Para muchos, el cuerpo humano sigue siendo un misterio. A pesar de las múltiples formas de investigar, aparatos y avances tecnológicos que hace décadas parecían imposibles, todavía hay ciertos aspectos de nuestro interior que permanecen encerrados bajo llave. De la misma forma, algunos datos sobre nuestra anatomía pueden resultar sorprendentes, una vez nos damos cuenta de ellos y los analizamos en profundidad.
Estos avances a pasos de gigante parecían impensables hace dos siglos, tal y como comentaba Inés Moreno. La divulgadora médica, también conocida en redes sociales como Traumatóloga Geek, compartió con sus seguidores de TikTok una pequeña lección de historia sobre la evolución del cuidado médico, en concreto alrededor de los hospitales. Y es que la situación era radicalmente distinta antes de la modernización de la sociedad.
“Los hospitales no eran para salvarte, eran para esconderte. Si entrabas en un hospital hace 200 años las probabilidades de salir con vida eran mínimas. Durante siglos, los hospitales no eran lugares de sanación sino de aislamiento. Si entrabas enfermo, te mantenían ahí para mantenerte alejado del resto”, desvelaba. La traumatóloga también destapó una figura clave para cambiar este paradigma: la madre de la enfermería moderna, Florence Nightingale.
“Su familia quería que fuera una dama de sociedad, pero Florence tendría otra misión: salvar vidas. Pudo haber tenido una vida de lujos, eligió el barro y la sangre. En vez de fiesta, eligió las trincheras. En vez de joyas, una lámpara. En el siglo XIX, ser enfermera no era una profesión respetada. Contra todo pronóstico, ella se formó en Alemania y revolucionó la enfermería”, insistía, indagando en su historia cuidando enfermos en uno de los conflictos bélicos más recordados.

Calcografía mostrando a Florence Nightingale en el hospital de Escútari (Albania) durante la Guerra de Crimea
Contra la adversidad
“En 1854, estalló la Guerra de Crimea. Imagínate un hospital sin médicos, sin higiene, sin esperanza. Heridas abiertas, sangre en el suelo, gritos de agonía. Florence caminó directa a ese infierno. De cada 100 soldados, 42 morían. Después de Florence, sólo dos. Cada noche, recorría los pasillos con una lámpara cuidando a los heridos. Los soldados la llamaban el ángel de la lámpara”, describió, insistiendo en la importancia de su papel.
“Pero su lucha no terminó ahí. En 1860, fundó la primera escuela de enfermería moderna y escribió libros que cambiaron la historia de la medicina para siempre. Sin ella, la enfermería no sería lo que es hoy”, concluía. Nightingale fallecería en Londres el 13 de agosto de 1910, a la edad de 90 años.