámites que terminarán si residen aquí.
“Creo que nuestro destino como familia era vivir en Cataluña”, comenta David con tono distendido, y señala que tanto su padre como su madre vivieron en Cataluña en momentos diferentes de su vida. “Mi padre estuvo trabajando en la construcción de un hotel en Lloret y mi madre de pequeña vivió en el Poble-sec”, detalla. Por diversas circunstancias, sin embargo, ambos acabaron estableciéndose en Extremadura. Por eso, David bromea: “Parece que el destino nos decía que teníamos que ser o que seríamos ciudadanos catalanes. Esperamos que pronto seamos vecinos”.