El dolor nunca es algo que se pueda controlar. Es una respuesta biológica, un mecanismo del cuerpo ante una amenaza o daño. Sin embargo, el sufrimiento, esa sensación tan personal, sí está en nuestras manos.
Es la interpretación emocional y psicológica que le damos al dolor. Y aquí radica la diferencia entre lo que nos atraviesa y lo que nos consume. Según Manuel Sans Segarra, doctor y experto en el tema, el dolor es algo inevitable, mientras que el sufrimiento es opcional, dependiendo de cómo lo gestionemos.
Cuestión de ego
El sufrimiento es una gran ocasión para crecer
El sufrimiento no tiene que ver solo con el hecho de sentir dolor. Es cómo lo percibimos, cómo lo gestionamos en nuestra mente. “El sufrimiento es la interpretación anímica y psicológica del dolor”, explica Sans Segarra. No estamos condenados a dejar que nos absorba.
De hecho, el ego juega un papel crucial en este proceso. Si estamos dominados por él, lo más probable es que amplifiquemos la sensación de sufrimiento, llenándola de miedos y dudas. Este miedo se alimenta de la sensación de que el dolor puede ser algo irreversible, algo que nos acerca a la muerte. El ego, con su forma de ver las cosas, nos incita a interpretar cualquier dolor como una amenaza extrema.
En cambio, cuando nuestra conciencia se aleja de ese ego, cuando logramos conectar con lo que realmente somos, el sufrimiento pierde su poder sobre nosotros. Sans Segarra apunta que, al reconocer nuestra auténtica identidad, vemos el sufrimiento de una forma completamente diferente: como un mensaje que nos indica que algo no está bien y que debemos cambiar.
De esta forma, el sufrimiento se convierte en una oportunidad para crecer, para superar lo que nos limita. En lugar de paralizarnos, nos invita a avanzar. Así, lejos de ser un enemigo, se transforma en una guía que nos enseña a mejorar.
Lo curioso es que, al cambiar nuestra perspectiva, el dolor sigue siendo el mismo, pero el sufrimiento ya no lo es. El control no está en eliminar lo que nos afecta, sino en cómo elegimos vivirlo. Es esta capacidad de interpretarlo lo que marca la diferencia entre quedar atrapados o salir adelante.