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Marimer Pérez, ginecóloga y obstetra: “Envejecer joven es una cuestión de actitud, de espíritu y de mente. No se trata de perseguir el ideal de la mujer joven de bisturí, sino de ser activa y despierta de coco”

ENTREVISTA

“La menopausia me ha servido para conocerme más, para conectar con lo que necesito, para decidir cómo quiero vivir esta segunda parte de mi vida. Porque, ojo, ¡nos queda mucho por delante!”, cuenta Marimer Pérez

Marimer Pérez, ginecóloga y obstetra:

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La menopausia significa “última menstruación”. Es la pausa definitiva de la regla. “Si vas a un libro de medicina, te dirá que se considera menopausia cuando llevas 12 meses consecutivos sin menstruar. Pero esto genera mucha confusión. Muchas mujeres creen que, hasta que no han pasado esos 12 meses, no pueden consultar al médico. Y no es así”, comienza explicando Marimer Pérez en una entrevista para Guayana Guardian. 

La experta, que ejerce como ginecóloga y obstetra desde hace más de 20 años, trata de transmitir un mensaje clave: “Si te encuentras mal o hay algo que te preocupa, no esperes a cumplir ese año sin regla. En esas edades, que ahora comentaremos, la menstruación ya empieza a fallar, y pueden aparecer síntomas como sofocos, insomnio o cambios emocionales importantes. No hay que esperar a que el calendario marque 12 meses para pedir ayuda”, cuenta.

Marimer Pérez, ginecóloga y obstetra

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Como profesional, Marimer Pérez pone el foco en la persona y en su bienestar, así como en establecer una relación cercana y de confianza con las mujeres que atiende y con sus familias. A través de su libro No me sueltes (2025), un testimonio sincero, habla de lo que significa acompañar a una mujer en el instante en que todo cambia para siempre, mientras ella misma lidia con los fantasmas y las sombras de su propia vida.

¿A qué edad suelen aparecer los primeros síntomas de la menopausia?

La edad media de la menopausia, y esto está bastante bien establecido, son los 51 años. En España, esa es la cifra más común. Ahora bien, los primeros síntomas suelen aparecer antes, entre 3 y 5 años antes de que llegue la última regla. Así que, a partir de los 43 o 45 años, es muy habitual que una mujer empiece a notar cambios: la regla se vuelve más irregular, cuesta más predecirla… y pueden aparecer otros síntomas asociados.

La sensación de que tienes la mecha muy corta, te irritas fácilmente y cualquier cosa puede hacer que saltes. Es como un vaso de agua que está a punto de rebosar, y una mínima gota lo hace desbordarse

Marimer PérezGinecóloga y obstetra

¿Cuáles serían los síntomas más comunes?

Te los puedo dividir un poco por etapas. En la perimenopausia, los síntomas más comunes son los ciclos irregulares, que empiezan a ser más cortos, de 20 y pico días, con sangrados a veces muy erráticos. Tan pronto sangras mucho como sangras poco, lo que genera esa irregularidad en los ciclos. Otro síntoma frecuente es el insomnio, algo muy común en esta etapa. Si antes dormías bien y ahora te cuesta conciliar el sueño, es una señal importante. Además, los sofocos son otro de los síntomas más notorios en la perimenopausia.

En la menopausia, los sofocos y el insomnio suelen persistir, pero se añaden otros síntomas. Uno de ellos es la inestabilidad emocional, algo que muchas mujeres experimentan. La sensación de que tienes la mecha muy corta, te irritas fácilmente y cualquier cosa puede hacer que saltes. Es como un vaso de agua que está a punto de rebosar, y una mínima gota lo hace desbordarse. Aunque esta etapa emocionalmente suele ser más estable una vez entiendes lo que está sucediendo, puede haber momentos de depresión o de gran inestabilidad emocional.

Muchas mujeres experimentan dolor en las rodillas o en los hombros, lo que se conoce como frozen shoulder, o en otras articulaciones. Este dolor se debe a la pérdida de colágeno y elastina

Marimer PérezGinecóloga y obstetra

Otro síntoma que suele aparecer es la sequedad, algo de lo que se habla mucho en relación con la piel, pero que también afecta a las mucosas. La sequedad ocular, como si tuvieses arenilla en los ojos, la sequedad bucal, que te obliga a llevar caramelos para mantener la boca hidratada, y sobre todo, la sequedad vaginal, que genera escozor y malestar. A veces, las mujeres creen que tienen infecciones urinarias y se medicamentan con antibióticos, pero lo que ocurre realmente es sequedad en las mucosas.

