Durante años te dijeron que eras una mujer fuerte. Y tú lo creíste. Lo asumiste como un halago, como una identidad, como un deber. Resolverlo todo, estar siempre disponible, no romperte jamás. Hasta que un día te das cuenta de que esa fuerza tiene un precio. Y que tal vez ser fuerte no debería doler tanto.
Ese es el punto de partida del mensaje de Sarah Alzugaray (@sarahalzugaray), coach emocional, figura pública y empresaria, que pone palabras a una experiencia compartida por miles de mujeres: el agotamiento de quienes siempre sostienen todo… incluso cuando ya no pueden más.
“Siempre te han dicho: eres una mujer fuerte, capaz de solucionarlo todo, una luchadora. Y durante mucho tiempo lo tomaste como un cumplido, como si ser invencible fuera parte de tu identidad”, comienza Alzugaray en su discurso. Pero entonces lanza la pregunta que desarma: “¿De verdad te sientes feliz siendo esa mujer fuerte que todos ven en ti?”
Quizá ya no. Quizá estás cansada de ser la madre que lo resuelve todo, la hija que nunca falla, la amiga que siempre está ahí. Quizá estás cansada de aguantar sin romperte, de cargar sin pedir, de dar sin recibir. Y en el fondo —dice Sarah— lo que realmente deseas es sentirte cuidada, apoyada, acompañada. Sin tener que ganártelo. Sin culpa.
Ser fuerte no significa cargar con todo. A veces, la verdadera fuerza está en soltar y dejarse cuidar”
Alzugaray no niega la fortaleza. Pero propone redefinirla. Para ella, ser fuerte no es resistir a cualquier precio, sino atreverse a soltar, a sanar y a dejar que otros también sostengan lo que pesa.
“No se trata de dejar de brillar, sino de brillar desde tu verdad, desde tu vulnerabilidad”, defiende. Porque la fuerza real no está en no quebrarse nunca, sino en poder decir: “Estoy cansada”, “Necesito ayuda”, “Quiero un respiro”. Y aún así seguir mereciendo amor, espacio, reconocimiento.
En un mundo que premia el rendimiento, la eficiencia y la entrega constante, Alzugaray lanza un recordatorio esencial: tu valor no está en lo que haces por los demás, sino en lo que eres cuando te permites ser tú. Completa. Imperfecta. Real.
“Tu alma necesita un respiro, necesita ser vista y amada, no por lo que haces por los demás, sino por lo que eres”, dice. Ya no se trata de seguir siendo invencible. Se trata de recuperar tu humanidad sin tener que disculparte por ella.