Los seres humanos, como animales sociales que son, necesitan del contacto físico, debido a la importancia que este supone para su salud física y su bienestar psicológico y emocional. Tradicionalmente se ha observado en la práctica de hacer piel con piel con un recién nacido que llevan a cabo las madres. No obstante, conforme se ha ahondado más en el tema, los investigadores han descubierto más detalles. Uno de los más relevantes es el hecho de que esta necesidad de proximidad física no se limita a los bebés, sino que está presente a lo largo de todas las etapas de la vida. Así lo afirma el estudio elaborado por especialistas alemanes y neerlandeses y publicado en Nature Human Behaviour en 2024. ¿El motivo? La estrecha relación entre ese contacto físico y la socialización y el desarrollo de relaciones de apego entre individuos. Y quien se encuentra detrás de todo este entramado es una hormona, concretamente la oxitocina.
La psicóloga María Asís Olaya García-Puente, especialista de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia, explica cómo los seres humanos liberan oxitocina a través de las caricias y otros acercamientos físicos. Esto, a su vez, se traduce en los numerosos beneficios del contacto físico que resultan claves para el bienestar de las personas. Esas diferentes muestras de afecto y su efecto variarán dependiendo de quienes las lleven a cabo. No obstante, hay una en particular que podría considerarse como “universal”, los abrazos.
¿Por qué habría que darse abrazos más a menudo?
Los seres humanos a menudo atraviesan momentos en sus vidas, ya sean positivos o negativos, en los que sienten que, más allá de las palabras, lo único que necesitan es un abrazo. Una demanda instintiva que tiene una clara explicación y que está directamente relacionada con la ya mencionada hormona de la oxitocina. La psiquiatra Marian Rojas Estapé menciona a una figura clave en este asunto, el neurocientífico estadounidense Paul Zack, “la persona que más conoce la oxitocina”, autor del libro “La molécula de la felicidad”.
“Hay que abrazar ocho veces al día”, afirma la psiquiatra, citando las palabras de Paul Zack. Esto se debe a que se trata de un hábito altamente beneficioso para las personas. La razón es que así se estimula la hormona de la oxitocina y, por tanto, los beneficios de esta. “Nuestro organismo, nuestra mente, nuestro corazón, necesitan abrazos”, asegura Marian Rojas Estapé, quien anima a llevar a cabo esta práctica de forma más frecuente.
Cuando una persona recibe un abrazo, esta experimenta una liberación de la hormona de la oxitocina, cuyos efectos tienen que ver con la reducción del estrés y la ansiedad a causa de la disminución de los niveles de cortisol. Además, crece la sensación de seguridad y se favorece el bienestar emocional. “Nos saca de los momentos malos”.