A lo largo de esta etapa, también es frecuente experimentar lo que se conoce como “brain fog”, o neblina mental. La dificultad para concentrarse o recordar palabras es otro síntoma que muchas mujeres notan. A menudo, se sienten más despistadas y les cuesta más recordar cosas o mantenerse enfocadas. Esto es algo que puede resultar especialmente frustrante para mujeres que trabajan en puestos de responsabilidad, donde se requiere agilidad mental.

Por último, el dolor en las articulaciones es otro síntoma común. Muchas mujeres experimentan dolor en las rodillas o en los hombros, lo que se conoce como frozen shoulder, o en otras articulaciones. Este dolor se debe a la pérdida de colágeno y elastina, lo que provoca una disminución en la lubricación de las articulaciones, aumentando el malestar. Aunque algunos de estos síntomas, como la sequedad, se manifiestan más tarde, otros, como el insomnio o la inestabilidad emocional, suelen aparecer al principio y nos hacen preguntarnos: “¿Qué me está pasando?”

Mujer cansada

Getty Images

¿A nivel emocional, cómo afecta esta etapa?

Yo siempre digo que es una etapa de autoconocimiento. A mí me pasó, y me lo dicen muchas pacientes: “No me reconozco, no me aguanto ni yo”. Es un punto de inflexión. Tienes que ver qué te está pasando, darte permiso para estar mal, pedir ayuda y explicarte.

Es una etapa que muchas mujeres viven con mucha culpa. Porque, claro, antes eras una máquina de resolver y de repente estás triste, más frágil, emocionalmente

Marimer PérezGinecóloga y obstetra

Para mí ha sido una de las etapas más potentes a nivel de crecimiento personal. Ha sido como parar para ver qué estaba haciendo con mi vida. Y ahí tomas decisiones: qué quieres dejar atrás, qué no te sirve, qué necesitas...

Es una etapa que muchas mujeres viven con mucha culpa. Porque, claro, antes eras una máquina de resolver y de repente estás triste, más frágil emocionalmente. Yo creo que el mensaje es: párate, escúchate y date permiso. Es que estás cambiando.

Muchas pacientes me dicen: “Antes no lloraba, y ahora lloro por todo”. Ojo, que llorar también es salud. Expresas y sueltas. A veces ni saben por qué lloran. Y ahí es donde es importante hablar, verbalizarlo y entender que no eres tú sola, que nos pasa a todas. Yo me sentí muy sola hasta que me di cuenta de que era algo común. Por eso es tan importante visibilizarlo.

En consulta veo a muchas mujeres que son el sostén de todos: pareja, hijos, padres. Y de repente se dan cuenta de que no pueden con todo

Marimer PérezGinecóloga y obstetra

Además, hay algo que no se cuenta mucho: el miedo. Muchas mujeres sienten miedo. Miedo a envejecer, miedo a estar solas, miedo a perder capacidades. Y eso también hay que abrazarlo. No ignorarlo ni forzarte a ser positiva, sino permitirte sentirlo.

¿Y a nivel social? ¿Nos afecta también?

Mucho. En esta etapa suelen pasar muchas cosas al mismo tiempo. Por un lado, el tema laboral: o estás en tu pico de responsabilidad o empiezas a sentirte desplazada. Ya no eres la joven promesa. Y eso se nota.

Por otro, a nivel familiar, los hijos ya son más mayores, y muchas veces tienes que ocuparte también de tus padres. En consulta veo a muchas mujeres que son el sostén de todos: pareja, hijos, padres. Y de repente se dan cuenta de que no pueden con todo. Y aparece la culpa, porque nos han enseñado a poder con todo.

A mí me ha servido para conocerme más, para conectar con lo que necesito, para decidir cómo quiero vivir esta segunda parte de mi vida. Porque, ojo, ¡nos queda mucho por delante!

Marimer PérezGinecóloga y obstetra

Muchas mujeres vienen y me dicen: “No puedo con mi vida”. Y no es que no puedan, es que están agotadas. Porque no se han puesto en el centro nunca. Por eso es clave hablar de autocuidado, de delegar, de parar.

Y luego, en lo social, también hay algo que nos pesa: la invisibilidad. Como ya no tienes la regla, ni eres fértil, ni estás en la edad “deseable”, parece que dejas de contar. Eso duele. Pero también puede ser un momento de reivindicación. De decir: “Estoy aquí, tengo experiencia, tengo mucho que aportar”.

