El cerebro no funciona todo a la vez. No actúa como una máquina en bloque, sino como una construcción por partes que se activa cuando conviene. Hay partes muy complejas que prácticamente no se activan, mientras que otras involucran funciones básicas.
Para entender cómo se desarrolla la mente de los niños, hay que imaginar un edificio, con pisos diferenciados, en el que cada planta cumple una función concreta, desde las necesidades más primarias hasta la regulación emocional. Rafa Guerrero, psicólogo especializado en desarrollo infantil, suele explicar esta estructura utilizando esta metáfora que ha compartido en sus charlas.
Mejor acompañamiento
El cerebro infantil se construye por niveles como un edificio en obras
El sótano del edificio representa lo que él denomina el “cerebro rojo”. Ahí se encuentra todo lo relacionado con lo fisiológico: el hambre, el sueño o la sed. Según detalla, cada vez que se produce una de esas necesidades, esa parte del cerebro se activa para que la persona busque cómo cubrirla.
Justo encima aparece lo que llama el “cerebro verde”, que está vinculado al vínculo y a las emociones. Es el área que gestiona todo lo que tiene que ver con la afectividad, como el miedo o la rabia. De hecho, apunta que en esta parte “se encuentra el cerebro de los mamíferos, el cerebro de las emociones”. Esta parte está constantemente en marcha cuando hay interacción con otras personas o cuando se experimentan sentimientos intensos.
El siguiente nivel, en esta organización por pisos, es el “cerebro azul”. En él se almacenan pensamientos, creencias y valores, muchas veces aprendidos en casa. Según Guerrero, ahí se instala el componente más cognitivo de la mente, donde se procesan ideas más abstractas y se forman juicios propios sobre la realidad.
El último piso lo ocupa el “cerebro amarillo”. Este nivel representa el punto más avanzado del edificio. Es donde se activa la gestión emocional y la conciencia ética. Tal y como explicó Guerrero en su intervención, “el cerebro infantil es como un edificio con pisos y el más importante es el que se encuentra la conciencia de lo que está bien y mal”.
Esa zona superior está relacionada con la corteza frontal, una de las áreas que más tarda en desarrollarse, pero que cumple una función esencial en la autorregulación, la planificación y la toma de decisiones. Según Guerrero, conocer esta estructura ayuda a comprender mejor las reacciones de los niños y también cómo acompañarles mientras su cerebro se construye, piso a piso.

