El tipo de relación que se tiene con la comida varía mucho de unas personas a otras. Hay para quienes supone un instante de disfrute, otras que simplemente lo consideran una necesidad biológica esencial, y aquellas para las que representa uno de los momentos más complicados del día. Lo que podría tener que ver con uno de los indicios de un trastorno de la conducta alimentaria, una realidad a la que muchas personas se encuentran haciendo frente a diario. Uno de esos casos tiene que ver con sufrir sentimientos de culpa al comer ciertos platos o cantidades. Esto viene acompañado por una gran preocupación por la imagen corporal, según la psicóloga Adhara Monzó Calero, y por ese “culto a la delgadez” que todavía impera en la sociedad.
Esto se traduce en toda una serie de alimentos considerados como “prohibidos” y que, al consumirse, provoca este culpa o arrepentimiento: “Sentimos que hemos cometido un pecado”, apunta la especialista. Y esto viene acompañado de emociones y pensamientos negativos, que derivan en restricciones en cuanto a la alimentación y diferentes tipos de prácticas que afectan negativamente a la salud. Como puede ser el desarrollo de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), como la bulimia o la anorexia. “Vivir en un mundo en el cual la belleza y los cuerpos esculturales son sinónimo de éxito e incluso de aceptación social, atenta contra el equilibrio psicológico de cualquier persona”, advierte la psicóloga. Además, cabe señalar que el cuerpo de una persona que consume alimentos con la compañía de ese sentimiento de culpa no actúa igual que el de otra que no experimenta esta sensación.
¿Qué consecuencias tiene sobre tu cuerpo comer con culpa o estrés?
Al comer con culpa, el metabolismo reacciona de forma distinta a si este sentimiento no estuviera presente. La psicóloga y nutricionista Sonia Lucena, a través de su intervención en ‘Madrid mejora tu vida’, habla acerca de cómo afecta al cuerpo cuando se consume un alimento a la vez que se siente culpa. “En realidad, lo que le estás diciendo a tu cuerpo es ‘me estoy tomando esto con estrés’ y, cuando tenemos estrés, se activa el cortisol”, advierte la especialista.
El cortisol, conocida como la ‘hormona del estrés’, cumple con la función de preparar al cuerpo ante situaciones de tensión. Se trata de una herramienta natural y útil, pero, en ocasiones, puede resultar contraproducente. En este caso, Sonia Lucena explica que la reacción del cortisol afecta al metabolismo. Y este actúa de una forma en la que le permita almacenar más de esa grasa que se está consumiendo.
De modo que, al consumir alimentos con culpa, ese estrés que se genera en el organismo hace que el cuerpo engorde al retener más calorías, según explica la nutricionista. “Esto no va de prohibirte alimentos. Va de aprender a relacionarte con ellos”.