¿Se puede vivir esta etapa de forma positiva?

Claro que sí. No es todo drama, ni mucho menos. Yo siempre digo que es una oportunidad. A mí me ha servido para conocerme más, para conectar con lo que necesito, para decidir cómo quiero vivir esta segunda parte de mi vida. Porque, ojo, ¡nos queda mucho por delante!

Es una etapa para recolocarte. Para poner límites, para cuidarte, para disfrutar más de lo que te gusta. Muchas mujeres me dicen: “Nunca me había cuidado tanto como ahora”. Y eso es precioso.

Mujer en casa

Kondoros Eva Katalin

También empiezas a relativizar. Ya no te afecta tanto lo que piensen los demás. Empiezas a priorizarte. A decir: “Ya no estoy para tonterías”. Y eso es muy liberador.

Para mí es well aging, envejecer bien, pero no joven. Será joven de mente. Yo no quiero parecer joven, yo quiero tener una actitud

Marimer PérezGinecóloga y obstetra

Pero, insisto, para poder vivirla así hay que hablar, entender lo que pasa, pedir ayuda si hace falta y, sobre todo, no sentirse sola. Porque no lo estás.

¿Qué están buscando las mujeres cuando expresan sus deseos respecto a envejecer?

Yo era una tía con una memoria envidiable y ahora, pues igual me apunto más cosas, pero sigo intentando no rendirme. Lo que no puedes hacer es bajar los brazos

Marimer PérezGinecóloga y obstetra

“Yo no quiero envejecer joven. Quiero envejecer bien”. A mí eso de “envejecer joven” no me gusta. Prefiero hablar de envejecer bien, aunque tampoco me convence del todo la palabra anti-aging. De hecho, todo lo que pone anti-aging me da rechazo. ¿Anti qué? ¿Por qué tenemos que estar en contra de algo que es natural? Yo creo en el well aging, en envejecer de forma saludable, no en parecer más joven. No se trata de borrar los años, sino de sumar vida a los años. Ser joven de mente, sí. Tener actitud, también. Pero no disfrazar la edad, ni esconderla.

Para mí, envejecer bien es hacerlo de forma funcional e independiente. Es cuidar nuestro cuerpo para prevenir lo que viene: la osteoporosis, el cáncer, las enfermedades cardiovasculares… Es envejecer con salud, sin estar hipermedicadas, siendo dueñas de nuestro bienestar. Y eso sí es posible. Pero requiere compromiso. Toca empezar a cuidarse desde ya, desde lo cotidiano, desde lo que comemos, cómo nos movemos y cómo nos hablamos.

Por tanto, para mí, envejecer joven es una cuestión de actitud, de espíritu y de mente. No se trata de perseguir el ideal de la mujer joven de bisturí, sino de ser una mujer joven de coco: activa, despierta, con ganas. Que si se te olvidan las cosas tengas paciencia, que ya verás cómo acaban saliendo. Porque, al final, todo se ejercita. Yo era una tía con una memoria envidiable y ahora, pues igual me apunto más cosas, pero sigo intentando no rendirme. Lo que no puedes hacer es bajar los brazos: “como viene esto que me han dicho que es horrible”… ¿por qué no? Porque entonces te pierdes muchas otras cosas guays que aún tienes por vivir. Y poder estar así.

Si la menopausia le ocurriera a los hombres, ¿cree que se hablaría de ella de otra forma?

Bueno, para empezar, si la menopausia les ocurriera a los hombres, irían todos medicados. De hecho, este símil lo he extrapolado también al parto. Si lo sufrieran, me dirían: “Doctora, duérmame con anestesia general.” Yo respondería: “¿A qué hora y a qué día quiere que quedemos?” Y si tú les dices que hay una medicación que les va a hacer dormir, sentirse mejor, tener mejor vida, te van a decir: “Vale, ¿hay una receta de aquí al 2050? Me la quedo para siempre.”

Si esto afectara a los hombres, estaríamos mucho más avanzados. Hemos tardado demasiado en disponer de tratamientos específicos para mujeres

Marimer PérezGinecóloga y obstetra

Si esto afectara a los hombres, estaríamos mucho más avanzados. Hemos tardado demasiado en disponer de tratamientos específicos para mujeres, similares a los que existen para ellos. Por ejemplo, no hay testosterona comercializada en dosis adecuadas para nosotras, y esa es otra de las grandes batallas que seguimos librando.