Convertirse en abuela o abuelo no solo transforma la vida en el plano emocional, también abre una etapa muy especial para sanar vínculos y construir nuevas formas de relación. Adela Canela, psicóloga especializada en dependencia emocional y autoestima, subraya este momento como “dulce” para muchas madres que hoy se convierten en abuelas. Según explica, ahora las hijas comienzan a comprender las dificultades de criar mientras mantienen una vida personal y profesional.
Con la maternidad, muchas mujeres empiezan a entender lo que significa compaginar amor, crianza, trabajo, pareja y la vida personal. Esto no es solo un proceso individual, también es una puerta hacia la empatía con sus propias madres. Lo que antes podía verse como intromisión, hoy puede sentirse como el apoyo más grande de todos. Y justamente es en esa transformación donde nace la posibilidad de reconciliarse y crear una complicidad nueva.

Los abuelos tienen que aprender a cómo poner límites a sus nietos
La psicóloga subraya que, durante años, muchas hijas han visto en sus madres una figura crítica, estricta o, incluso en algunos casos, controladora. Sin embargo, el convertirse en madres ellas mismas, se les despierta una conciencia más clara del esfuerzo, cansancio y renuncias que implica criar a un hijo o hija. De ahí que puedan dejas atrás la actitud defensiva o “picajosa”, como dice Canela, y abrirse al diálogo y el cariño de quienes le han criado y cuidado.
Antes, para tu hija, tu intervención era algo así como una invasión de su independencia emocional
Por eso, este momento es doblemente especial: no solo se recibe el regalo de un nieto o nieta, sino también el de una hija que ahora es capaz de mirar a su madre con otros ojos. La relación se convierte en un sistema de “auxilio mutuo”. Ya no se trata de imponer o corregir, sino de estar ahí, desde el respeto, desde el acompañamiento. Un vínculo que madura, igual que lo hace cada generación. “A todas las madres que ahora sois abuelas, ahora viene el momento dulce de seguramente reconciliaros con vuestras hijas. ¿Por qué? Porque estas van a comprender la dificultad de compaginar amor y crianza. Y es que ahora tu hija seguramente va a aceptar tu ayuda”.
“Antes, para ella, tu intervención era algo así como una invasión de su independencia emocional. Ahora, sin embargo, implica una complicidad renacida, pues estáis en una relación de mutuos auxilios. Y tu madre, ahora convertida en abuela, para ti también es un muy buen momento. Ahora tu hija ya no te castiga por cualquier cosa, ya no está así como picajosa, porque ahora puede tener una empatía real por lo que tú hiciste”. cuenta la psicóloga.
Aunque, Adela advierte que el rol de abuela hoy no es como el de antes. Ya no se trata simplemente de mimar a los nietos, muchas veces deben asumir el papel activo en la crianza y el cuidado. El ritmo de vida actual, con horarios laborales intensos y modelos familiares distintos y cambiantes, hace que los abuelos tengan que asumir responsabilidades para poder ayudar a los padres y madres.

Abuela, hija y nieta disfrutando de un momento feliz
Pero abuela, ahora vas a experimentar una modalidad distinta de la de tus antecesoras
Esto, en ocasiones, puede suponer también un reto emocional, porque la abuela o el abuelo debe equilibrar su deseo de disfrutar de los nietos con el compromiso de ayudar a hijos. Y no siempre es fácil, esto a veces implica poner límites, respetar el estilo de crianza de los hijos y, al mismo tiempo, aportar desde la experiencia que ellos tienen. Pero también ofrece la posibilidad de sentir que sigues formando parte fundamental de la vida familiar, y no solo como un recuerdo del pasado, sino como una figura viva, útil y amorosa. “Sin embargo, el estrés diario y las nuevas familias implican nuevos códigos y esos códigos van a hacer que debas, en algunos momentos, sustituir la crianza que va a ser tu hija, porque tiene que trabajar, porque tiene más obligaciones… Y ahí ya no da tanto gustito el malcriar al nieto, porque también nos va a tocar la parte dura. Sea como sea, disfrútalo”, aconseja.
Adela Canela lo resume con una frase que resume esa complicidad: “Sea como sea, disfrútalo”. Porque, al final, ser abuela es volver a vivir la infancia, pero desde otro lugar: con más sabiduría, más calma, y con la chance única de volver a criar, esta vez desde el amor y la reconciliación.