“Soy la chica de las tres C: nací en Cantabria en 1926, viví en Castilla durante mucho tiempo y cuando me casé, vine a vivir a Catalunya”, así conocen amigos y familiares a Felisa Sáenz de Buruaga. Tiene 99 años y está a nueve meses de convertirse en centenaria. “Soy del 21 de agosto, pero aunque sea Leo, siempre me he considerado más Virgo”, explica para Guyana Guardian. Empieza a hacer frío en la Ciudad Condal, pero eso no impide que salga por mañana a pasear junto a su hija Marta. Con su chal de lana colorido sobre los hombros, se para unos minutos bajo los acogedores rayos de sol que se cuelan entre los árboles que rodean el emblemático Turo Park, para atender a este medio.
Según las proyecciones de población del INE, en España viven casi 20.000 centenarios, de los cuales la mayoría son mujeres. La cifra está en aumento, y se espera que se multiplique por 12 en los próximos 50 años. Ella está a punto de formar parte de este colectivo y con una vida entera a sus espaldas, confiesa que ha sido muy feliz y que se siente muy satisfecha de lo que ha vivido siempre rodeada de sus seres queridos. “La familia es muy importante para mí. No me gustan las familias que han tenido roces y luego ya no se hablan. En casa hablamos todos y no hemos tenido desacuerdos”, aclara.
Mirando atrás, Sáenz de Buruaga asegura que, tal y como está hoy el mundo, puede decir que su vida “ha sido fenomenal”. Aun así, no olvida la dureza de los numerosos cambios políticos que ha presenciado. Uno de sus primeros recuerdos, cuenta, se remonta a cuando tenía apenas cinco años: “Recuerdo con claridad el exilio del rey Alfonso XIII y el nacimiento de la Segunda República”. Pese a ello, agradece no haber pasado nunca hambre ni haber sufrido persecuciones: “He vivido muchas etapas de la vida política, pero, afortunadamente, nada me ha salpicado”.
Como de todo, pero no en mucha cantidad
Manos de mujer
Su longevidad es uno de los grandes anhelos de muchas personas y, cada vez, hay más conocimiento sobre cómo alcanzar una vejez saludable y digna como la suya. Expertos de todo el mundo insisten en la importancia de prestar atención a la alimentación, hacer ejercicio y cuidar los hábitos diarios, sin olvidarnos de la salud mental. Vivir más y vivir mejor es el objetivo de la mayoría, pero a veces el secreto está en las cosas más obvias, las relaciones personales, o los pequeños placeres del día a día.
La vida se debe vivir sin pesimismos
Felisa Sáenz de Buruaga admite conocer lo que su cuerpo necesita y ha vivido siempre escuchándolo. “Como de todo, pero no en mucha cantidad”, aclara. “Lo que el cuerpo me pide, sin excesos, pero sin pasar hambre”, aclara, y explica que mantiene una dieta variada que incluye diferentes alimentos. Otro factor que considera clave para haber llegado a los 99 años con dignidad es haber cuidado siempre sus hábitos y mantenerse alejada del alcohol y el tabaco. “Nunca he bebido o fumado. Jamás lo he hecho”, confiesa.
Con un padre de raíces riojanas, recuerda que, a diferencia de ella, él siempre disfrutó del buen vino. “Tomaba un vaso en la comida y otro en la cena”, cuenta. Aunque en muchas ocasiones la animó a probarlo, ella siempre se negó. “¿Por qué no lo pruebas? Sienta bien”, insistía él, que jamás bebía fuera de las comidas. Pero ella se mantenía firme y con carácter le respondía: “Papá, que no me apetece, déjame”, revela.
A pesar de mantenerse activa, Sáenz de Buruaga admite que el deporte no ha estado demasiado presente en su vida: “Hice gimnasia cuando era más joven, pero muy poco tiempo”. Su debilidad estaba sobre ruedas, y recuerda que en su juventud montaba en bicicleta de forma habitual. “Desde pequeña tuve bicicleta: primero un triciclo, luego una de dos ruedas, y la mantuve hasta que me casé, a los 24 años. La utilicé muchísimo”, dice emocionada.
Manos de mujer
Sáenz de Buruaga se mantuvo activa durante toda su vida, a pesar de haber comenzado a trabajar “tarde”, como ella misma cuenta. Es farmacéutica, y, aunque las letras siempre fueron su pasión, su futuro estuvo condicionado por las aspiraciones de su padre. “En aquella época, no te dejaban escoger”, explica. “A mí me gustaban más las letras, pero me dijo: ‘Te he matriculado en la Facultad de Farmacia.’ Pues muy bien, a la orden. Y estudié Farmacia”, recuerda. Cuando terminó la carrera, no comenzó a trabajar de inmediato; esperó un tiempo y luego empezó en una farmacia que la familia había adquirido. “Ahí he estado toda la vida”, señala. “Luego la heredó mi hija y ahora se ha jubilado”, añade.
A veces no entiendo por qué Dios castiga tanto a personas inocentes
La vida, que da muchas vueltas, es sabia y enseña muchas lecciones, pero Sáenz de Buruaga tiene claro cuáles deben prevalecer. Ella, que ha tenido una vida estupenda y se siente satisfecha a los 99 años, manda un mensaje claro a las generaciones que vienen detrás y que aspiran a conseguir su longevidad. “La vida se debe vivir sin pesimismos”, dice de forma contundente. A pesar de ser consciente de que a veces las cosas no ocurren como esperamos, añade: “Las desgracias… bueno, hay que soportarlas. Se me murió una hija, y eso es muy duro”. También confiesa ser creyente y que la fe ha acompañado su vida, aunque hay una cuestión que no comprende y sobre la que reflexiona: “A veces no entiendo por qué Dios, a veces castiga tanto a personas inocentes… pero también ayuda a vivir”, concluye. Después de tomarse una foto para ilustrar este artículo, continúa disfrutando de la vida y del paseo con su hija.




