Demostrar que el maquillaje es un arte profundo, capaz de ensalzar quiénes somos verdaderamente, respetando siempre la identidad de cada persona, es la manera que Roberto Siguero ha encontrado para sacudirle la superficialidad a una profesión a la que lleva dados 30 años, 25 de los cuales corresponden a Lancôme, firma de la que es el maquillador oficial en España y que le ha convertido en un referente mundial.
Este trabajo lo compagina con editoriales de moda, shootings y alfombras rojas. También con el teatro, el cine y la televisión. Hasta con proyectos solidarios como el que ha desarrollado para la fundación A la Par. En su profesión, y ahora también en su libro Ellas al desnudo (Espasa), el maquillaje se convierte en la herramienta, si bien la verdadera protagonista es la mujer que lo lleva.

Roberto Siguero posa con su nuevo libro 'Ellas al desnudo'
Por eso Belén Rueda, Marta Hazas o Juana Acosta –así hasta 27 mujeres– han dejado que su individualidad brille de manera natural a manos de un maquillador que –dice– ha aprendido a ver con unos ojos muy distintos: los del corazón. Más que un manual, el libro es un tratado de maquillaje que destila humanidad en cada uno de los 25 capítulos que lo habitan.
'Ellas al desnudo' es ya un título con una declaración de intenciones…
Para empezar, la de acercar el maquillaje a todo el mundo. El título es un poco ambiguo, no es que estén desnudas ni vayan sin maquillar, pero he conseguido que 27 mujeres salgan con un maquillaje natural, algo que, al margen de que es tendencia, también les hace verse de una manera que no es la suya habitual. El desnudo también va unido a que son fotos sin Photoshop y, en el siglo XXI, es muy de valorar que hayan querido mostrarse como son, con sus líneas de expresión. Al final, lo que el maquillaje intenta es que cada mujer defienda su personalidad.
Quería demostrar la diversidad, que el maquillaje llega a todo el mundo”
Las hay jóvenes y mayores, anónimas y famosas. ¿Por qué le inspiran estas 27 mujeres diversas?
No tengo muchísimos seguidores en Instagram ni mucha gente que me critique en redes, por no decirte que ninguna, pero es verdad que cuando me comentan algo siempre es “claro, con lo guapa que es” o “claro, con lo joven que es”. He cubierto todas las edades para demostrar que el maquillaje llega absolutamente a todas las mujeres, desde la más joven del libro –que tiene 14– hasta la más mayor –69–. Quería demostrar la diversidad, que el maquillaje llega a todo el mundo y que no es una cosa de jóvenes, al menos, en mi caso. Y luego, sencillamente, tenían que ser mujeres cercanas a mí, con las que tengo a una relación y también, importante, que entiendan el maquillaje de la misma manera que yo. No quería hacer el libro con tres guapas, sino con mujeres reales en todos los aspectos.
¿Hay alguna, en concreto, con la que le haya emocionado trabajar a lo largo de su carrera?
Yo arranco con Inés Sastre, con quien he trabajado 16 años. Hace 25 años, no había redes, con lo cual éramos todos anónimos. Eras el maquillador oficial de la marca y punto. Yo acababa de salir del Teatro Real, donde había estado trabajando un año, y entré en Lancôme, de la que Inés era imagen internacional en ese momento.
Tuve la suerte de que, como es española, me la pusieron en bandeja y cuadramos. He vivido muchísimas cosas con ella. De hecho, el otro día vino a la presentación del libro y fue muy bonito, porque ella también ha recordado una etapa importante de su vida. También está Marta Hazas. Nos presentaron para unos Goya, no nos habíamos visto nunca y, de repente, la primera vez que nos tropezamos, que esto nunca pasa normalmente, conectamos y aquí estamos. Son momentos que, cuando miras un poco atrás, dices “madre mía, qué bonito es esto que hemos vivido”.

