Pintar la pared del salón con rotuladores, cortarse el flequillo con las tijeras de manualidades, comerse el chocolate a escondidas o salir corriendo tras llamar al timbre del vecino. Quien más, quien menos, ha protagonizado, o ha sido cómplice, de alguna de estas trastadas en su infancia. Pequeñas fechorías que comienzan con una chispa de creatividad, se alimentan de adrenalina y terminan con el miedo a que algún adulto descubra la escena del crimen.
Y es que, cuando ocurre algo malo, lo habitual en la infancia es esconderlo de los padres. Sin embargo, la psicóloga estadounidense Becky Kennedy —conocida como Dr. Becky en redes sociales y considerada una de las voces más influyentes en crianza respetuosa— defiende que el verdadero reto no es criar hijos perfectos, sino crear una relación segura en la que puedan mostrarse vulnerables.

Niña cortando el pelo a su hermana
“Lo que realmente me importa con mis hijos es que su cuerpo interiorice que, cuando pasa algo malo, pueden acudir a su madre”, afirma la experta. “No que quieran huir de mí o esconderlo. Quiero que sepan que soy la primera persona con la que quieren hablar para pedir ayuda, no la última a la que esperan que se entere porque se meterán en problemas”.
El cuerpo de los más pequeños es capaz de recordar muchas situaciones en las que terminaron sintiéndose peor
Kennedy subraya que, aunque los padres repitan frases como “puedes contarme cualquier cosa”, lo que los niños acaban recordando no son las palabras, sino las emociones que vivieron en momentos difíciles y de qué manera reaccionaron los adultos que tenían a su alrededor. “Nuestros hijos están interiorizando patrones de cómo se sienten las cosas con nosotros, y esos patrones y sentimientos tendrán más impacto en lo que hagan cuando sean mayores que lo que les digamos”, explica.
Becky señala que el cuerpo de los más pequeños es capaz de recordar muchas situaciones en las que terminaron sintiéndose peor después de conversar con sus padres y piensan: “No voy a hablar con mi madre. No voy a ir en contra de las lecciones que mi cuerpo ha aprendido”. Por lo que, según la psicóloga y coach familiar, gritar o enfadarse cuando tu hijo hace algo incorrecto podría provocar que en un futuro el menor no esté dispuesto a compartir lo que le ha ocurrido con sus padres y recurra al engaño o a la mentira.
Eso no significa que no se les deba indicar cuando hayan hecho algo mal. Según la psicóloga, es importante aconsejarlos y corregir sus errores y comportamientos, pero siempre desde la empatía y la comprensión, demostrándoles que pueden acudir a sus padres cuando lo necesiten.