La salud mental y la crianza respetuosa están a la orden del día. Nos encontramos ante una generación de padres que, conscientes de sus propias heridas emocionales, buscan autoconocerse y sanarse para educar a sus hijos desde una perspectiva más reflexiva y consciente. Todos cargamos con una mochila llena de traumas, inseguridades y patrones familiares que condicionan la forma en que nos relacionamos, y reconocer y corregir aquellos que nos han dañado requiere un trabajo psicológico profundo.
Sin embargo, este camino no ha sido sencillo para muchos, ya que hasta hace poco la salud mental carecía de la visibilidad y herramientas que ahora están al alcance de todo el mundo. Por ello, la psicóloga Lindsay C. Gibson dedica su labor a ayudar a sus pacientes a sanar la relación con padres emocionalmente inmaduros. Este proceso reparador permite comprender por qué, durante la infancia, muchos se sintieron invisibles dentro de su propia familia, como si sus necesidades no importaran o como si nada de lo que hicieran fuera jamás suficiente. Además, les ayuda a entender que el problema no reside en ellos, sino en la falta de inteligencia emocional presente en su sistema familiar.
Se conoce a los padres emocionalmente inmaduros como aquellos que no han desarrollado las habilidades emocionales necesarias para una crianza saludable
Se conoce a los padres emocionalmente inmaduros como aquellos que no han desarrollado las habilidades emocionales necesarias para una crianza saludable y efectiva. La psicóloga visitó recientemente el pódcast de la coach especializada en crecimiento personal Mel Robbins para compartir algunas claves sobre cómo reconocer si creciste con ellos.
Las personas emocionalmente inmaduras se sienten amenazadas con facilidad
Según Gibson, una señal clara para identificar a las personas emocionalmente inmaduras es que pueden resultar agotadoras: “Cansan, aburren, porque tienden a ser bastante superficiales. Se sienten amenazados con facilidad y sus defensas psicológicas son frágiles”. Gibson añade que estas personas pueden sentirse cómodas hablando del clima o de temas triviales, pero sufren una gran incomodidad ante conversaciones auténticas y emocionalmente profundas.
Por eso, cuando sus pacientes intentan hablar con sus padres para expresar cómo se sienten y no lo consiguen, la psicóloga les aclara que no deben tomarlo como algo personal ni interpretar que sus progenitores son malas personas o que no quieren ayudarles. La razón es más profunda: la carga emocional que suponen esas conversaciones les resulta tan desestabilizadora que sencillamente no la pueden soportar.
Otra característica común de los padres emocionalmente inmaduros es la expectativa constante de que sus hijos se comporten de una manera determinada para complacerlos
Esto no significa que carezcan de sentimientos, al contrario. Según Gibson, las personas emocionalmente inmaduras son extremadamente sensibles. “Ahora bien, te acusarán de ser demasiado sensible y te dirán: ‘¿Por qué te molesta esto? ¿Por qué te alteras tanto?’. Pero son, literalmente, las personas más sensibles emocionalmente que existen”, afirma la psicóloga.
Te acusarán de ser demasiado sensible y te dirán: ‘¿Por qué te molesta esto? ¿Por qué te alteras tanto?
Otra característica común de los padres emocionalmente inmaduros es la expectativa constante de que sus hijos se comporten de una manera determinada para complacerlos: que estén de acuerdo con ellos y vean el mundo como ellos lo ven. Esto resulta profundamente agotador porque los hijos sienten que deben interpretar un papel para mantener una buena relación. “Todo esto tiene su origen en el egocentrismo, es decir, en la idea de que todo gira en torno a ellos”, aclara.
El problema no está en tu forma de comunicar, sino en su falta de disposición para escucharte de verdad
Además, señala que es habitual que los hijos de padres emocionalmente inmaduros lleguen a pensar que tienen un problema para comunicarse, cuando en realidad esa sensación proviene de la falta de interés en casa por mantener conversaciones profundas. “Cuando intentas expresar algo importante y la otra persona te mira como si hablaras en otro idioma, como si tuvieras dos cabezas, y no procesa lo que estás diciendo, el problema no está en tu forma de comunicar, sino en su falta de disposición para escucharte de verdad. Si alguien quiere entenderte, no importa tanto cómo lo digas. Y si no quiere, da igual cuán claro seas: no lo hará”, remarca la experta.
Muchas personas han sido condicionadas para desconfiar de su propia empatía
Reconocer que se ha vivido con padres emocionalmente inmaduros es un proceso profundamente doloroso, que la psicóloga compara con un duelo. “Cuando te das cuenta de lo que no recibiste, pero realmente necesitabas, y comienzas a sentir empatía por ti mismo, aparece el duelo por lo que faltó”, explica.
El problema, añade, es que muchas personas han sido condicionadas para desconfiar de su propia empatía, entrenadas para no tomar en serio cómo se sienten o cómo reaccionan ante esas emociones. Sin embargo, cuando finalmente se reconoce la realidad de lo que se vivió, ese duelo contribuye a consolidar una nueva comprensión y aceptación del pasado, proporcionando una base firme y un punto de apoyo para seguir adelante.