La actriz Marta Hazas con un maquillaje natural de Roberto Siguero
Realzar sin enmascarar. Embellecer sin distorsionar. Hacer aflorar en lugar de ocultar. ¿El respeto por la identidad y la singularidad es la norma de oro del maquillaje?
La mía, sí. Lo tengo clarísimo. El mío es un respeto absoluto hacia la mujer y su identidad. Esa primera frase que Inés me dice de “no intentes lucirte. Déjame guapa” ha marcado mi vida. No nos engañemos, claro que, como cualquier maquillador, sé perder la cabeza y poner 25 colores cuando te tropiezas con un bellezón como Inés Sastre. Pero también hay que saber, y es lo que yo he aprendido a lo largo de todos estos años, que respetar esa identidad es fundamental.
Ese respeto absoluto por la persona que se deja maquillar por ti. Por eso, en los últimos capítulos, cuando yo hablo del teatro, el cine, la televisión… dejo claro qué papel tiene el maquillador. Cuando haces una producción de belleza, tú eres el máximo protagonista, marcas la pauta y toda la creatividad está al servicio, única y exclusivamente, de ti. Pero eso no pasa en el cine o el teatro, porque ahí estás al servicio del personaje.
¿Hay mucho maquillador que busca lucirse?
Sí, claro. Creo que, en este momento de mi vida, a punto de cumplir los 55, respeto absolutamente todo, pero hay que poner el contexto. Todo el mundo puede hacer un mega maquillaje, pero hay saber para qué y en qué momento.

Belen Rueda es otra de las mujeres que aparece en 'Ellas al desnudo'
Además de una función superficial o visual, otorga al maquillaje una función emocional y profunda. ¿Cuánto sigue pesando el estigma del maquillaje como mero accesorio o capricho estético?
Yo creo que cada vez menos. Llevo 25 años haciendo, dentro del mundo de la medicina, una ponencia sobre maquillaje dermatológico en un curso de residentes de dermatología cosmética, y he notado un cambio brutal, fundamentalmente, por parte de los médicos.
La primera vez que yo hablaba de esto, algunos me miraban como diciendo “qué viene a contarme este ahora”. Y, sin embargo, hoy nos hemos dado cuenta de que el maquillaje no sana, pero sí ayuda. No te estoy diciendo que tengas que aplicarte máscara de pestañas, colorete o un labial rojo. Sencillamente, te levantas una mañana con mala cara, te aplicas un corrector, te montas en el metro y nadie te va a decir qué mala noche has pasado. Porque te has cubierto tu ojera y tu vida se ha normalizado de manera inmediata. Pues imagínate si eso lo trasladas a otros terrenos.
Como al del paciente oncológico del que habla en su libro…
Sí, hay mucho paciente y, muchas veces, el maquillaje es sencillamente devolver a la persona a su estado natural. Es decir, que se te vea un buen tono de piel, que no se te note la ojera… Cada uno tenemos nuestros complejos y, a lo mejor, a ti te da igual tener pecas, pero hay gente a la que las pecas no le gustan absolutamente nada. O también hay otra cosa que se llama edad; lo que con 30 o 40 años te da exactamente igual, con 18 puede ser un problema. El maquillaje es una herramienta que, afirmo, ayuda a que tu vida, de alguna manera, se normalice y que te haga sentir mejor. Más aún cuando tu vida no es mejor o peor por ti, sino por lo que opina el que está enfrente.
Muchas veces, el maquillaje es devolver a la persona a su estado natural”
Razones de peso para escribir un capítulo sobre maquillaje terapéutico…
En él hago un recorrido, no sólo por el paciente oncológico o esa persona que tiene una mancha en la piel, sino también por el paciente que tiene una discapacidad. De hecho, la mujer que sale en el libro en ese capítulo es mi ahijada. Es la más joven del libro, es negra y tiene parálisis cerebral. Es una mujer en la que he querido representar esa diversidad.
Ella se maquilla todas las mañanas, que ya tiene edad, y hace un ejercicio que le viene muy bien para moverse y demás. ¿Que hay distintos grados de parálisis cerebral? Obviamente, porque hay gente que ni siquiera puede coger una máscara de pestañas. Soy consciente de ello. En la fundación A la Par llegamos a la higiene, por ejemplo, a través del maquillaje, una herramienta muy versátil que va mucho más allá del puro embellecimiento, que al final es lo que defiendo.

