Las preocupaciones, el estrés, los miedos irracionales, los pensamientos pesimistas, hay veces en las que parece que el cerebro solo se centra en lo negativo. Y cabe señalar que esto no son simples imaginaciones, de hecho, se trata de la configuración natural del cerebro. “No es sencillo ir en contra de las bases neurológicas ni de miles de años de evolución”, reconoce la psicóloga Valeria Sabater, en ‘La mente es maravillosa’. Esa tendencia a la negatividad de la mente tiene sus raíces neurológicas en la necesidad del ser humano de sobrevivir.
Aunque pueda resultar desalentador, la especialista asegura que se pueden obtener grandes enseñanzas y aprendizajes gracias a este funcionamiento del cerebro humano. Además, una vez conscientes de esta condición, las personas podrán ser capaces de dirigir su atención hacia una dirección más positiva. La clave consiste en distinguir cuándo esos pensamientos son útiles o no, para así no “dejarse llevar por ellos” y transformarlos en ideas saludables, recomienda Valeria Sabater.
¿Por qué la mente presenta una inclinación negativa?
La mente de las personas sigue manteniendo una configuración propia de la época en la que el ser humano debía enfrentar toda clase de peligros para garantizar su supervivencia. La psicóloga Alba Cardala, a través de su intervención en el podcast “Tengo un plan”, explica así esta tendencia del cerebro a enfocarse en un punto de vista menos positivo. “Nuestro cerebro se va a lo negativo porque está más diseñado para sobrevivir que para hacernos felices”, afirma la especialista.
A fin de lograr alcanzar este objetivo, la mente orienta su actividad y su atención a la misión de detectar los potenciales peligros que pongan en riesgo la seguridad y el bienestar del individuo. “Si te fijas, de las seis emociones universales básicas, cuatro son desagradables”, apunta Alba Cardala. Hace referencia al estudio de las emociones llevado a cabo por el psicólogo estadounidense Paul Ekman, quién identificó un total de seis esenciales: el miedo, el asco, la tristeza, la ira, la alegría y la sorpresa.
En el caso del miedo, este cumple el papel de proteger frente a posibles peligros y preparar la huida en caso de ser necesario. Mientras que el asco está enfocado en evitar alimentos que podrían ser tóxicos o perjudiciales para el organismo. La ira es ese sentimiento que activa al cuerpo para la lucha o para huir de situaciones de peligro o altamente estresantes. En lo que respecta a la tristeza, su función es la de impulsar al individuo a que pida ayuda, también supone una señal para otros de la necesidad de consuelo y apoyo. La sorpresa, por su parte, puede ser positiva o negativa, ya que su cometido es, precisamente, centrar la atención en lo que está sucediendo para determinar si se está o no en peligro.
La única emoción considerada como esencialmente agradable es la alegría, señala Alba Cardala. El resto tratan de mantener alerta al cuerpo, para ello, el cerebro estimula sensaciones como la preocupación, o promueve el desarrollo de escenarios imaginarios que podrían pasar, a pesar de que “más del 90% nunca ocurre”.