Belen Rueda junto a Roberto Siguera
Es licenciado en Bellas Artes. ¿Cuánto le ha ayudado esta formación en el ejercicio de su profesión?
Hice Bellas Artes porque, por una décima, no pude entrar en Medicina; yo quería ser médico. Cuando acabé la carrera, porque en aquel momento tenías que hacer una sí o sí, fue como “cinco años de mi vida perdidos, ¿qué he hecho?”. Paralelamente, había estudiado diseño y estilismo de moda, y diseño y realización de vestuario escénico y eso me abrió las puertas del maquillaje. Yo consideraba que el maquillaje cerraba el círculo del personaje, por ejemplo, en el caso del teatro o del cine. Ahora, a toro pasado y releyendo el libro, me doy cuenta de que, de una manera totalmente inconsciente, estoy continuamente haciendo referencias a la facultad y a lo poco que sé de arte o restauración.
También, en los 20 años que he estado prácticamente como responsable de formación de maquillaje de Lancôme, me he dado cuenta de que toda la riqueza que he podido aportar a la marca viene por los estudios de arte. Ojalá cualquier maquillador pudiese estar cinco años estudiando color, luz, sombras... Estas bellas artes fueron el complemento perfecto para enriquecer, de una manera maravillosa, la parte de maquillador.
En 'Ellas al desnudo' hay mucha historia del maquillaje, además de técnicas y algunos trucos. Pero el libro no pretende ser un manual…
¡Para nada! Cuando me siento y me pongo a materializar, tenía claro que no iba a ser un manual. He leído muchísimo sobre maquillaje porque me interesa y creo que, además, el maquillaje es un arte vivo que estamos aprendiendo todos los días. Tenía clarísimo, primero, que no era un manual porque hay muchos y buenísimos.
Por otro lado, con Instagram y todo lo que es internet, en el más amplio sentido de la palabra, tutoriales y demás, hay mil maneras de hacer las cosas, con lo cual me parecía que era hacer algo paralelo y no quería que fuera así. Pienso que los 25 capítulos son como 25 ensayos en los que abordo 25 temas de maquillaje en los que reflexiono y te hago reflexionar. Obviamente, hay algunos capítulos que son más técnicos porque no queda otra manera.
El maquillaje es un arte vivo que estamos aprendiendo todos los días”
¿Qué es lo más bonito que le ha dicho una mujer a la que ha maquillado?
No recuerdo una frase concreta o algo que me hayan dicho, pero, cuando acabas de maquillar a una mujer, le das un espejo y le preguntas “¿te gusta?”, y notas cómo se le ilumina la cara y esboza una sonrisa… eso es maravilloso. Tengo marcado un momento en mi vida con una paciente oncológica en el Ramón y Cajal.
No hice nada especial al maquillarla, sencillamente, le devolví un tono natural o real de su piel, le dibujé unas cejas, le puse unas pestañas y poco más. Al verse, me miró y me dijo “esta noche voy a salir a cenar con mi marido”. Eso significa que hacía mucho tiempo que no salía a cenar porque su vida le había dado un revés y no tenía ganas. Que alguien te diga eso emociona mucho… Por eso quiero que la gente le quite al maquillaje esa parte frívola.
Lo que viene a demostrar, como defiende usted, es que el maquillaje consigue restaurar algo más profundo que la apariencia física…
Sí, es lo más emocionante de todo.

Marta Hazas con un maquillaje vibrante hecho por Siguera
También lo es el capítulo con el que termina el libro: “Los ojos del corazón”…
Este capítulo es tremendamente especial. Aparece Nerea, mi sobrina, que falleció a los 34 años de un cáncer de mama. Quería mantenerla viva de alguna manera… Más allá del maquillador que seas, al final, hay una cosa que no podemos obviar, que son esos ojos del corazón con los que miramos a las personas que queremos. Como digo en el libro: “La belleza verdadera reside en la capacidad de ver con los ojos del corazón y ejecutar con la objetividad de la técnica”.
¿Qué desea para sus próximos 25 años?
No te voy a decir que otros 25 años trabajando, porque me gustaría jubilarme de aquí a, por ejemplo, 10 años [risas]. Lo que espero es tener la capacidad de adaptarme a la evolución del mundo del maquillaje. Creo que soy el maquillador más antiguo de la marca a nivel internacional y mi puesto, en 25 años, ha evolucionado una barbaridad. El maquillaje está vivo, con lo cual yo estoy en continuo aprendizaje. Y, por supuesto, deseo seguir con Lancôme. Para mucha gente soy Roberto Lancôme, así que imagínate. Por suerte, puedo compaginar mi trabajo con otras cosas paralelas que también me enriquecen, como el teatro –Belén Rueda en el Festival de Mérida– o el cine –cuando me voy a rodar con Marta Hazas–. Lancôme siempre me ha facilitado que fuera así.